Por Neva Milicic, sicóloga.
Es importante como padres estar alerta a eventuales situaciones de hostigamiento que pudieran sufrir nuestros hijos, ya que un estudio realizado por el Ministerio de Educación de Japón señala que el 50% de los padres no está enterado cuando sus hijos están siendo víctimas de acoso.
En la medida que los niños son intimidados por el agresor, muchas veces guardan silencio por miedo a las amenazas de represalias que los agresores les han hecho explícitamente.
Si ellos hacen una denuncia de que han sido hostigados, sus acosadores los amenazan con las venganzas más increíbles.
Como en su mayoría los niños hostigados han desarrollado poca capacidad de autodefensa, tienen poca confianza en sí mismos, se sienten vulnerables frente a la agresión de sus compañeros.
Según los estudios, también piensan que ni sus padres ni sus profesores podrán ser efectivos en defenderlos.
Clemente, de nueve años, que fue víctima de acoso escolar, con violencia de tipo sexual sin llegar a la penetración, estuvo seis meses sufriendo una situación que lo humillaba y lo hacía sentirse culpable y aterrorizado.
Al preguntarle por qué no había conversado con sus padres, respondió que si su agresor se enteraba de que lo había acusado, lo mataría y que no creía que sus padres pudieran defenderlo.
El problema de la violencia escolar radica en múltiples causas, algunas derivadas de la psicopatología de los agresores, otras derivadas de una organización escolar que no da suficiente protección y otras que se relacionan con la estructura de personalidad del niño agredido.
En este texto queremos poner énfasis en este último aspecto para que los padres estén atentos a las señales que pueden indicar que un niño está siendo hostilizado o que por sus características de personalidad podría transformarse en una víctima en el futuro.
Una característica de personalidad importante es que habitualmente el niño o la niña presenta retraimiento social y tiene poca seguridad en sí mismo.
Como consecuencia de ello desarrolla pocas interacciones sociales, se siente excluido y no cuenta con la capacidad de tomar iniciativa para integrarse a los grupos.
Los niños que han sido acosados relatan con frecuencia el ser maltratados, ridiculizados o humillados, razón por la cual en casos extremos no quieren ir al colegio y muchas veces pierden el interés por aprender.
Es necesario estar alerta a las expresiones artísticas o escritos del niño, muchas veces sus dibujos reflejan la violencia recibida. Dibujar personas muy agresivas, o muy pequeñas puede ser un indicador.
Los padres pueden ayudar al niño creando un ambiente para que pueda expresarse libremente sin sentirse avergonzado de sus miedos.
Es necesario ayudarle a recuperar la confianza en sí mismo, pero si no ello se logra desde el contexto familiar, se aconseja brindar acceso a un tratamiento psicoterapéutico.
Se puede favorecer en el niño una actitud de ignorar cada vez que sea posible al agresor o descalificar interiormente al agresor: “A mí no puede importarme lo que dijo alguien tan mala leche”.
Por supuesto debe ser su lenguaje interno, sin expresarlo al agresor. También puede ser utilidad aprender a expresar asertivamente la molestia, diciendo si eso es posible. “Para ya, me molestan tus bromas”.
Algunos autores recomiendan cuando la agresión es verbal, expresar acuerdo con el agresor, ya que ello los confunde. Si te dicen “cabeza de zanahoria” decirle, “sí, efectivamente soy colorín”.
En la medida que el agresor no consiga el objetivo de herirlo, es posible que lo deje en paz.
No hay que subestimar el daño que puede hacerle a un niño ser víctima de violencia, hay que estar alerta a ayudar, sin sobrerreaccionar, ya que ello puede aumentar en el niño o la niña los sentimientos de incompetencia.
Hay que favorecer la idea que con ayuda será capaz de enfrentar el problema y no dejarse amedrentar por el agresor.
Es importante como padres estar alerta a eventuales situaciones de hostigamiento que pudieran sufrir nuestros hijos, ya que un estudio realizado por el Ministerio de Educación de Japón señala que el 50% de los padres no está enterado cuando sus hijos están siendo víctimas de acoso.
En la medida que los niños son intimidados por el agresor, muchas veces guardan silencio por miedo a las amenazas de represalias que los agresores les han hecho explícitamente.
Si ellos hacen una denuncia de que han sido hostigados, sus acosadores los amenazan con las venganzas más increíbles.
Como en su mayoría los niños hostigados han desarrollado poca capacidad de autodefensa, tienen poca confianza en sí mismos, se sienten vulnerables frente a la agresión de sus compañeros.
Según los estudios, también piensan que ni sus padres ni sus profesores podrán ser efectivos en defenderlos.
Clemente, de nueve años, que fue víctima de acoso escolar, con violencia de tipo sexual sin llegar a la penetración, estuvo seis meses sufriendo una situación que lo humillaba y lo hacía sentirse culpable y aterrorizado.
Al preguntarle por qué no había conversado con sus padres, respondió que si su agresor se enteraba de que lo había acusado, lo mataría y que no creía que sus padres pudieran defenderlo.
El problema de la violencia escolar radica en múltiples causas, algunas derivadas de la psicopatología de los agresores, otras derivadas de una organización escolar que no da suficiente protección y otras que se relacionan con la estructura de personalidad del niño agredido.
En este texto queremos poner énfasis en este último aspecto para que los padres estén atentos a las señales que pueden indicar que un niño está siendo hostilizado o que por sus características de personalidad podría transformarse en una víctima en el futuro.
Una característica de personalidad importante es que habitualmente el niño o la niña presenta retraimiento social y tiene poca seguridad en sí mismo.
Como consecuencia de ello desarrolla pocas interacciones sociales, se siente excluido y no cuenta con la capacidad de tomar iniciativa para integrarse a los grupos.
Los niños que han sido acosados relatan con frecuencia el ser maltratados, ridiculizados o humillados, razón por la cual en casos extremos no quieren ir al colegio y muchas veces pierden el interés por aprender.
Es necesario estar alerta a las expresiones artísticas o escritos del niño, muchas veces sus dibujos reflejan la violencia recibida. Dibujar personas muy agresivas, o muy pequeñas puede ser un indicador.
Los padres pueden ayudar al niño creando un ambiente para que pueda expresarse libremente sin sentirse avergonzado de sus miedos.
Es necesario ayudarle a recuperar la confianza en sí mismo, pero si no ello se logra desde el contexto familiar, se aconseja brindar acceso a un tratamiento psicoterapéutico.
Se puede favorecer en el niño una actitud de ignorar cada vez que sea posible al agresor o descalificar interiormente al agresor: “A mí no puede importarme lo que dijo alguien tan mala leche”.
Por supuesto debe ser su lenguaje interno, sin expresarlo al agresor. También puede ser utilidad aprender a expresar asertivamente la molestia, diciendo si eso es posible. “Para ya, me molestan tus bromas”.
Algunos autores recomiendan cuando la agresión es verbal, expresar acuerdo con el agresor, ya que ello los confunde. Si te dicen “cabeza de zanahoria” decirle, “sí, efectivamente soy colorín”.
En la medida que el agresor no consiga el objetivo de herirlo, es posible que lo deje en paz.
No hay que subestimar el daño que puede hacerle a un niño ser víctima de violencia, hay que estar alerta a ayudar, sin sobrerreaccionar, ya que ello puede aumentar en el niño o la niña los sentimientos de incompetencia.
Hay que favorecer la idea que con ayuda será capaz de enfrentar el problema y no dejarse amedrentar por el agresor.