Por Neva Milicic, sicóloga.
Los niños aprenden de sus padres la forma de reaccionar ante las dificultades y las amenazas. Sobrerreaccionar y actuar con descontrol puede ser un mal aprendizaje, ya que es imposible pensar en una existencia sin problemas.
Una enfermedad, especialmente cuando se trata de una epidemia, puede provocar reacciones de pánico y hacer perder el sentido de las proporciones, contagiando de temores excesivos a los niños, cuya imaginación puede jugarles una mala pasada.
Ante la epidemia de gripe que nos amenaza, y que sin duda nos tiene legítimamente preocupados, algunos niños y niñas han ido absorbiendo los temores colectivos y desarrollando cuadros de tipo ansioso.
Amelia, una niñita de seis años que ya era ligeramente hipocondríaca antes de la aparición de esta gripe, preguntaba con gran ansiedad: ¿Es que nos vamos a morir todos? Si me enfermo, ¿me van a encerrar sola?
Para no aterrorizar a los niños ni caer en reacciones de pánico injustificado, es necesario mantener una actitud serena.
La verdad es que la información que se maneja hasta el momento es que se trata de una gripe que se contagia con facilidad, pero cuya mortalidad es más baja que la de la gripe común y para la cual existe tratamiento aunque no haya vacuna.
Aparecer excesivamente ansioso o estar pendiente de las noticias sólo conseguirá exacerbar los temores de los niños y favorecer el desarrollo de reacciones emocionales negativas que afectan el sistema inmunológico y el sistema defensivo, que es exactamente lo contrario a lo que se necesita para defenderse de los virus.
A veces, las noticias, en la forma y en el tono, pueden resultar, especialmente para los muy pequeños, francamente terroríficas, por lo que es conveniente no sobreexponerlos a tanta información.
Esté muy atento(a) a cómo el niño está procesando la información; escúchelo y deje que se descomprima; ayúdelo a tener una perspectiva veraz de la situación, pero apropiada a su edad; insista que es sólo una gripe, que es bien contagiosa, por lo que hay que cuidarse, y agregue que si uno llega a enfermarse, hay remedios muy efectivos.
También enfatice, sin dramatizar —salvo que quiera que el niño o la niña se transforme en una persona hipocondriaca—, las medidas de precaución que hay que tomar para cuidarse del contagio.
Todas son muy simples: lavarse las manos frecuentemente, no compartir el vaso en que se toma bebida, evitar las aglomeraciones y cubrirse la boca al toser o estornudar.
Este aprendizaje puede ser un beneficio secundario de la enfermedad, es decir, tener hábitos de higiene, pero no exagere porque las obsesiones son difíciles de quitar.
Para el niño sentir que se puede hacer algo y que existen remedios son factores reductores de la ansiedad. Es esencial evitar que a raíz de informaciones dadas en forma inapropiada tengamos una epidemia de cuadros ansiosos.
A pesar de las dificultades es necesario que los niños tengan una rutina lo más normal posible.
Si deben dejar de ir al colegio tenga suficiente material educativo y de juego para mantenerlos ocupados y entretenidos, y que no estén sobrefocalizados en el tema de la enfermedad.
Los libros, las películas y los juguetes ayudan a pasar el tiempo de manera constructiva y alejan las preocupaciones de la mente infantil.
Cuando son mas grandes pueden recibir explicaciones más complejas, pero igual hay que evitar que estén conectados todo el día con el tema y caer en la psicosis del miedo y la sobreconexión.
El miedo es contagioso y las más de las veces, irracional. Hay madres bien normales que estos días relatan haber tenido pesadillas de enfermedad y muerte de los hijos.
En síntesis, en la medida de lo posible conserve la calma, enfatice lo que se puede hacer para disminuir las posibilidades de contagiarse.
Recuerde que la forma en que usted enfrente la enfermedad será un modelo para que el niño aprenda a lidiar con las dificultades.
