Por Neva Milicic, sicóloga.
La mamá de Carmen consulta porque ella a sus ocho años tiene eccesos de rabia en los que les dice cosas horribles a sus hermanos, a sus amigas y también a sus padres. Además a la niña le cuesta planificarse y ordenarse, con los tiempos y con los materiales para cumplir metas y con sus trabajos escolares. Cuando quiere algo, lo quiere de inmediato y lo exige en forma imperiosa. Le resulta difícil postergar la gratificación.
La preocupación de la mamá de Carmencita por su hija está plenamente justificada. La capacidad de autorregulación es clave en la inteligencia emocional, porque favorece la convivencia social y la productividad.
El control de impulsos es un mecanismo esencial en la convivencia social, y las personas que no lo logran regular adecuadamente están más expuestos a tener conflictos interpersonales y a ser rechazados por su medio social.
Aprender a autocontrolarse es un mecanismo de autorregulación que se relaciona con:
- La capacidad productiva.
- Con el cumplimiento o incumpliendo de los propósitos.
- Con la forma de resolver los conflictos.
- La capacidad de prevenir accidentes.
- Hacer elecciones correctas.
Los niños que no desarrollan autocontrol son más impulsivos, tienen más conflictos interpersonales y están más propensos a tener trastornos de alimentación o a sufrir adicciones de diferentes tipos.
La capacidad de ejercer un control voluntario sobre los impulsos comienza a los dos años, y debe iniciarse su aprendizaje al comienzo con metas pequeñas. En la medida que los niños perciban que son capaces de lograr los objetivos que se proponen, se irán percibiendo a sí mismos como personas más autorreguladas. Y con esa creencia positiva acerca de sí mismos podrán ejercer un mejor control de sus impulsos, ya que tendrán una sensación de autoeficacia.
Esta capacidad de autorregulación, que en términos habituales, conocemos como fuerza de voluntad, está influida por factores genéticos, pero se puede lograr desarrollar a través de diversas estratégicas educativas.
Es muy importante señalarle a los niños y a las niñas, que si bien es legítimo sentir lo que se siente, se hace necesario controlar lo que hacemos con nuestros sentimientos. Es necesario aprender a “Mandar las rabias”, porque nos pueden llevar a cometer actos de los que después nos arrepentimos. Se les pueden dar algunos ejemplos. Para niños lectores sobre los 9 años, para favorecer el desarrollo del autocontrol, escribí hace algún tiempo un libro publicado por la Editorial Universitaria, llamado “Las Rabias de Martín” en que un niño aprende a controlar sus rabias, a través de la toma de conciencia de los efectos que tiene la rabia en sus relaciones con los demás.
La biblioterapia es una forma de desarrollo personal, en la cual, a través de un personaje que tiene problemas semejantes a los que puedan tener los niños, se va favoreciendo el aprendizaje emocional. Se busca en este caso que el niño vaya interiorizando los riesgos del descontrol, las ventajas de autocontrolarse, así como se ilustran algunas estrategias, que pueden ser útiles.
Para conversar con los niños o proponerles metas de autocontrol, es necesario que padres e hijos estén en buena disposición y una actitud optimista respecto a su capacidad de lograrlo. Muchas veces se intenta enseñar, cuando ha habido un conflicto, lo que desalienta el aprendizaje.
El aprendizaje por modelo es central, está demostrado que los niños que tienen vínculos positivos con sus padres y en que ellos son buenos modelos de autorregulación, les resulta más fácil aprender a autocontrolarse, regular sus impulsos y sus emociones, así como a planificarse.
La mamá de Carmen consulta porque ella a sus ocho años tiene eccesos de rabia en los que les dice cosas horribles a sus hermanos, a sus amigas y también a sus padres. Además a la niña le cuesta planificarse y ordenarse, con los tiempos y con los materiales para cumplir metas y con sus trabajos escolares. Cuando quiere algo, lo quiere de inmediato y lo exige en forma imperiosa. Le resulta difícil postergar la gratificación.
La preocupación de la mamá de Carmencita por su hija está plenamente justificada. La capacidad de autorregulación es clave en la inteligencia emocional, porque favorece la convivencia social y la productividad.
El control de impulsos es un mecanismo esencial en la convivencia social, y las personas que no lo logran regular adecuadamente están más expuestos a tener conflictos interpersonales y a ser rechazados por su medio social.
Aprender a autocontrolarse es un mecanismo de autorregulación que se relaciona con:
- La capacidad productiva.
- Con el cumplimiento o incumpliendo de los propósitos.
- Con la forma de resolver los conflictos.
- La capacidad de prevenir accidentes.
- Hacer elecciones correctas.
Los niños que no desarrollan autocontrol son más impulsivos, tienen más conflictos interpersonales y están más propensos a tener trastornos de alimentación o a sufrir adicciones de diferentes tipos.
La capacidad de ejercer un control voluntario sobre los impulsos comienza a los dos años, y debe iniciarse su aprendizaje al comienzo con metas pequeñas. En la medida que los niños perciban que son capaces de lograr los objetivos que se proponen, se irán percibiendo a sí mismos como personas más autorreguladas. Y con esa creencia positiva acerca de sí mismos podrán ejercer un mejor control de sus impulsos, ya que tendrán una sensación de autoeficacia.
Esta capacidad de autorregulación, que en términos habituales, conocemos como fuerza de voluntad, está influida por factores genéticos, pero se puede lograr desarrollar a través de diversas estratégicas educativas.
Es muy importante señalarle a los niños y a las niñas, que si bien es legítimo sentir lo que se siente, se hace necesario controlar lo que hacemos con nuestros sentimientos. Es necesario aprender a “Mandar las rabias”, porque nos pueden llevar a cometer actos de los que después nos arrepentimos. Se les pueden dar algunos ejemplos. Para niños lectores sobre los 9 años, para favorecer el desarrollo del autocontrol, escribí hace algún tiempo un libro publicado por la Editorial Universitaria, llamado “Las Rabias de Martín” en que un niño aprende a controlar sus rabias, a través de la toma de conciencia de los efectos que tiene la rabia en sus relaciones con los demás.
La biblioterapia es una forma de desarrollo personal, en la cual, a través de un personaje que tiene problemas semejantes a los que puedan tener los niños, se va favoreciendo el aprendizaje emocional. Se busca en este caso que el niño vaya interiorizando los riesgos del descontrol, las ventajas de autocontrolarse, así como se ilustran algunas estrategias, que pueden ser útiles.
Para conversar con los niños o proponerles metas de autocontrol, es necesario que padres e hijos estén en buena disposición y una actitud optimista respecto a su capacidad de lograrlo. Muchas veces se intenta enseñar, cuando ha habido un conflicto, lo que desalienta el aprendizaje.
El aprendizaje por modelo es central, está demostrado que los niños que tienen vínculos positivos con sus padres y en que ellos son buenos modelos de autorregulación, les resulta más fácil aprender a autocontrolarse, regular sus impulsos y sus emociones, así como a planificarse.