Por Ximena Burgueño, sicóloga coordinadora Programa Valoras UC
"¡Hoy es feriado, me prometiste ir al mall!", dice Claudia, de ocho años, insistentemente a su madre. Ésta intenta disuadirla, tenía pensado descansar y leer. Claudia insiste, exige, y la madre accede.
El mall está lleno de gente, hay mucho ruido, es difícil escucharse, ninguna de las dos tiene muy claro qué hacer entre tantas personas; caminan, miran y comienza el interés por comprar "algo", "lo que sea", "mira esa promoción!", dice Claudia, "qué bonito"... "Entonces algo para comer"...
Tres horas más tarde vuelven a casa, cansadas y con compras que no estaban presupuestadas.
La economía sustentada en el consumo nos induce a comprar como la principal entretención. Salvo que estemos muy alertas y conscientes del fenómeno, el mensaje "consuma" se nos cuela por los poros: "Renueve su casa", "cambio de temporada", "no puede dejar de venir", "sorprenda a los suyos", "le cambiará la vida", "seguridad y comodidad".
Resultado: partimos todos al mall, convencidos de que encontraremos algo de esa felicidad que todos buscamos.
Consumir como pasatiempo no nos lleva a ser mejores personas o ciudadanos más felices. Lo que sí provoca es olvidar la lectura, las sobremesas llenas de recuerdos, las discusiones políticas y religiosas, las visitas al amigo enfermo, los paseos o, simplemente, caminar y descansar.
Si el tiempo que tenemos para compartir con nuestros hijos es siempre escaso, conviene pensar si el paseo al mall permite formar algo más que el valor de comprar "lo que sea".
Para formar los preciados valores de compartir con otras historias, juegos, saberes y emociones, reflexionar y dialogar, empatizar con quien está enfermo, o disfrutar lo que se tiene, debemos recuperar ciertos espacios olvidados.
"¡Hoy es feriado, me prometiste ir al mall!", dice Claudia, de ocho años, insistentemente a su madre. Ésta intenta disuadirla, tenía pensado descansar y leer. Claudia insiste, exige, y la madre accede.
El mall está lleno de gente, hay mucho ruido, es difícil escucharse, ninguna de las dos tiene muy claro qué hacer entre tantas personas; caminan, miran y comienza el interés por comprar "algo", "lo que sea", "mira esa promoción!", dice Claudia, "qué bonito"... "Entonces algo para comer"...
Tres horas más tarde vuelven a casa, cansadas y con compras que no estaban presupuestadas.
La economía sustentada en el consumo nos induce a comprar como la principal entretención. Salvo que estemos muy alertas y conscientes del fenómeno, el mensaje "consuma" se nos cuela por los poros: "Renueve su casa", "cambio de temporada", "no puede dejar de venir", "sorprenda a los suyos", "le cambiará la vida", "seguridad y comodidad".
Resultado: partimos todos al mall, convencidos de que encontraremos algo de esa felicidad que todos buscamos.
Consumir como pasatiempo no nos lleva a ser mejores personas o ciudadanos más felices. Lo que sí provoca es olvidar la lectura, las sobremesas llenas de recuerdos, las discusiones políticas y religiosas, las visitas al amigo enfermo, los paseos o, simplemente, caminar y descansar.
Si el tiempo que tenemos para compartir con nuestros hijos es siempre escaso, conviene pensar si el paseo al mall permite formar algo más que el valor de comprar "lo que sea".
Para formar los preciados valores de compartir con otras historias, juegos, saberes y emociones, reflexionar y dialogar, empatizar con quien está enfermo, o disfrutar lo que se tiene, debemos recuperar ciertos espacios olvidados.