Por Neva Milicic, sicóloga.
Las críticas acerca de las formas en que se celebra la Navidad arrecian en esta época del año. Se sostiene, y con razón, que el espíritu navideño se ha desvirtuado, que se promueve el consumismo, que genera diferencias odiosas incluso entre los niños de una misma familia. Hay en las navidades familiares primos más ricos y otros más pobres, y así mientras a uno le toca una bicicleta, el otro recibe un camioncito de plástico. Es necesario cuidar estas diferencias, y si se va a entregar algo especialmente valioso, es mejor darlo en la intimidad de la familia de origen, más que en la familia extensa.
Las críticas acerca de las formas en que se celebra la Navidad arrecian en esta época del año. Se sostiene, y con razón, que el espíritu navideño se ha desvirtuado, que se promueve el consumismo, que genera diferencias odiosas incluso entre los niños de una misma familia. Hay en las navidades familiares primos más ricos y otros más pobres, y así mientras a uno le toca una bicicleta, el otro recibe un camioncito de plástico. Es necesario cuidar estas diferencias, y si se va a entregar algo especialmente valioso, es mejor darlo en la intimidad de la familia de origen, más que en la familia extensa.
Precauciones semejantes deben tomarse con las familias reconstituidas, es decir, los padres vueltos a casar y recordar que la justicia es un tema que puede ahondar las diferencias entre los hermanos de distinto padre, y puede además de producir graves daños a los niños, generar conflictos en la relación entre ellos, y con los adultos involucrados.
Hay algo en la Navidad que hace que las personas por la intensidad de los recuerdos estén especialmente sensibles, y hay que recordar que dentro de cada adulto hay un niño sediento de cariño y, por lo tanto, hay que cuidar mucho las relaciones.
Abstraerse al espíritu navideño es casi irresistible, quizás sea porque esté arraigado a los mejores recuerdos de infancia, como el olor al pan de pascua hecho en casa, el arreglo del pesebre o del arbolito. Afortunadamente nos vamos contagiando con el espíritu de Navidad y así se van transmitiendo a los niños de generación en generación las tradiciones y los valores familiares.
Hay mucho que aprender en las fiestas navideñas. Por ejemplo, que regalar es un gesto de amor y no una forma de salir del paso, que queremos agradecer lo mucho que hemos recibido y que somos capaces de conectarnos con los intereses y los gustos o necesidades de los otros. Regalar bien es un arte que supone generosidad, empatía, mucho de magia y harta creatividad. El mejor regalo no es el más caro, es aquel que se hace con amor, que pone poesía a la vida y así hay que valorarlo.
Quizás conocer la historia de San Nicolás ayudará a los niños a entender el real significado de los regalos. San Nicolás era un santo que vivió en el comienzo de la era cristiana. Era una persona muy caritativa, y que se preocupaba de los pobres, especialmente de los niños, a quienes les entregaba regalos y por eso se conoce como el santo de los niños.
La Navidad es una fiesta esencialmente familiar, y la forma que se celebra refleja de forma muy significativa los valores familiares. Hay familias que empiezan a vivir el espíritu navideño en la época de adviento (período previo a la Navidad), a participar en ritos que van desde armar el pesebre, el arbolito de Navidad hasta a confeccionar tarjetas para mandar a los amigos o parientes lejanos, aprender a cantar canciones, a cocinar galletas, pan de pascua, y todo aquello que constituye la esencia de la Navidad. La música es un componente esencial, ensayar un coro con villancicos es un gran recuerdo.
Es bueno enseñar desde el punto de vista valórico a los niños a pensar en regalar más que en ser regalado, a ser generoso con su tiempo y con la expresión de afectos y a tener una postura abierta y genuinamente solidaria con los que tienen menos. Hay familias que preparan cajas de Navidad, otras que visitan hogares de ancianos; en fin, mil formas de abrir el corazón de los niños a un espíritu verdaderamente navideño.
Si su familia tiene una religión no cristiana o es agnóstica, es importante ayudar a los hijos a comprender las claves culturales y religiosas de los grupos en que viven.
Es una buena forma y una oportunidad para enseñar historia de las religiones y practicar la tolerancia como un valor central.
Si la familia cree en Jesús, hacer relatos de historias navideñas es una buena manera de profundizar en el sentido religioso de la Navidad.
El nacimiento de un niño debiera ser siempre un mensaje de alegría y de amor y ojalá el espíritu navideño se nos contagie y nos ayude a construir un mundo más justo y solidario y a sembrar en nuestros hijos los valores que dan sentido a la Navidad.
Feliz Navidad.
Por Neva Milinic, sicóloga