En la Universidad Alberto Hurtado discuten el rol pedagógico que pueden tener los contenidos de la industria audiovisual dentro de la sala de clases.
Por Pamela Carrasco, El Mercurio
Las cifras son innegables. Según los últimos estudios del Consejo Nacional de Televisión, los niños consumen cerca de tres horas de televisión al día. Si a esto se le suma el cine, los videojuegos y la publicidad, el resultado son jóvenes que pasan buena parte de sus vidas expuestos a un bombardeo de imágenes.
Y ante esas evidencias, la escuela no se puede quedar indiferente.
Ese por lo menos es el llamado que hicieron académicos y cineastas en la charla "Literatura y Cine: ¿qué nos dice la escuela?", organizada por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (Cide), de la Universidad Alberto Hurtado.
Fuente de aprendizaje
"La institución escolar equipa los establecimientos con televisores, DVDs y computadores multimedia, pero consideran estos soportes como una herramienta para adquirir otros conocimientos y no como una fuente de conocimiento en sí", sostiene Dino Pancani, investigador del Cide.
Para él, las películas, los documentales y las noticias televisivas pueden ser un aporte muy importante, no sólo para ilustrar o reforzar ciertos conocimientos, sino para adquirir otros que por su naturaleza la literatura no puede entregar.
Y pone como ejemplo la película "Machuca". "Un profesor reduce la imagen si piensa que 'Machuca' pasa en la materia el proceso histórico y político que se vivió entre 1970 y 1973. En esa película podemos ver temas idiomáticos, de valores como la amistad; nos permite ver cómo era Chile y su entorno, etcétera. Hay un sinfín de aristas, a partir de las cuales podríamos trabajar pedagógicamente. El problema es que generalmente se tiende a pasar la anécdota, donde la imagen es explícita, y nada más", dice.
Javier Trimboli, investigador de Flacso Argentina, advierte que hay que estar consciente de que las construcciones que hacen el cine o la televisión pueden ser muy distintas para un mismo hecho, y esto es particularmente complejo cuando se refiere a la historia reciente.
"A pesar de esto, no hay que temerles a las imágenes dentro del aula. Es más, hay que partir de la base que toda imagen está fallada, y trabajar a partir de ahí. Las mismas fallas de estas imágenes muestran que son inútiles para ilustrar, y el desafío de la escuela es alejarse de la imagen como ilustración y ocuparla para reflexionar y aprender otras cosas", sostiene.
Doble desafío
Para Pancani, el incorporar las imágenes como otra fuente más de aprendizaje permitiría no sólo enriquecer la pedagogía, sino también crear consumidores de medios más críticos. Y aclara que esto no se trata de poner sólo documentales educativos en clases.
"El desafío tiene que ver con enseñarles a los estudiantes a ver aquello que a la escuela no le gusta que vean. Si dicen que los medios son culpables de la mala formación de los estudiantes, ¿por qué entonces la escuela continúa negando el estudio y el trabajo con las imágenes que presentan los medios de comunicación?", plantea el especialista.
Por Pamela Carrasco, El Mercurio
Las cifras son innegables. Según los últimos estudios del Consejo Nacional de Televisión, los niños consumen cerca de tres horas de televisión al día. Si a esto se le suma el cine, los videojuegos y la publicidad, el resultado son jóvenes que pasan buena parte de sus vidas expuestos a un bombardeo de imágenes.
Y ante esas evidencias, la escuela no se puede quedar indiferente.
Ese por lo menos es el llamado que hicieron académicos y cineastas en la charla "Literatura y Cine: ¿qué nos dice la escuela?", organizada por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (Cide), de la Universidad Alberto Hurtado.
Fuente de aprendizaje
"La institución escolar equipa los establecimientos con televisores, DVDs y computadores multimedia, pero consideran estos soportes como una herramienta para adquirir otros conocimientos y no como una fuente de conocimiento en sí", sostiene Dino Pancani, investigador del Cide.
Para él, las películas, los documentales y las noticias televisivas pueden ser un aporte muy importante, no sólo para ilustrar o reforzar ciertos conocimientos, sino para adquirir otros que por su naturaleza la literatura no puede entregar.
Y pone como ejemplo la película "Machuca". "Un profesor reduce la imagen si piensa que 'Machuca' pasa en la materia el proceso histórico y político que se vivió entre 1970 y 1973. En esa película podemos ver temas idiomáticos, de valores como la amistad; nos permite ver cómo era Chile y su entorno, etcétera. Hay un sinfín de aristas, a partir de las cuales podríamos trabajar pedagógicamente. El problema es que generalmente se tiende a pasar la anécdota, donde la imagen es explícita, y nada más", dice.
Javier Trimboli, investigador de Flacso Argentina, advierte que hay que estar consciente de que las construcciones que hacen el cine o la televisión pueden ser muy distintas para un mismo hecho, y esto es particularmente complejo cuando se refiere a la historia reciente.
"A pesar de esto, no hay que temerles a las imágenes dentro del aula. Es más, hay que partir de la base que toda imagen está fallada, y trabajar a partir de ahí. Las mismas fallas de estas imágenes muestran que son inútiles para ilustrar, y el desafío de la escuela es alejarse de la imagen como ilustración y ocuparla para reflexionar y aprender otras cosas", sostiene.
Doble desafío
Para Pancani, el incorporar las imágenes como otra fuente más de aprendizaje permitiría no sólo enriquecer la pedagogía, sino también crear consumidores de medios más críticos. Y aclara que esto no se trata de poner sólo documentales educativos en clases.
"El desafío tiene que ver con enseñarles a los estudiantes a ver aquello que a la escuela no le gusta que vean. Si dicen que los medios son culpables de la mala formación de los estudiantes, ¿por qué entonces la escuela continúa negando el estudio y el trabajo con las imágenes que presentan los medios de comunicación?", plantea el especialista.