Por Neva Milicic, sicóloga.
Una buena educación emocional supone que el niño o la niña aprenden a pensar y a decidir por sí mismos. Ello supone un cambio en la forma de relación de los padres con sus hijos. La interacción debe estar marcada más que por aquello que queremos que haga y diga; estar intencionada a que desarrolle la capacidad de pensar en forma autónoma, lo que necesita hacer o lo que quiere decir.
Esto es más importante cuando los niños reciben tanta información, ya dada desde el televisor, o desde el computador, e incluso desde el colegio, lo que ha llevado a ciertos autores a pensar que los niños pueden llegar a sufrir una verdadera atrofia del pensamiento autónomo y de la creatividad.
Los niños, quizás con sabiduría, ante tanta información a la que están expuestos, muchas veces ni siquiera escuchan lo que los adultos que están a su cargo tienen que decirles. Con frecuencia, los padres se quejan: “Parece como si no me escuchara”.
Plantearse como objetivo educacional el aprender a pensar en forma autónoma requiere de los padres un manejo de las propias emociones que les permita frenarse cuando el niño o la niña se encuentran en un dilema, ya que la tentación natural es decirle qué y cómo hacer.
La situación de Santiago es un ejemplo de una oportunidad para permitirles pensar en forma autónoma. Santiago está complicado porque tiene dos cumpleaños el mismo día. Uno de sus amigos, Roberto, lo celebra con un cumpleaños corriente y de bajo perfil; pero, claro, es su mejor amigo. En tanto que el cumpleaños de Marcelo promete ser, como de costumbre, todo un evento social, ya que es un lugar con piscina y todos los años hay juegos y concursos, que son temas de conversación por un buen tiempo.
Los padres pueden tener la tentación de sugerirle rápidamente que asuma la conducta que les parece más apropiada al sistema de valores familiares. Al hacerlo están desperdiciando una excelente oportunidad de que el niño reflexione en forma autónoma; lo aconsejable sería que el niño pudiera utilizar a los padres sólo como un espejo que actúa como un escucha activo, pero no presiona a tomar una decisión, para que el niño pase por un proceso autorreflexivo que incluya además la forma de explicar y reparar de algún modo con el niño a cuyo cumpleaños Santiago decida no ir.
Por supuesto usted puede intervenir, y encontrar argumentos, pero intente no repetirse en su argumentación y sea breve. Se trata de mostrarle a su hijo la otra cara de la medalla, pero no de imponerles la solución, salvo que sea dañina para el niño o atente contra los derechos de otro.
No descalifique las proposiciones de los niños; es necesario aprender a legitimar sus juicios para que él confíe en sus propias decisiones y desarrolle la capacidad, a través de sus procesos internos, de anticipar y de utilizar modos operativos propios.
El pensar en forma autónoma desarrolla el monólogo interior, que es una de las formas más enriquecedoras del lenguaje interno. El lenguaje interno es una poderosa forma de conocimiento de sí mismo; es una de las áreas de la inteligencia emocional, como una brújula interna, que va indicando al niño o a la niña los caminos a seguir. Este proceso de pensar por sí mismo, cuando se estimula desde edades tempranas, favorece los circuitos nueuropsicológicos reflexivos. Si nos acostumbramos a preguntar frente a las demandas del niño ¿Qué piensas tú? o bien ¿Qué opinas al respecto? o ¿Cómo imaginas que se podría resolver? sin adelantarnos a darles soluciones prefabricadas, estaríamos en el camino correcto para favorecer en nuestros hijos un pensamiento autónomo.
Una buena educación emocional supone que el niño o la niña aprenden a pensar y a decidir por sí mismos. Ello supone un cambio en la forma de relación de los padres con sus hijos. La interacción debe estar marcada más que por aquello que queremos que haga y diga; estar intencionada a que desarrolle la capacidad de pensar en forma autónoma, lo que necesita hacer o lo que quiere decir.
Esto es más importante cuando los niños reciben tanta información, ya dada desde el televisor, o desde el computador, e incluso desde el colegio, lo que ha llevado a ciertos autores a pensar que los niños pueden llegar a sufrir una verdadera atrofia del pensamiento autónomo y de la creatividad.
Los niños, quizás con sabiduría, ante tanta información a la que están expuestos, muchas veces ni siquiera escuchan lo que los adultos que están a su cargo tienen que decirles. Con frecuencia, los padres se quejan: “Parece como si no me escuchara”.
Plantearse como objetivo educacional el aprender a pensar en forma autónoma requiere de los padres un manejo de las propias emociones que les permita frenarse cuando el niño o la niña se encuentran en un dilema, ya que la tentación natural es decirle qué y cómo hacer.
La situación de Santiago es un ejemplo de una oportunidad para permitirles pensar en forma autónoma. Santiago está complicado porque tiene dos cumpleaños el mismo día. Uno de sus amigos, Roberto, lo celebra con un cumpleaños corriente y de bajo perfil; pero, claro, es su mejor amigo. En tanto que el cumpleaños de Marcelo promete ser, como de costumbre, todo un evento social, ya que es un lugar con piscina y todos los años hay juegos y concursos, que son temas de conversación por un buen tiempo.
Los padres pueden tener la tentación de sugerirle rápidamente que asuma la conducta que les parece más apropiada al sistema de valores familiares. Al hacerlo están desperdiciando una excelente oportunidad de que el niño reflexione en forma autónoma; lo aconsejable sería que el niño pudiera utilizar a los padres sólo como un espejo que actúa como un escucha activo, pero no presiona a tomar una decisión, para que el niño pase por un proceso autorreflexivo que incluya además la forma de explicar y reparar de algún modo con el niño a cuyo cumpleaños Santiago decida no ir.
Por supuesto usted puede intervenir, y encontrar argumentos, pero intente no repetirse en su argumentación y sea breve. Se trata de mostrarle a su hijo la otra cara de la medalla, pero no de imponerles la solución, salvo que sea dañina para el niño o atente contra los derechos de otro.
No descalifique las proposiciones de los niños; es necesario aprender a legitimar sus juicios para que él confíe en sus propias decisiones y desarrolle la capacidad, a través de sus procesos internos, de anticipar y de utilizar modos operativos propios.
El pensar en forma autónoma desarrolla el monólogo interior, que es una de las formas más enriquecedoras del lenguaje interno. El lenguaje interno es una poderosa forma de conocimiento de sí mismo; es una de las áreas de la inteligencia emocional, como una brújula interna, que va indicando al niño o a la niña los caminos a seguir. Este proceso de pensar por sí mismo, cuando se estimula desde edades tempranas, favorece los circuitos nueuropsicológicos reflexivos. Si nos acostumbramos a preguntar frente a las demandas del niño ¿Qué piensas tú? o bien ¿Qué opinas al respecto? o ¿Cómo imaginas que se podría resolver? sin adelantarnos a darles soluciones prefabricadas, estaríamos en el camino correcto para favorecer en nuestros hijos un pensamiento autónomo.