Por Neva Milicic, sicóloga.
El equilibrio entre la dualidad de vivir el hoy o centrarse en el mañana, no es fácil de lograr. La lectura del párrafo que se transcribe a continuación, de la novela de Javier Cercas “El vientre de la ballena”, me sugirió el título y el tema de esta columna. Él escribió:
“El personaje de carácter es el que vive instalado en el presente puro, en el puro borbollear del instante, sumergido en el gozo permanente y sin finalidad en la pura afirmación vital.
El personaje de destino, en cambio no vive para el presente, sino para el futuro, porque sólo haya satisfacción en la empresa cumplida, una empresa que por lo demás, una vez cumplida pierde todo su atractivo y debe ser sustituida por otra, de tal forma que el personaje de destino cambia el sosiego del personaje de carácter por la ansiedad sin fondo del logro permanente”.
Aunque esta clasificación es un poco arbitraria en su denominación y hasta donde sé no se encuentra en ningún tratado de Psicología, corresponde ciertamente a dos tipos de personas, unas que disfruten del hoy sin pensar demasiado en el futuro y que son un poco como la cigarra de la fábula de La Fontaine y otras que viven orientadas al futuro y olvidan con frecuencia disfrutar el presente. Estas diferencias de carácter ya están presentes en la infancia.
Por alguna razón la mente humana tiende a pensar en forma de polaridades negativas o positivas, blanco o negro, bueno o malo, cuando la verdad es que casi siempre, los dos polos, son necesarios para tener un carácter equilibrado.
A ningún padre le gustaría tener un hijo con un carácter de destino, como llama Cercas, tan marcado que por estar orientado a un futuro que quizás no sabemos si vendrá o cómo vendrá, ello le impida disfrutar de los juegos y la compañía de sus amigos o de su familia.
Y tampoco ninguna familia quisiera que su hijo fuera incapaz de postergar alguna gratificación para cumplir sus objetivos, como por ejemplo, no pudiera dejar de conversar para atender en la clase, o no ser capaz de apagar la televisión para estudiar.
Disfrutar el momento y estar ahí, especialmente en la infancia temprana es una característica del desarrollo infantil. Sólo los niños son capaces de estar inmersos en el presente como si nada más existiera, lo que les permite aprender con intensidad vital y gozar en plenitud.
Resulta maravilloso ver a un niño o una niña inmersos en construir un castillo de arena, como si aquella fuera la única misión de su vida.
Otros niños que seguramente son producto de una educación familiar, en que el logro de las metas significativo es lo más central, desarrollan una actitud tan autoexigente que apenas logran algo, quieren conseguir otra cosa de inmediato, sin darse el tiempo para disfrutar, lo que lograron o bien aprovechar los espacios de diversión a los que como niños tienen derecho.
Ambos extremos -centrarse exclusivamente en el presente o bien focalizarse en el logro de metas- son negativos para el desarrollo emocional. Si bien es necesario estar orientados a la tarea y plantearse algunas metas y tratar de cumplirlas, es importante disfrutar de la tarea mientras se hace y conservar los espacios de diversión, libre de preocupaciones. Recordando siempre que en el logro de las metas, el camino también hace parte del viaje. Por lo tanto en esta aventura que es educar a un niño, es necesario prepararlo para ambas cosas. Disfrutar del presente y trabajar para el futuro en forma equilibrada.
El equilibrio entre la dualidad de vivir el hoy o centrarse en el mañana, no es fácil de lograr. La lectura del párrafo que se transcribe a continuación, de la novela de Javier Cercas “El vientre de la ballena”, me sugirió el título y el tema de esta columna. Él escribió:
“El personaje de carácter es el que vive instalado en el presente puro, en el puro borbollear del instante, sumergido en el gozo permanente y sin finalidad en la pura afirmación vital.
El personaje de destino, en cambio no vive para el presente, sino para el futuro, porque sólo haya satisfacción en la empresa cumplida, una empresa que por lo demás, una vez cumplida pierde todo su atractivo y debe ser sustituida por otra, de tal forma que el personaje de destino cambia el sosiego del personaje de carácter por la ansiedad sin fondo del logro permanente”.
Aunque esta clasificación es un poco arbitraria en su denominación y hasta donde sé no se encuentra en ningún tratado de Psicología, corresponde ciertamente a dos tipos de personas, unas que disfruten del hoy sin pensar demasiado en el futuro y que son un poco como la cigarra de la fábula de La Fontaine y otras que viven orientadas al futuro y olvidan con frecuencia disfrutar el presente. Estas diferencias de carácter ya están presentes en la infancia.
Por alguna razón la mente humana tiende a pensar en forma de polaridades negativas o positivas, blanco o negro, bueno o malo, cuando la verdad es que casi siempre, los dos polos, son necesarios para tener un carácter equilibrado.
A ningún padre le gustaría tener un hijo con un carácter de destino, como llama Cercas, tan marcado que por estar orientado a un futuro que quizás no sabemos si vendrá o cómo vendrá, ello le impida disfrutar de los juegos y la compañía de sus amigos o de su familia.
Y tampoco ninguna familia quisiera que su hijo fuera incapaz de postergar alguna gratificación para cumplir sus objetivos, como por ejemplo, no pudiera dejar de conversar para atender en la clase, o no ser capaz de apagar la televisión para estudiar.
Disfrutar el momento y estar ahí, especialmente en la infancia temprana es una característica del desarrollo infantil. Sólo los niños son capaces de estar inmersos en el presente como si nada más existiera, lo que les permite aprender con intensidad vital y gozar en plenitud.
Resulta maravilloso ver a un niño o una niña inmersos en construir un castillo de arena, como si aquella fuera la única misión de su vida.
Otros niños que seguramente son producto de una educación familiar, en que el logro de las metas significativo es lo más central, desarrollan una actitud tan autoexigente que apenas logran algo, quieren conseguir otra cosa de inmediato, sin darse el tiempo para disfrutar, lo que lograron o bien aprovechar los espacios de diversión a los que como niños tienen derecho.
Ambos extremos -centrarse exclusivamente en el presente o bien focalizarse en el logro de metas- son negativos para el desarrollo emocional. Si bien es necesario estar orientados a la tarea y plantearse algunas metas y tratar de cumplirlas, es importante disfrutar de la tarea mientras se hace y conservar los espacios de diversión, libre de preocupaciones. Recordando siempre que en el logro de las metas, el camino también hace parte del viaje. Por lo tanto en esta aventura que es educar a un niño, es necesario prepararlo para ambas cosas. Disfrutar del presente y trabajar para el futuro en forma equilibrada.