Por Neva Milicic, sicóloga.
La asertividad es la habilidad para defender lo que se es, las opiniones y el lugar que tengo derecho a ocupar, sin violencia y sin dañar o pasar a llevar los derechos de los otros.
La primera pregunta que uno se hace en relación a este tema con los hijos, es ¿Será recomendable enseñarles a ser asertivos? Sin duda, la respuesta es afirmativa.
Ser asertivo no es ser egoísta, es tener el suficiente respeto por uno mismo como persona para entender que en una relación mis derechos y necesidades son al menos tan importantes como las de los otros.
No se relaciona con ser una persona obcecada que no escucha lo que le pasa al otro ni lo que el otro piensa, pero sí se trata de conocer qué es lo que quiero hacer, a dónde quiero llegar y con quién quiero ir. Si no le enseñamos a los hijos a ser asertivos podrán convertirse en alguien que no quisieran ser, a estar donde no quieren estar y a vivir con quien no quieren vivir.
La persona que es capaz de conectarse consigo mismo y que tiene un vínculo respetuoso con los otros podrá decir lo que quiere. Eventualmente podrá ceder en cosas sin importancia, pero no va a transar en lo que le es fundamental.
Un adolescente asertivo podrá acompañar a ver una película a una amiga, a pesar de que preferiría ver otra, pero no transará, por mucha presión que tenga, en hacer algo que sus códigos éticos le indican que no debe hacer, por ejemplo fumar marihuana.
La primera clave de la asertividad es darse cuenta realmente de que es lo que se quiere, y para ello hay que darle la posibilidad al niño de sentir y de tener derecho en su familia a expresar sus opiniones. Si un hijo o una hija es descalificado desde pequeño porque sus opiniones son diferentes a las de sus padres, con dificultad crecerá respetándose a sí mismo. Por el contrario, si siente que en su contexto familiar las personas escuchan sus ideas, se interesan por sus emociones podrá explorar lo que siente sin falsear sus sentimientos.
Este tener conciencia de lo que se piensa y se siente no es un pasaporte para hacer lo que se desea y, que a veces no es posible realizar, pero es una actitud de tomar en cuenta lo que se sienta. Ser capaz de validar lo que se siente ayuda en el momento de tomar decisiones a escoger en forma apropiada.
Ningún padre quiere que un hijo o una hija sea sumiso(a) o explotado(a) o maltratado, o que viva en forma crónica una situación de infelicidad. Para que esto no suceda hay que darle a los hijos las herramientas que le permitan asumir los riesgos y las ventajas que puede significar informarle al otro que está violando sus derechos, cuáles son sus necesidades, y cuáles son los límites de la situación.
Una actitud asertiva no garantiza no tener conflictos, al expresar lo que se siente, pero si el niño aprende a hacerlo en forma apropiada respetando sus necesidades y sus creencias, no aceptando el ser víctimas de conductas abusivas, será sin duda un aprendizaje de gran valor. A veces, una relación sin conflicto supone que hay una de las partes de la relación que debe negar sus necesidades para no tener conflictos, lo que no es justo.
Hacer un equilibrio entre las necesidades de todos es el mejor camino para una convivencia más justa y armónica, y ser asertivo es esencialmente escucharse y respetarse a sí mismo.
La asertividad es la habilidad para defender lo que se es, las opiniones y el lugar que tengo derecho a ocupar, sin violencia y sin dañar o pasar a llevar los derechos de los otros.
La primera pregunta que uno se hace en relación a este tema con los hijos, es ¿Será recomendable enseñarles a ser asertivos? Sin duda, la respuesta es afirmativa.
Ser asertivo no es ser egoísta, es tener el suficiente respeto por uno mismo como persona para entender que en una relación mis derechos y necesidades son al menos tan importantes como las de los otros.
No se relaciona con ser una persona obcecada que no escucha lo que le pasa al otro ni lo que el otro piensa, pero sí se trata de conocer qué es lo que quiero hacer, a dónde quiero llegar y con quién quiero ir. Si no le enseñamos a los hijos a ser asertivos podrán convertirse en alguien que no quisieran ser, a estar donde no quieren estar y a vivir con quien no quieren vivir.
La persona que es capaz de conectarse consigo mismo y que tiene un vínculo respetuoso con los otros podrá decir lo que quiere. Eventualmente podrá ceder en cosas sin importancia, pero no va a transar en lo que le es fundamental.
Un adolescente asertivo podrá acompañar a ver una película a una amiga, a pesar de que preferiría ver otra, pero no transará, por mucha presión que tenga, en hacer algo que sus códigos éticos le indican que no debe hacer, por ejemplo fumar marihuana.
La primera clave de la asertividad es darse cuenta realmente de que es lo que se quiere, y para ello hay que darle la posibilidad al niño de sentir y de tener derecho en su familia a expresar sus opiniones. Si un hijo o una hija es descalificado desde pequeño porque sus opiniones son diferentes a las de sus padres, con dificultad crecerá respetándose a sí mismo. Por el contrario, si siente que en su contexto familiar las personas escuchan sus ideas, se interesan por sus emociones podrá explorar lo que siente sin falsear sus sentimientos.
Este tener conciencia de lo que se piensa y se siente no es un pasaporte para hacer lo que se desea y, que a veces no es posible realizar, pero es una actitud de tomar en cuenta lo que se sienta. Ser capaz de validar lo que se siente ayuda en el momento de tomar decisiones a escoger en forma apropiada.
Ningún padre quiere que un hijo o una hija sea sumiso(a) o explotado(a) o maltratado, o que viva en forma crónica una situación de infelicidad. Para que esto no suceda hay que darle a los hijos las herramientas que le permitan asumir los riesgos y las ventajas que puede significar informarle al otro que está violando sus derechos, cuáles son sus necesidades, y cuáles son los límites de la situación.
Una actitud asertiva no garantiza no tener conflictos, al expresar lo que se siente, pero si el niño aprende a hacerlo en forma apropiada respetando sus necesidades y sus creencias, no aceptando el ser víctimas de conductas abusivas, será sin duda un aprendizaje de gran valor. A veces, una relación sin conflicto supone que hay una de las partes de la relación que debe negar sus necesidades para no tener conflictos, lo que no es justo.
Hacer un equilibrio entre las necesidades de todos es el mejor camino para una convivencia más justa y armónica, y ser asertivo es esencialmente escucharse y respetarse a sí mismo.