Por Neva Milicic, sicóloga.
Las personas a las que les va bien y disfrutan la vida no sólo lo hacen bien y se esfuerzan, sino que tienen una característica de personalidad importante, que consiste en estar abierto a mirar la realidad y ver las oportunidades que se les presentan, asumiendo una actitud activa de aprovecharlas. Esta es una competencia que se puede desarrollar al interior de la familia.
Aprovechar las oportunidades supone percibirlas y estar abierto a los cambios que implican tomar los desafíos. Para ello, es necesario hacer los esfuerzos necesarios para realizar lo que cada nuevo reto exige.
Muchas veces será imprescindible hacer modificaciones significativas en las rutinas y los hábitos de vida para concretar las oportunidades. Así, por ejemplo, si un niño se informa que hay una beca deberá hacer los trámites correspondientes. Si la beca es para aprender idiomas, tendrá que dejarse tiempo para ir a clases, estudiar y perseverar hasta terminar el curso.
La aventura de vivir implica liberarse del miedo patológico a lo desconocido, y cuando nos va mal, aprender a hacer borrón y cuenta nueva para volver a partir. En algunas familias hay una clara aversión al riesgo. Asumir un riesgo por supuesto es también contemplar la posibilidad de un fracaso.
En algunos países, el que alguien haya fracasado y vuelva a empezar es un punto a favor, ya que señala que quien así actúa, tiene realmente espíritu emprendedor.
Muy relacionada con la capacidad de aprovechar las oportunidades se encuentra el optimismo. Sembrar optimismo en los niños es un factor protector frente a la desesperanza y la apatía. Los niños y las personas pesimistas tienen miedo de fracasar porque no tienen confianza en sí mismos y les da miedo arriesgarse.
De algún modo, toda oportunidad implica un riesgo y si la persona es pesimista va a pensar sólo en lo negativo, y así obviamente va a asumir una actitud de rechazo a enfrentar cualquier situación nueva.
El optimismo no puede ser una negación de los aspectos problemáticos de la realidad, pero sí es una actitud en que hay un enfoque en los aspectos positivos y confianza en la capacidad que se tiene para superar las dificultades. Frente a las dificultades y limitaciones, la actitud debe ser vivir con esa limitación, pero no vivir para esa limitación.
Una de las oportunidades que la vida trae es la capacidad de estar, convivir y trabajar con personas que nos son nutritivas y nos enriquecen con su optimismo. Estar con quienes tienen esta actitud nos hace más positivos y favorece la convivencia social.
Algunas características de las personas optimistas son:
Miran el mundo con esperanza; a pesar de las dificultades andan de buen ánimo.
Miran más bien los aspectos positivos de la realidad y en síntesis confían en su capacidad de realizar las cosas.
Usando la bien conocida metáfora “mirar una copa que esta media, la describen como medio llena”.
A la inversa, las personas pesimistas, sean niños, adolescentes o adultos, mantienen una actitud desesperanzada; en sus gestos y conducta predomina la tristeza. Se focalizan en los aspectos negativos de la realidad y no tienen confianza en sí mismos. En síntesis, la metáfora aquí es que “mirar una copa que está llena hasta la mitad, la definen como medio vacía”.
Las personas a las que les va bien y disfrutan la vida no sólo lo hacen bien y se esfuerzan, sino que tienen una característica de personalidad importante, que consiste en estar abierto a mirar la realidad y ver las oportunidades que se les presentan, asumiendo una actitud activa de aprovecharlas. Esta es una competencia que se puede desarrollar al interior de la familia.
Aprovechar las oportunidades supone percibirlas y estar abierto a los cambios que implican tomar los desafíos. Para ello, es necesario hacer los esfuerzos necesarios para realizar lo que cada nuevo reto exige.
Muchas veces será imprescindible hacer modificaciones significativas en las rutinas y los hábitos de vida para concretar las oportunidades. Así, por ejemplo, si un niño se informa que hay una beca deberá hacer los trámites correspondientes. Si la beca es para aprender idiomas, tendrá que dejarse tiempo para ir a clases, estudiar y perseverar hasta terminar el curso.
La aventura de vivir implica liberarse del miedo patológico a lo desconocido, y cuando nos va mal, aprender a hacer borrón y cuenta nueva para volver a partir. En algunas familias hay una clara aversión al riesgo. Asumir un riesgo por supuesto es también contemplar la posibilidad de un fracaso.
En algunos países, el que alguien haya fracasado y vuelva a empezar es un punto a favor, ya que señala que quien así actúa, tiene realmente espíritu emprendedor.
Muy relacionada con la capacidad de aprovechar las oportunidades se encuentra el optimismo. Sembrar optimismo en los niños es un factor protector frente a la desesperanza y la apatía. Los niños y las personas pesimistas tienen miedo de fracasar porque no tienen confianza en sí mismos y les da miedo arriesgarse.
De algún modo, toda oportunidad implica un riesgo y si la persona es pesimista va a pensar sólo en lo negativo, y así obviamente va a asumir una actitud de rechazo a enfrentar cualquier situación nueva.
El optimismo no puede ser una negación de los aspectos problemáticos de la realidad, pero sí es una actitud en que hay un enfoque en los aspectos positivos y confianza en la capacidad que se tiene para superar las dificultades. Frente a las dificultades y limitaciones, la actitud debe ser vivir con esa limitación, pero no vivir para esa limitación.
Una de las oportunidades que la vida trae es la capacidad de estar, convivir y trabajar con personas que nos son nutritivas y nos enriquecen con su optimismo. Estar con quienes tienen esta actitud nos hace más positivos y favorece la convivencia social.
Algunas características de las personas optimistas son:
Miran el mundo con esperanza; a pesar de las dificultades andan de buen ánimo.
Miran más bien los aspectos positivos de la realidad y en síntesis confían en su capacidad de realizar las cosas.
Usando la bien conocida metáfora “mirar una copa que esta media, la describen como medio llena”.
A la inversa, las personas pesimistas, sean niños, adolescentes o adultos, mantienen una actitud desesperanzada; en sus gestos y conducta predomina la tristeza. Se focalizan en los aspectos negativos de la realidad y no tienen confianza en sí mismos. En síntesis, la metáfora aquí es que “mirar una copa que está llena hasta la mitad, la definen como medio vacía”.