Por Neva Milicic, sicóloga.
El prestigioso diario "Le Monde", en su edición del 14 de julio de 2008, inició una serie de reportajes para referirse a una relación tan compleja y fundamental como es la relación fraterna, ilustrándola a través de diferentes retratos de hermanos famosos.
En el primero de esta serie de reportajes, cita a la psiquiatra Silvie Angél, especialista en terapia familiar, quien describe la relación fraterna como una experiencia fundamental para la organización psíquica.
Según la psiquiatra, en esta relación se aprende del amor, de la rivalidad y se aprende de las diferencias, y todo ello ayuda a construir la propia identidad, en la experiencia de ser hermano o hermana.
En el reportaje se analiza un estudio no publicado de Robert Gary–Bobo y Ana Prieto del (CNRS) en una muestra de 12.000 hombres y 10.000 mujeres que habían salido del colegio en 1992, orientado a ver el efecto del orden de nacimiento en el éxito escolar.
Los investigadores encontraron que hay un efecto específico, el hermano mayor tiende a tener mejor rendimiento y a llegar más lejos en los estudios que los hermanos que le siguen. Este efecto es más significativo en las familias pobres. En las familias de mayor nivel socio cultural, por el contrario, en algunos casos ser hermano menor puede constituir una ventaja.
Ciertamente que el tema de los hermanos es más complejo que un estudio estadístico, pero entrega algunas pistas para poder disminuir las diferencias que surgen de algo tan poco posible de arreglar, como es el orden de nacimiento de los hijos.
Sin embargo, cabe plantearse por qué el rendimiento podría ser menor. Quizás el argumento más convincente es que la cantidad de estimulación cognitiva que recibe el niño que nace después es menor, porque los padres tienen menos recursos disponibles emocionales y cognitivos, ya que están más cansados y deben afrontar más demandas de los diferentes hijos.
El tema de la equidad, de los espacios y oportunidades equivalentes a todos los hijos es la clave para que cada hijo tenga las mismas posibilidades que sus hermanos y además para que se sienta justamente tratado.
Posiblemente no haya una relación con más vínculos y con más conflictos que la de los hermanos, por la intimidad que ella supone. Es una relación de intimidad no elegida donde se comparte todo: el amor de los padres, el tiempo disponible, los juguetes y el cariño de los familiares que constituyen la familia extensa.
Es, sin duda, la relación que crea los vínculos más fuertes, sean estos positivos o negativos, y con mucha frecuencia, por no decir siempre, es ambivalente.
Ante las consultas sobre problemas con los hermanos, me permito sugerir un libro para niños entre 8 y 11 años, del cual soy autora. Su título es "¿Por qué peleamos?". Leerlo puede ayudar a entender que pelear es normal, el tema es el cómo y el cuánto, y, sobre todo, que primen los vínculos positivos sobre los negativos.
Cuidar esta relación aceptando la normalidad de las peleas es un tema para construir una familia en que los lazos entre los hermanos sean en la vida futura, un espacio de afecto y de seguridad.
Cada familia, en la medida de sus posibilidades, sin hacer diferencias por posición o talentos, debe adecuar las oportunidades de estimulación a las características de cada niño.
No enseñarles a todos violín, sobre todo si alguno no tiene condiciones musicales. Pero estar alerta, darse cuenta de cuáles son las competencias que es necesario desarrollar en cada hijo y repartir equitativamente los recursos.
El prestigioso diario "Le Monde", en su edición del 14 de julio de 2008, inició una serie de reportajes para referirse a una relación tan compleja y fundamental como es la relación fraterna, ilustrándola a través de diferentes retratos de hermanos famosos.
En el primero de esta serie de reportajes, cita a la psiquiatra Silvie Angél, especialista en terapia familiar, quien describe la relación fraterna como una experiencia fundamental para la organización psíquica.
Según la psiquiatra, en esta relación se aprende del amor, de la rivalidad y se aprende de las diferencias, y todo ello ayuda a construir la propia identidad, en la experiencia de ser hermano o hermana.
En el reportaje se analiza un estudio no publicado de Robert Gary–Bobo y Ana Prieto del (CNRS) en una muestra de 12.000 hombres y 10.000 mujeres que habían salido del colegio en 1992, orientado a ver el efecto del orden de nacimiento en el éxito escolar.
Los investigadores encontraron que hay un efecto específico, el hermano mayor tiende a tener mejor rendimiento y a llegar más lejos en los estudios que los hermanos que le siguen. Este efecto es más significativo en las familias pobres. En las familias de mayor nivel socio cultural, por el contrario, en algunos casos ser hermano menor puede constituir una ventaja.
Ciertamente que el tema de los hermanos es más complejo que un estudio estadístico, pero entrega algunas pistas para poder disminuir las diferencias que surgen de algo tan poco posible de arreglar, como es el orden de nacimiento de los hijos.
Sin embargo, cabe plantearse por qué el rendimiento podría ser menor. Quizás el argumento más convincente es que la cantidad de estimulación cognitiva que recibe el niño que nace después es menor, porque los padres tienen menos recursos disponibles emocionales y cognitivos, ya que están más cansados y deben afrontar más demandas de los diferentes hijos.
El tema de la equidad, de los espacios y oportunidades equivalentes a todos los hijos es la clave para que cada hijo tenga las mismas posibilidades que sus hermanos y además para que se sienta justamente tratado.
Posiblemente no haya una relación con más vínculos y con más conflictos que la de los hermanos, por la intimidad que ella supone. Es una relación de intimidad no elegida donde se comparte todo: el amor de los padres, el tiempo disponible, los juguetes y el cariño de los familiares que constituyen la familia extensa.
Es, sin duda, la relación que crea los vínculos más fuertes, sean estos positivos o negativos, y con mucha frecuencia, por no decir siempre, es ambivalente.
Ante las consultas sobre problemas con los hermanos, me permito sugerir un libro para niños entre 8 y 11 años, del cual soy autora. Su título es "¿Por qué peleamos?". Leerlo puede ayudar a entender que pelear es normal, el tema es el cómo y el cuánto, y, sobre todo, que primen los vínculos positivos sobre los negativos.
Cuidar esta relación aceptando la normalidad de las peleas es un tema para construir una familia en que los lazos entre los hermanos sean en la vida futura, un espacio de afecto y de seguridad.
Cada familia, en la medida de sus posibilidades, sin hacer diferencias por posición o talentos, debe adecuar las oportunidades de estimulación a las características de cada niño.
No enseñarles a todos violín, sobre todo si alguno no tiene condiciones musicales. Pero estar alerta, darse cuenta de cuáles son las competencias que es necesario desarrollar en cada hijo y repartir equitativamente los recursos.