Los niños aprenden de sus padres la forma de reaccionar ante las dificultades y las amenazas. Sobrerreaccionar y actuar con descontrol puede ser un mal aprendizaje, ya que es imposible pensar en una existencia sin problemas.
Una enfermedad, especialmente cuando se trata de una epidemia, puede provocar reacciones de pánico y hacer perder el sentido de las proporciones, contagiando de temores excesivos a los niños, cuya imaginación puede jugarles una mala pasada.
Ante la epidemia de gripe que nos amenaza, y que sin duda nos tiene legítimamente preocupados, algunos niños y niñas han ido absorbiendo los temores colectivos y desarrollando cuadros de tipo ansioso.
Amelia, una niñita de seis años que ya era ligeramente hipocondríaca antes de la aparición de esta gripe, preguntaba con gran ansiedad: ¿Es que nos vamos a morir todos? Si me enfermo, ¿me van a encerrar sola?
Para no aterrorizar a los niños ni caer en reacciones de pánico injustificado, es necesario mantener una actitud serena.
La verdad es que la información que se maneja hasta el momento es que se trata de una gripe que se contagia con facilidad, pero cuya mortalidad es más baja que la de la gripe común y para la cual existe tratamiento aunque no haya vacuna.
Aparecer excesivamente ansioso o estar pendiente de las noticias sólo conseguirá exacerbar los temores de los niños y favorecer el desarrollo de reacciones emocionales negativas que afectan el sistema inmunológico y el sistema defensivo, que es exactamente lo contrario a lo que se necesita para defenderse de los virus.
A veces, las noticias, en la forma y en el tono, pueden resultar, especialmente para los muy pequeños, francamente terroríficas, por lo que es conveniente no sobreexponerlos a tanta información.
Esté muy atento(a) a cómo el niño está procesando la información; escúchelo y deje que se descomprima; ayúdelo a tener una perspectiva veraz de la situación, pero apropiada a su edad; insista que es sólo una gripe, que es bien contagiosa, por lo que hay que cuidarse, y agregue que si uno llega a enfermarse, hay remedios muy efectivos.
También enfatice, sin dramatizar —salvo que quiera que el niño o la niña se transforme en una persona hipocondriaca—, las medidas de precaución que hay que tomar para cuidarse del contagio.
Todas son muy simples: lavarse las manos frecuentemente, no compartir el vaso en que se toma bebida, evitar las aglomeraciones y cubrirse la boca al toser o estornudar.
Este aprendizaje puede ser un beneficio secundario de la enfermedad, es decir, tener hábitos de higiene, pero no exagere porque las obsesiones son difíciles de quitar.
Para el niño sentir que se puede hacer algo y que existen remedios son factores reductores de la ansiedad. Es esencial evitar que a raíz de informaciones dadas en forma inapropiada tengamos una epidemia de cuadros ansiosos.
A pesar de las dificultades es necesario que los niños tengan una rutina lo más normal posible.
Si deben dejar de ir al colegio tenga suficiente material educativo y de juego para mantenerlos ocupados y entretenidos, y que no estén sobrefocalizados en el tema de la enfermedad.
Los libros, las películas y los juguetes ayudan a pasar el tiempo de manera constructiva y alejan las preocupaciones de la mente infantil.
Cuando son mas grandes pueden recibir explicaciones más complejas, pero igual hay que evitar que estén conectados todo el día con el tema y caer en la psicosis del miedo y la sobreconexión.
El miedo es contagioso y las más de las veces, irracional. Hay madres bien normales que estos días relatan haber tenido pesadillas de enfermedad y muerte de los hijos.
En síntesis, en la medida de lo posible conserve la calma, enfatice lo que se puede hacer para disminuir las posibilidades de contagiarse.
Recuerde que la forma en que usted enfrente la enfermedad será un modelo para que el niño aprenda a lidiar con las dificultades.