Por Neva Milicic, sicóloga. Para cualquier padre es sumamente doloroso plantearse la sola idea que su hijo pueda ser un niño violento y que pueda estar teniendo conductas agresivas y de acoso hacia sus compañeros. Es más frecuente que pidan ayuda los padres de los niños que son víctimas de actos crueles de sus compañeros, que las familias de los niños que ejercen la violencia. Es un hecho que no deja de ser preocupante. Un niño que agrede necesita tanto o más ayuda que un niño que es hostigado, porque su pronóstico es más complejo y su tendencia a hacer sufrir a los demás puede derivar en problemas mayores en el futuro si no se para a tiempo. Cuando la angustia es muy fuerte, ante los problemas de los hijos, muchas personas tienden a negar el problema y no quieren aceptarlo aduciendo, por ejemplo, que todos los niños son peleadores. Lo único que se obtiene con esta actitud minimizadora de las dificultades es que el problema se haga mayor. El niño o la niña agresivo concluye que es fáci
Asociación de Padres de Familia del Instituto de Humanidades Luis Campino | Santiago de Chile