Siquiatras y sicólogos que trabajan en temas de familia señalan que para ellos es usual atender parejas enfrascadas en profundas diferencias respecto de la educación de sus hijos. Y señalan que este tema puede ser una gran oportunidad para convertirse en pareja, pero que, si no se soluciona, puede ser devastador.
Por Ximena Urrejola, El Mercurio
Pilar (38), ferviente católica y casada con un chileno–francés agnóstico, estaba decidida a que sus tres hijos hombres fueran a un colegio católico tradicional, en el cual serían educados según sus creencias, a la vez que se relacionarían con familias como la suya de origen, más bien conservadora. Su marido, aunque deseaba un colegio laico francés para sus hijos, después de mucho discutir con su mujer estaba a punto de dar su brazo a torcer. Hasta que el abuelo paterno, un francés orgulloso de su origen y de su visión del mundo, le hizo ver a su hijo, con mucha vehemencia, que no podía permitir que su descendencia perdiera algo tan importante como su identidad, y con ella sus costumbres, su idioma, sus valores.
Pilar, quien ya tenía a sus hijos aceptados en el colegio tradicional con que siempre había soñado, tuvo que aceptar. Aunque en un principio le costó, sobre todo por la intromisión de su suegro, con el tiempo y muchas conversaciones se dio cuenta de que también para su marido seguir con sus tradiciones familiares era importante. 'También me di cuenta de que en el matrimonio hay que ceder y, por último, aunque suene como premio de consuelo, fue una oportunidad para acceder a otras cosas que me interesaban, y que después de mi concesión mi marido estaba dispuesto a otorgarme', cuenta.
"Pasamos momentos muy malos", señala. "Es muy difícil olvidarse de lo que uno siempre soñó para sus hijos. Yo quería un colegio religioso, más ordenado, con más disciplina. Y, ahora, cada vez que los niños tienen un problema me acuerdo del conflicto que tuvimos. Pero no se lo saco en cara, porque también sé que es normal que les pasen cosas. Las cosas que no les enseñan en el colegio, se las enseñamos nosotros en la casa", concluye.
Aunque Pilar y su marido no necesitaron llegar a terapia por su conflicto, en el que estaban en juego valores que no compartían, sicólogos y siquiatras que trabajan en temas de familia y pareja señalan que todos los días atienden a matrimonios discutiendo y polarizando sus diferencias respecto de la educación de sus hijos, y que aunque este tema puede llegar a ser una oportunidad para convertirse en pareja, si no se soluciona, puede ser devastador.
El problema inicial
La educación de los hijos, explican los especialistas, es un factor más de todos los que pueden llegar a tensionar a una pareja –y puede ser llevado de una manera armónica o convertirse en el talón de Aquiles que destruye una relación–, con la diferencia de que los matrimonios se casan sin saber ni prever que posiblemente van a tener que enfrentar este tipo de dificultades. Dificultades que aparecen porque, junto al primer hijo, en ambos miembros de la pareja comienzan a florecer los distintos modelos de crianza y las distintas maneras de ver el mundo que recibieron en su familia de origen, y que se habían mantenido dormidos durante la época del pololeo y los primeros tiempos del matrimonio.
La sicóloga y experta en familia Antonia Raies explica: "Uno elige por dos cosas a la pareja: porque hay aspectos en los que te sientes identificado y porque hay aspectos complementarios. Los complementarios son los opuestos. O sea, el otro tiene algo que yo no tengo, y que me aporta. Pero esa misma diferencia complementaria es la que puede crear el conflicto respecto de la educación de los hijos. Lo que más le gustó en un principio es también lo que más le va a molestar más adelante. Si a él le gustó que ella fuera hippie y relajada, después le va a cargar porque esa manera de ser es muy disfuncional para la crianza. Y si llevamos esta diferencia a los niños, si un hijo exige más de lo que los papás pueden darle sin estresarse, se tiende a polarizar la posición. Mientras uno se pone más sobreprotector, el otro se pone más exigente, y al final se termina interactuando por una dinámica que se produce entre los padres, y se deja de ver lo que el niño realmente necesita".
