Por Neva Milicic, sicóloga.
Asumir la responsabilidad por las propias acciones y por lo que nos sucede, es una parte esencial del crecer y madurar.
Si bien es innegable que los adolescentes, a medida que van creciendo, se van reconociendo, en parte como producto de su historia personal, en la que influye la familia que han tenido, el grupo social al que pertenecen, los acontecimientos históricos que les ha tocado vivir y los contextos escolares en que se han desenvuelto. Sin embargo, hay una parte de lo que son y de lo que han hecho que es necesario que asuman como un logro personal.
Si bien los factores sociales explican parcialmente lo que cada persona llega a ser, existe sin duda un factor individual que constituye la libertad para hacer opciones y tomar decisiones. No es una libertad total, sino que es un margen de libertad, que hace que las personas sientan que tienen un grado de control sobre su existencia. Sentir que “soy yo el que decido”, que tengo un margen de autonomía en lo que hago, contribuye a percibirse como alguien que es responsable por lo que hace.
Una frase de Jean Paul Sartre, el filósofo francés citado en un artículo sobre los Relatos de vida de Marcela Cornejo y otros, me pareció particularmente iluminadora, “Hacer algo con aquello que han hecho de uno”, es decir, aprovechar ese margen de libertad para sentirse constructor de la propia vida.
Una manera de ayudar al niño y al adolescente en este proceso de sentirse responsable es darle la posibilidad de elegir y escuchar las razones que tiene para escoger una opción sobre otra, y legitimizar sus razones, haciendo confianza en sus decisiones.
Cambiar el clásico “haz esto o haz lo otro”, por algunas preguntas abierta, del tipo ¿Qué piensas hacer?, ¿cómo piensas lograrlo? Estas preguntas abiertas son una forma de que el niño o el adolescente se atribuyan la responsabilidad por sus acciones y no sientan que siempre son dirigidos por otros y se den cuenta que son ellos quienes tienen el control de sus acciones. No se trata de renunciar a la obligación y al derecho de guiar a los niños, pero se trata de validar y valorar en la medida de lo posible, la capacidad de niño de tomar decisiones y asumir el costo de ellas.
Pedir a los niños que nos relaten hechos que son significativos en su existencia, centrando las preguntas en temas como Cuéntame lo que hiciste sin usar por supuesto un tono inculpatorio o bien preguntar ¿Cómo fue que lo hiciste? o ¿Cómo te sentiste?
Es decir, escuchar y estimular a que nos cuenten lo que nos tienen que contar, asumiendo el rol de actor principal en el relato. A través de estos relatos, el niño o el adolescente va construyendo su propia identidad con un sentido, en que él se percibe sujeto y no objeto de lo que le sucede. Entenderá que en su singular historia de vida, él o ella tienen algo importante que decir o hacer. Una actitud de esta naturaleza ayuda al niño a sentirse protagonista de su propia historia.
Asumir la responsabilidad por las propias acciones y por lo que nos sucede, es una parte esencial del crecer y madurar.
Si bien es innegable que los adolescentes, a medida que van creciendo, se van reconociendo, en parte como producto de su historia personal, en la que influye la familia que han tenido, el grupo social al que pertenecen, los acontecimientos históricos que les ha tocado vivir y los contextos escolares en que se han desenvuelto. Sin embargo, hay una parte de lo que son y de lo que han hecho que es necesario que asuman como un logro personal.
Si bien los factores sociales explican parcialmente lo que cada persona llega a ser, existe sin duda un factor individual que constituye la libertad para hacer opciones y tomar decisiones. No es una libertad total, sino que es un margen de libertad, que hace que las personas sientan que tienen un grado de control sobre su existencia. Sentir que “soy yo el que decido”, que tengo un margen de autonomía en lo que hago, contribuye a percibirse como alguien que es responsable por lo que hace.
Una frase de Jean Paul Sartre, el filósofo francés citado en un artículo sobre los Relatos de vida de Marcela Cornejo y otros, me pareció particularmente iluminadora, “Hacer algo con aquello que han hecho de uno”, es decir, aprovechar ese margen de libertad para sentirse constructor de la propia vida.
Una manera de ayudar al niño y al adolescente en este proceso de sentirse responsable es darle la posibilidad de elegir y escuchar las razones que tiene para escoger una opción sobre otra, y legitimizar sus razones, haciendo confianza en sus decisiones.
Cambiar el clásico “haz esto o haz lo otro”, por algunas preguntas abierta, del tipo ¿Qué piensas hacer?, ¿cómo piensas lograrlo? Estas preguntas abiertas son una forma de que el niño o el adolescente se atribuyan la responsabilidad por sus acciones y no sientan que siempre son dirigidos por otros y se den cuenta que son ellos quienes tienen el control de sus acciones. No se trata de renunciar a la obligación y al derecho de guiar a los niños, pero se trata de validar y valorar en la medida de lo posible, la capacidad de niño de tomar decisiones y asumir el costo de ellas.
Pedir a los niños que nos relaten hechos que son significativos en su existencia, centrando las preguntas en temas como Cuéntame lo que hiciste sin usar por supuesto un tono inculpatorio o bien preguntar ¿Cómo fue que lo hiciste? o ¿Cómo te sentiste?
Es decir, escuchar y estimular a que nos cuenten lo que nos tienen que contar, asumiendo el rol de actor principal en el relato. A través de estos relatos, el niño o el adolescente va construyendo su propia identidad con un sentido, en que él se percibe sujeto y no objeto de lo que le sucede. Entenderá que en su singular historia de vida, él o ella tienen algo importante que decir o hacer. Una actitud de esta naturaleza ayuda al niño a sentirse protagonista de su propia historia.