Por Neva Milicic, sicóloga.
Las crisis son situaciones que muchas veces sobrepasan los recursos emocionales de las personas afectadas. Son cambios bruscos que hacen que la vida después de un determinado suceso no sea la misma. No se trata necesariamente de acontecimientos negativos, sino que de hechos que marcan la existencia.
Para los niños podría tratarse de un cambio de casa, la entrada al colegio, la muerte de un abuelo y en fin, tantas otras situaciones que le generan un sinnúmero de fuertes emociones, algunas veces muy encontradas.
Cuando los eventos a los que los niños o los adolescentes se deben enfrentar son de signo negativo, las exigencias emocionales serán mayores y necesitará de mucho apoyo y recursos emocionales para salir crecidos de la situación y no necesariamente devastados por el sufrimiento.
Margarita, una adolescente enfrentada a la necesidad de terminar su primer romance, al tomar conciencia que su seductor pololo era una persona infiel tuvo una severa crisis emocional. Lógicamente, su reacción ante el engaño, además del enorme dolor que la invadía, fue acompañada de un sentimiento de no querer seguir viviendo.
El apoyo de su familia, pero sobre todo de sus amigos, fue fundamental; ellos la consolaron y le dieron soporte emocional con esas frases hechas para las crisis, que por lo demás están llenas de sabiduría. En boca de los padres estas opiniones como: “No sabes lo que has ganado” provocan rechazo y sensación de ser incomprendida: “Es que ustedes no se dan cuenta de que estoy enamorada”, decía a sus padres esta adolescente.
En cambio, las opiniones de los amigos son esenciales para la superación emocional, como por ejemplo cuando su mejor amiga le decía: “Él pierde más que tú”, “Esta experiencia te enseñará”, “Tienes que ser fuerte y mostrarle quién eres”. A ella, estas opiniones le hacían sentido y la consolaban.
Las crisis pueden ser concebidas como una oportunidad para cambiar, recuperarse y salir fortalecido. Margarita, por ejemplo, pasado el primer impacto, y de la tristeza natural -a la que no hay que tener tanto miedo- logró tomar conciencia de lo que tenía que negarse ella para mantener la relación. En su interés por conservar el amor de quien realmente no la quería, se había transformado en alguien que tenía muy poco que ver con su identidad real.
Tener pena es normal. Evitar a toda costa a los niños y a los adolescentes las penas y el dolor puede conducirlos a tener personalidades disociativas. Estas personalidades son peligrosas, porque pueden hacer cosas horribles sin tener el correlato emocional apropiado.
Margarita experimentó después de unos meses una sensación de genuina libertad que le permitió salir de la crisis convertida en una mejor persona. Pero además fue una enorme oportunidad de aprendizaje y de reestructuración personal. Aprendió lo importante que era el afecto incondicional a los de sus padres. Validó el papel fundamental que los amigos -que había tenido bastante abandonados durante su pololeo- tenían en su vida.
También aprendió, y no es trivial, a cuidarse de los admiradores con características de personalidad seductoras y, quizás lo más importante, Margarita se validó como una persona autónoma y con recursos para enfrentar situaciones críticas y a valorar lo que realmente es.
Pero si Margarita no hubiera tenido la posibilidad de vivir esta crisis y recuperarse de la ruptura, las consecuencias para su desarrollo personal hubieran sido tóxicas. Eventualmente podría haberse insegurizado, quizás quedarse con la idea que así son los hombres y no aprender a elegir ni a construir relaciones nutritivas.
Es por ello que en las crisis es necesario contar con ayuda y el soporte emocional de las personas significativas, para tener la posibilidad de salir fortalecido y aprender de la situación vivida.
Las crisis son situaciones que muchas veces sobrepasan los recursos emocionales de las personas afectadas. Son cambios bruscos que hacen que la vida después de un determinado suceso no sea la misma. No se trata necesariamente de acontecimientos negativos, sino que de hechos que marcan la existencia.
Para los niños podría tratarse de un cambio de casa, la entrada al colegio, la muerte de un abuelo y en fin, tantas otras situaciones que le generan un sinnúmero de fuertes emociones, algunas veces muy encontradas.
Cuando los eventos a los que los niños o los adolescentes se deben enfrentar son de signo negativo, las exigencias emocionales serán mayores y necesitará de mucho apoyo y recursos emocionales para salir crecidos de la situación y no necesariamente devastados por el sufrimiento.
Margarita, una adolescente enfrentada a la necesidad de terminar su primer romance, al tomar conciencia que su seductor pololo era una persona infiel tuvo una severa crisis emocional. Lógicamente, su reacción ante el engaño, además del enorme dolor que la invadía, fue acompañada de un sentimiento de no querer seguir viviendo.
El apoyo de su familia, pero sobre todo de sus amigos, fue fundamental; ellos la consolaron y le dieron soporte emocional con esas frases hechas para las crisis, que por lo demás están llenas de sabiduría. En boca de los padres estas opiniones como: “No sabes lo que has ganado” provocan rechazo y sensación de ser incomprendida: “Es que ustedes no se dan cuenta de que estoy enamorada”, decía a sus padres esta adolescente.
En cambio, las opiniones de los amigos son esenciales para la superación emocional, como por ejemplo cuando su mejor amiga le decía: “Él pierde más que tú”, “Esta experiencia te enseñará”, “Tienes que ser fuerte y mostrarle quién eres”. A ella, estas opiniones le hacían sentido y la consolaban.
Las crisis pueden ser concebidas como una oportunidad para cambiar, recuperarse y salir fortalecido. Margarita, por ejemplo, pasado el primer impacto, y de la tristeza natural -a la que no hay que tener tanto miedo- logró tomar conciencia de lo que tenía que negarse ella para mantener la relación. En su interés por conservar el amor de quien realmente no la quería, se había transformado en alguien que tenía muy poco que ver con su identidad real.
Tener pena es normal. Evitar a toda costa a los niños y a los adolescentes las penas y el dolor puede conducirlos a tener personalidades disociativas. Estas personalidades son peligrosas, porque pueden hacer cosas horribles sin tener el correlato emocional apropiado.
Margarita experimentó después de unos meses una sensación de genuina libertad que le permitió salir de la crisis convertida en una mejor persona. Pero además fue una enorme oportunidad de aprendizaje y de reestructuración personal. Aprendió lo importante que era el afecto incondicional a los de sus padres. Validó el papel fundamental que los amigos -que había tenido bastante abandonados durante su pololeo- tenían en su vida.
También aprendió, y no es trivial, a cuidarse de los admiradores con características de personalidad seductoras y, quizás lo más importante, Margarita se validó como una persona autónoma y con recursos para enfrentar situaciones críticas y a valorar lo que realmente es.
Pero si Margarita no hubiera tenido la posibilidad de vivir esta crisis y recuperarse de la ruptura, las consecuencias para su desarrollo personal hubieran sido tóxicas. Eventualmente podría haberse insegurizado, quizás quedarse con la idea que así son los hombres y no aprender a elegir ni a construir relaciones nutritivas.
Es por ello que en las crisis es necesario contar con ayuda y el soporte emocional de las personas significativas, para tener la posibilidad de salir fortalecido y aprender de la situación vivida.