Y aunque este posible conflicto nace junto con el primer hijo, se transforma en un factor que tensiona la relación desde ese momento en adelante, sin fin, ya que se relaciona con todos los temas que afectan a los hijos: desde el tipo de alimentación cuando niños hasta los permisos siendo adolescentes, pasando por la elección del colegio, uno de los puntos más álgidos. El cuánto y cuán profundamente afecten estas decisiones a la pareja, dependerá de las herramientas con que cuenten como matrimonio. El siquiatra y terapeuta Patricio Álvarez señala: "En el pololeo no es tema cuál es el mejor colegio para los futuros hijos. Pero cuando llega el momento de discutirlo se ve en qué estado se encuentra la relación, qué tipo de comunicación tienen, cómo encaran los conflictos, cuán equipo son. Pero, dado lo trascendental que es el tema de la educación en sociedades como la nuestra, aquí opinan no sólo la mamá y el papá, también lo hacen los abuelos, los tíos, los amigos. Todo esto le inyecta una fuerza que puede hacer que diferencias que fueron sobrellevadas bastante bien en otros temas, se transformen en un verdadero campo de batalla".
Para Antonia Raies, el conflicto se agrava cuando ambos se ubican rígidamente en sus posiciones complementarias, y no se conectan. "Esta toma de decisiones se puede convertir en una lucha de posiciones, por ver quién es más fuerte. Pero la pareja tiene que llegar a acuerdo en las cosas que a ellos les resultan más significativas. Porque hay cosas que son vitales y otras que no", señala.
Elegir el colegio: la crisis
Patricio Álvarez explica que "mucho de lo que pensamos respecto de ser papá o mamá pasa por cuál es la educación que les queremos dar a nuestros hijos". Según el siquiatra, definir acerca de la educación es también definir acerca de un mundo social, de un entorno y, por supuesto, cada mamá o papá quiere estar en esa decisión. Según Patricio Álvarez, en el tema del colegio hay dos grandes puntos de conflicto. El primero es el apego de la mamá y papá a su colegio de origen, que tiene también que ver con un cierto estilo de vida, que cada uno de los miembros de la pareja vivió en su respectivo colegio y que luego quieren para sus hijos. Sin embargo, el siquiatra señala que "no necesariamente la experiencia del hijo va a ser la que vivió, grata o ingratamente, la mamá o el papá". Porque de una generación a otra el colegio varió, los profesores cambiaron, y el niño es distinto. Es trágico cuando a ese niño le va mal y no cumple con las expectativas. La desilusión y frustración pueden generar presiones importantes sobre los niños, y desde luego presiones muy grandes en el sistema parental. "Yo te dije, no era el colegio para el niño". Discusiones que muchas veces no tienen nada que ver con el hijo.
Lo segundo es el modelo propio de la familia de origen, del que cada miembro es un buen representante. 'Aunque no significa que sea el mejor, gracias a ese modelo tenemos claro lo que queremos para nuestros hijos. Por lo tanto, cada miembro de la pareja defiende a brazo partido lo mejor de su familia por bueno, o lo que no quiere hacer con su hijo, por malo. Sin tomar en cuenta muchas veces que el otro puede tener una visión diferente, menos cargada'. Según Álvarez, aunque no suele ser consciente, esto se puede transformar en un campo de batalla para pelear otras diferencias. De cuál es la mejor familia entre los dos o cómo es correcto hacer las cosas o cómo es que hay que ser mamá o papá. Y si no es el colegio puede ser el club deportivo, si va a ser scout o no, o los permisos para el carrete cuando adolescente.
"Una mamá que es acogedora privilegiará los buenos vínculos sociales. En cambio, un papá ingeniero puede querer sacarle tranco al hijo y elegir un colegio muy exigente. Son dos maneras de mirar el mundo bien disímiles, que no significa que sean del todo incompatibles. Por algo esa pareja funciona junta en otros ámbitos. Ellos tienen el desafío de hacer coherentes sus miradas extremas, porque el que quedó insatisfecho con la elección del colegio puede hacer de este problema un tema de años. Por el contrario, si el niño logra fluir y se las arregla, si el sistema escolar funcionó, si el niño aplicaba bien con eso, al poco rato dejará de ser un conflicto".
Pareja con valores propios
"Es bueno que la familia considere que estos conflictos no son un tema menor, y que se den el tiempo para conversarlos, ojalá con tiempo, para que se pueda mantener una capacidad reflexiva sobre las cosas. Pensar que la otra persona, además de ser tu pareja y la mamá o el papá del niño, si está haciendo ciertas elecciones es porque de verdad considera profundamente que hay algo positivo en eso, aunque yo esté en desacuerdo. Implica una negociación, implica credibilidad mutua, calificación mutua respecto de las intenciones y de la capacidad de pensar", dice Patricio Álvarez.
