Por Neva Milicic, sicóloga.
Muchas veces los adultos se refugian en la idea irracional que los niños no se dan cuenta de lo que se está conversando, subestimando su capacidad de comprensión.
Por lo mismo, muchas veces hablan delante de ellos acerca de temáticas que por su contenido pueden preocupar a los niños, lo que implica un cierto grado de negligencia o al menos de descuido, acerca de la vulnerabilidad de los niños, en esta etapa de desarrollo.
Es verdad que a veces los niños puede que no capten del todo la semántica, es decir el significado de lo que se dice, pero el tono de voz, las inflexiones, los silencios que siguen a algunas expresiones hirientes son comprensibles para ellos.
Además, el lenguaje corporal —como el movimiento de las manos, el fruncimiento de las cejas— permiten al niño percibir qué es lo que está sucediendo y a veces como no comprenden totalmente, imaginan cosas peores por lo que pueden experimentar mucho sufrimiento, a raíz de interpretaciones erróneas de los mensajes que escuchan.
Esto quiere decir que los niños a veces no comprenden exactamente lo que sucede, pero sí registran que hay algo que anda mal o que hay problemas. Pero el mensaje agregado es: “No tienes que percibir lo que percibes”.
Es decir se le fomenta la tendencia a la negación de la realidad. Se hace sentir excluidos a los niños y a las niñas; se les está transmitiendo la idea de que no tienen derecho a preguntar.
De alguna forma si esta actitud es reiterada tiende a frenar al desarrollo intelectual del niño, ya que inhibe su curiosidad.
Cuando un niño o una niña sienten que no tienen permiso para registrar y comprender lo que se dice, captando tensiones ambientales sin poder expresarlas, es posible que las exprese en el cuerpo y se enferme.
Por ejemplo que empiece a comer compulsivamente como una forma de disminuir la ansiedad que tiene, porque los adultos le han puesto una barrera invisible, que dice: “no tienes que entender esto” o “esto no es para los niños”.
Muchas veces detrás de esta actitud hay un deseo real de cuidar a los niños, pero tenga conciencia que si el niño está presente, no tiene que hablar sobre cosas que no quiere que escuchen.
Los niños tienen una especie de antenas parabólicas, que les permiten captar las ondas que se emiten en los ambientes en que están inmersos.
Cuando el ambiente es muy tóxico, los sentimientos inundan al niño, sin saber los motivos, los que muchas veces en su fantasía son peores o al menos diferentes a lo que realmente está pasando.
El niño capta el mar de fondo, es como escuchar la música de una canción pero no tener acceso a la letra. Igual se capta que hay músicas tristes, alegres, nostálgicas o esperanzadoras, aunque no se tenga acceso al contenido exacto.
Es verdad que en algunas ocasiones es preferible no adelantar algunos temas a los niños, mientras no se tengan certezas, por ejemplo si hay sospecha de una enfermedad.
Pero vuelvo a insistir, en ese caso, es mejor no referirse al problema delante de ellos. Pero si hay confirmación es necesario respetar su derecho a la verdad, adecuando la información a su capacidad de comprensión.
Recuerde que los niños tiene censores a los cuales es difícil engañar y a lo mejor aprende, al ser dejado fuera, algo que no quisiéramos que sucediera nunca, que de los temas difíciles es mejor no hablar.
Muchas veces los adultos se refugian en la idea irracional que los niños no se dan cuenta de lo que se está conversando, subestimando su capacidad de comprensión.
Por lo mismo, muchas veces hablan delante de ellos acerca de temáticas que por su contenido pueden preocupar a los niños, lo que implica un cierto grado de negligencia o al menos de descuido, acerca de la vulnerabilidad de los niños, en esta etapa de desarrollo.
Es verdad que a veces los niños puede que no capten del todo la semántica, es decir el significado de lo que se dice, pero el tono de voz, las inflexiones, los silencios que siguen a algunas expresiones hirientes son comprensibles para ellos.
Además, el lenguaje corporal —como el movimiento de las manos, el fruncimiento de las cejas— permiten al niño percibir qué es lo que está sucediendo y a veces como no comprenden totalmente, imaginan cosas peores por lo que pueden experimentar mucho sufrimiento, a raíz de interpretaciones erróneas de los mensajes que escuchan.
Esto quiere decir que los niños a veces no comprenden exactamente lo que sucede, pero sí registran que hay algo que anda mal o que hay problemas. Pero el mensaje agregado es: “No tienes que percibir lo que percibes”.
Es decir se le fomenta la tendencia a la negación de la realidad. Se hace sentir excluidos a los niños y a las niñas; se les está transmitiendo la idea de que no tienen derecho a preguntar.
De alguna forma si esta actitud es reiterada tiende a frenar al desarrollo intelectual del niño, ya que inhibe su curiosidad.
Cuando un niño o una niña sienten que no tienen permiso para registrar y comprender lo que se dice, captando tensiones ambientales sin poder expresarlas, es posible que las exprese en el cuerpo y se enferme.
Por ejemplo que empiece a comer compulsivamente como una forma de disminuir la ansiedad que tiene, porque los adultos le han puesto una barrera invisible, que dice: “no tienes que entender esto” o “esto no es para los niños”.
Muchas veces detrás de esta actitud hay un deseo real de cuidar a los niños, pero tenga conciencia que si el niño está presente, no tiene que hablar sobre cosas que no quiere que escuchen.
Los niños tienen una especie de antenas parabólicas, que les permiten captar las ondas que se emiten en los ambientes en que están inmersos.
Cuando el ambiente es muy tóxico, los sentimientos inundan al niño, sin saber los motivos, los que muchas veces en su fantasía son peores o al menos diferentes a lo que realmente está pasando.
El niño capta el mar de fondo, es como escuchar la música de una canción pero no tener acceso a la letra. Igual se capta que hay músicas tristes, alegres, nostálgicas o esperanzadoras, aunque no se tenga acceso al contenido exacto.
Es verdad que en algunas ocasiones es preferible no adelantar algunos temas a los niños, mientras no se tengan certezas, por ejemplo si hay sospecha de una enfermedad.
Pero vuelvo a insistir, en ese caso, es mejor no referirse al problema delante de ellos. Pero si hay confirmación es necesario respetar su derecho a la verdad, adecuando la información a su capacidad de comprensión.
Recuerde que los niños tiene censores a los cuales es difícil engañar y a lo mejor aprende, al ser dejado fuera, algo que no quisiéramos que sucediera nunca, que de los temas difíciles es mejor no hablar.