La sicóloga Isidora Mena, por su parte, señala que esta negociación tiene que ver con que los aspectos positivos de la tradición educativa que cada miembro de la pareja trae consigo sean fundidos cuando nacen los hijos, para así crear una tercera tradición, propia.
"Cuando se dice que en las familias se aprenden los valores, ¿a propósito de qué se aprenden? Normalmente se construyen al amparo de emociones fuertes, por eso las partes los defienden con tanto ahínco. Los valores más potentes de las familias están arraigados y cuando se educa a los hijos hay que acordar los nuevos valores de esta nueva familia, que van a ser algunos adoptados de la tradición familiar. Cuando los valores se discuten, lo que se está discutiendo son dos valores al mismo tiempo, nunca es uno solo. Por ejemplo, se discute sobre el valor de la libertad versus el valor del cuidado y de la protección. ¿Quién va a decir que la protección y el cuidado no es un valor tan importante como la libertad? Nadie. Pero probablemente las dos partes tendrán argumentación. Nunca los valores están en discusión con desvalores; están en discusión con otros valores", señala Isidora Mena.
Para Isidora Mena, la educación de los hijos es una oportunidad para que la pareja construya una familia con valores. "El punto clave es aprender a conversar sobre los desacuerdos. Si una pareja sabe conversar pueden ser tan diferentes como quieran. Aprender a construir acuerdos es algo básico en la sociedad del siglo XXI, y es la mejor enseñanza que los padres pueden dar a sus hijos. ¿Dónde se aprende a construir acuerdos? En las familias donde hay diferencias en las tradiciones culturales del papá y la mamá existe una mucho mejor escuela".
El siquiatra Patricio Álvarez está de acuerdo: "El cómo llegamos a resolver nuestras diferencias es quizá la más poderosa educación que podemos dar a nuestros hijos. Esta enseñanza no se lee en ningún texto. Si uno tuvo la suerte de vivir con papás que lucharon con eso y lograron salir adelante, tiene una cantidad de recursos infinitos para su propia relación futura y para sus hijos".
Por Ximena Urrejola, El Mercurio
Pilar (38), ferviente católica y casada con un chileno–francés agnóstico, estaba decidida a que sus tres hijos hombres fueran a un colegio católico tradicional, en el cual serían educados según sus creencias, a la vez que se relacionarían con familias como la suya de origen, más bien conservadora. Su marido, aunque deseaba un colegio laico francés para sus hijos, después de mucho discutir con su mujer estaba a punto de dar su brazo a torcer. Hasta que el abuelo paterno, un francés orgulloso de su origen y de su visión del mundo, le hizo ver a su hijo, con mucha vehemencia, que no podía permitir que su descendencia perdiera algo tan importante como su identidad, y con ella sus costumbres, su idioma, sus valores.
Pilar, quien ya tenía a sus hijos aceptados en el colegio tradicional con que siempre había soñado, tuvo que aceptar. Aunque en un principio le costó, sobre todo por la intromisión de su suegro, con el tiempo y muchas conversaciones se dio cuenta de que también para su marido seguir con sus tradiciones familiares era importante. 'También me di cuenta de que en el matrimonio hay que ceder y, por último, aunque suene como premio de consuelo, fue una oportunidad para acceder a otras cosas que me interesaban, y que después de mi concesión mi marido estaba dispuesto a otorgarme', cuenta.
"Pasamos momentos muy malos", señala. "Es muy difícil olvidarse de lo que uno siempre soñó para sus hijos. Yo quería un colegio religioso, más ordenado, con más disciplina. Y, ahora, cada vez que los niños tienen un problema me acuerdo del conflicto que tuvimos. Pero no se lo saco en cara, porque también sé que es normal que les pasen cosas. Las cosas que no les enseñan en el colegio, se las enseñamos nosotros en la casa", concluye.
Aunque Pilar y su marido no necesitaron llegar a terapia por su conflicto, en el que estaban en juego valores que no compartían, sicólogos y siquiatras que trabajan en temas de familia y pareja señalan que todos los días atienden a matrimonios discutiendo y polarizando sus diferencias respecto de la educación de sus hijos, y que aunque este tema puede llegar a ser una oportunidad para convertirse en pareja, si no se soluciona, puede ser devastador.
El problema inicial
La educación de los hijos, explican los especialistas, es un factor más de todos los que pueden llegar a tensionar a una pareja –y puede ser llevado de una manera armónica o convertirse en el talón de Aquiles que destruye una relación–, con la diferencia de que los matrimonios se casan sin saber ni prever que posiblemente van a tener que enfrentar este tipo de dificultades. Dificultades que aparecen porque, junto al primer hijo, en ambos miembros de la pareja comienzan a florecer los distintos modelos de crianza y las distintas maneras de ver el mundo que recibieron en su familia de origen, y que se habían mantenido dormidos durante la época del pololeo y los primeros tiempos del matrimonio.
La sicóloga y experta en familia Antonia Raies explica: "Uno elige por dos cosas a la pareja: porque hay aspectos en los que te sientes identificado y porque hay aspectos complementarios. Los complementarios son los opuestos. O sea, el otro tiene algo que yo no tengo, y que me aporta. Pero esa misma diferencia complementaria es la que puede crear el conflicto respecto de la educación de los hijos. Lo que más le gustó en un principio es también lo que más le va a molestar más adelante. Si a él le gustó que ella fuera hippie y relajada, después le va a cargar porque esa manera de ser es muy disfuncional para la crianza. Y si llevamos esta diferencia a los niños, si un hijo exige más de lo que los papás pueden darle sin estresarse, se tiende a polarizar la posición. Mientras uno se pone más sobreprotector, el otro se pone más exigente, y al final se termina interactuando por una dinámica que se produce entre los padres, y se deja de ver lo que el niño realmente necesita".
Y aunque este posible conflicto nace junto con el primer hijo, se transforma en un factor que tensiona la relación desde ese momento en adelante, sin fin, ya que se relaciona con todos los temas que afectan a los hijos: desde el tipo de alimentación cuando niños hasta los permisos siendo adolescentes, pasando por la elección del colegio, uno de los puntos más álgidos. El cuánto y cuán profundamente afecten estas decisiones a la pareja, dependerá de las herramientas con que cuenten como matrimonio. El siquiatra y terapeuta Patricio Álvarez señala: "En el pololeo no es tema cuál es el mejor colegio para los futuros hijos. Pero cuando llega el momento de discutirlo se ve en qué estado se encuentra la relación, qué tipo de comunicación tienen, cómo encaran los conflictos, cuán equipo son. Pero, dado lo trascendental que es el tema de la educación en sociedades como la nuestra, aquí opinan no sólo la mamá y el papá, también lo hacen los abuelos, los tíos, los amigos. Todo esto le inyecta una fuerza que puede hacer que diferencias que fueron sobrellevadas bastante bien en otros temas, se transformen en un verdadero campo de batalla".
Para Antonia Raies, el conflicto se agrava cuando ambos se ubican rígidamente en sus posiciones complementarias, y no se conectan. "Esta toma de decisiones se puede convertir en una lucha de posiciones, por ver quién es más fuerte. Pero la pareja tiene que llegar a acuerdo en las cosas que a ellos les resultan más significativas. Porque hay cosas que son vitales y otras que no", señala.
Elegir el colegio: la crisis
Patricio Álvarez explica que "mucho de lo que pensamos respecto de ser papá o mamá pasa por cuál es la educación que les queremos dar a nuestros hijos". Según el siquiatra, definir acerca de la educación es también definir acerca de un mundo social, de un entorno y, por supuesto, cada mamá o papá quiere estar en esa decisión. Según Patricio Álvarez, en el tema del colegio hay dos grandes puntos de conflicto. El primero es el apego de la mamá y papá a su colegio de origen, que tiene también que ver con un cierto estilo de vida, que cada uno de los miembros de la pareja vivió en su respectivo colegio y que luego quieren para sus hijos. Sin embargo, el siquiatra señala que "no necesariamente la experiencia del hijo va a ser la que vivió, grata o ingratamente, la mamá o el papá". Porque de una generación a otra el colegio varió, los profesores cambiaron, y el niño es distinto. Es trágico cuando a ese niño le va mal y no cumple con las expectativas. La desilusión y frustración pueden generar presiones importantes sobre los niños, y desde luego presiones muy grandes en el sistema parental. "Yo te dije, no era el colegio para el niño". Discusiones que muchas veces no tienen nada que ver con el hijo.
Lo segundo es el modelo propio de la familia de origen, del que cada miembro es un buen representante. 'Aunque no significa que sea el mejor, gracias a ese modelo tenemos claro lo que queremos para nuestros hijos. Por lo tanto, cada miembro de la pareja defiende a brazo partido lo mejor de su familia por bueno, o lo que no quiere hacer con su hijo, por malo. Sin tomar en cuenta muchas veces que el otro puede tener una visión diferente, menos cargada'. Según Álvarez, aunque no suele ser consciente, esto se puede transformar en un campo de batalla para pelear otras diferencias. De cuál es la mejor familia entre los dos o cómo es correcto hacer las cosas o cómo es que hay que ser mamá o papá. Y si no es el colegio puede ser el club deportivo, si va a ser scout o no, o los permisos para el carrete cuando adolescente.
"Una mamá que es acogedora privilegiará los buenos vínculos sociales. En cambio, un papá ingeniero puede querer sacarle tranco al hijo y elegir un colegio muy exigente. Son dos maneras de mirar el mundo bien disímiles, que no significa que sean del todo incompatibles. Por algo esa pareja funciona junta en otros ámbitos. Ellos tienen el desafío de hacer coherentes sus miradas extremas, porque el que quedó insatisfecho con la elección del colegio puede hacer de este problema un tema de años. Por el contrario, si el niño logra fluir y se las arregla, si el sistema escolar funcionó, si el niño aplicaba bien con eso, al poco rato dejará de ser un conflicto".
Pareja con valores propios
"Es bueno que la familia considere que estos conflictos no son un tema menor, y que se den el tiempo para conversarlos, ojalá con tiempo, para que se pueda mantener una capacidad reflexiva sobre las cosas. Pensar que la otra persona, además de ser tu pareja y la mamá o el papá del niño, si está haciendo ciertas elecciones es porque de verdad considera profundamente que hay algo positivo en eso, aunque yo esté en desacuerdo. Implica una negociación, implica credibilidad mutua, calificación mutua respecto de las intenciones y de la capacidad de pensar", dice Patricio Álvarez.
La sicóloga Isidora Mena, por su parte, señala que esta negociación tiene que ver con que los aspectos positivos de la tradición educativa que cada miembro de la pareja trae consigo sean fundidos cuando nacen los hijos, para así crear una tercera tradición, propia.
"Cuando se dice que en las familias se aprenden los valores, ¿a propósito de qué se aprenden? Normalmente se construyen al amparo de emociones fuertes, por eso las partes los defienden con tanto ahínco. Los valores más potentes de las familias están arraigados y cuando se educa a los hijos hay que acordar los nuevos valores de esta nueva familia, que van a ser algunos adoptados de la tradición familiar. Cuando los valores se discuten, lo que se está discutiendo son dos valores al mismo tiempo, nunca es uno solo. Por ejemplo, se discute sobre el valor de la libertad versus el valor del cuidado y de la protección. ¿Quién va a decir que la protección y el cuidado no es un valor tan importante como la libertad? Nadie. Pero probablemente las dos partes tendrán argumentación. Nunca los valores están en discusión con desvalores; están en discusión con otros valores", señala Isidora Mena.
Para Isidora Mena, la educación de los hijos es una oportunidad para que la pareja construya una familia con valores. "El punto clave es aprender a conversar sobre los desacuerdos. Si una pareja sabe conversar pueden ser tan diferentes como quieran. Aprender a construir acuerdos es algo básico en la sociedad del siglo XXI, y es la mejor enseñanza que los padres pueden dar a sus hijos. ¿Dónde se aprende a construir acuerdos? En las familias donde hay diferencias en las tradiciones culturales del papá y la mamá existe una mucho mejor escuela".
El siquiatra Patricio Álvarez está de acuerdo: "El cómo llegamos a resolver nuestras diferencias es quizá la más poderosa educación que podemos dar a nuestros hijos. Esta enseñanza no se lee en ningún texto. Si uno tuvo la suerte de vivir con papás que lucharon con eso y lograron salir adelante, tiene una cantidad de recursos infinitos para su propia relación futura y para sus hijos".