Por Neva Milicic, sicóloga.
Pocos hechos provocan un cambio de identidad más profundo que la maternidad. Una vez leí una frase que decía algo que me pareció muy verdadero, cuando un niño viene al mundo, dos personas nuevas nacen: una madre y un hijo.
Ciertamente los cambios biológicos contribuyen a esta profunda transformación que es la maternidad.
Pero ser una mamá suficientemente buena –la madre perfecta no existe— es básicamente un tema de generación de vínculos afectivos, es decir de la capacidad de entregar amor y cuidado a un niño.
Las buenas madres y la gran mayoría lo es, supone estar atenta a las necesidades de los hijos, es tener la capacidad de expresar la inmensidad del amor que se le tiene, a través de los mil gestos que el cuidar a un hijo requiere.
Las buenas madres y también los buenos papás tienen esa maravillosa virtud de hacer sentir al niño o la niña cuán importante es en sus vidas. En este sentido una madre adoptiva puede ser tan mamá como una madre biológica
Ser madre es dar y cuidar la vida, de alguna manera todas las buenas relaciones afectivas, con vínculos de apego sólidos, tienen un algo o más bien un mucho de maternales.
Así se habla, por ejemplo, de la función maternizante de los profesores, de la pareja y, en general, de todas aquellas relaciones en que el cuidar y el hacer crecer al otro tienen un rol significativo.
Por ello en el lenguaje cotidiano, cuando alguien cuida en forma especial de nosotros o realiza algo importante, se suele decir: “Eres como una madre para mí”.
Y en esta preciosa expresión está implícita la tremenda valoración que tiene la función maternal en lo generativo y en el cuidado de otros.
La presencia continua, la cercanía y la disponibilidad en los momento claves marca con fuerza el apego seguro que hacen los niños con sus madres, y que será la base de seguridad con que ellos operarán después en el mundo.
Pero, sin duda, ser una buena mamá —con lo maravilloso que es— resulta muchas veces cansador por la demanda de energía constante que supone el desvalimiento inicial con que nacen los niños y de las innumerables exigencias que su educación supone.
Consciente de que ser mamá es una función demandante y compleja, Boris Cyrulnik el psiquiatra y neurólogo francés, profesor de la universidad de Var, planteaba como título de uno de los capítulos de su libro “Los patitos feos” que: “Una madre que recibe apoyo afectivo y tiene sostén social puede ofrecer mejores brazos”.
Tener redes sociales y por supuesto ser capaz de activarlas, pidiendo ayuda cuando se necesita a abuelos(as), amigos(as), tíos(as) y padrinos, para que colaboren en el cuidado de los niños y en aliviar la carga de las tareas anexas, es de una gran significación porque permite a la madre descansar y cuidarse.
En una columna anterior hablábamos que hasta las madres requieren del descanso y que tener un estilo de vida saludable es una responsabilidad personal y social para no enfermar.
El autocuidado no sólo es por usted misma, que ya sería una razón más que suficiente para hacerlo, sino que para cuidar a otros.
Estar sana y descansada permite hacerse cargo de los hijos en mejor forma y disfrutar de la maravillosa experiencia que un niño haya nacido.
En el día de la madre déjese regalonear y cuidar y disfrute de sus hijos, dejando —en la medida de lo posible— al lado la mochila de las preocupaciones y de las culpas. Feliz día de la madre.
Pocos hechos provocan un cambio de identidad más profundo que la maternidad. Una vez leí una frase que decía algo que me pareció muy verdadero, cuando un niño viene al mundo, dos personas nuevas nacen: una madre y un hijo.
Ciertamente los cambios biológicos contribuyen a esta profunda transformación que es la maternidad.
Pero ser una mamá suficientemente buena –la madre perfecta no existe— es básicamente un tema de generación de vínculos afectivos, es decir de la capacidad de entregar amor y cuidado a un niño.
Las buenas madres y la gran mayoría lo es, supone estar atenta a las necesidades de los hijos, es tener la capacidad de expresar la inmensidad del amor que se le tiene, a través de los mil gestos que el cuidar a un hijo requiere.
Las buenas madres y también los buenos papás tienen esa maravillosa virtud de hacer sentir al niño o la niña cuán importante es en sus vidas. En este sentido una madre adoptiva puede ser tan mamá como una madre biológica
Ser madre es dar y cuidar la vida, de alguna manera todas las buenas relaciones afectivas, con vínculos de apego sólidos, tienen un algo o más bien un mucho de maternales.
Así se habla, por ejemplo, de la función maternizante de los profesores, de la pareja y, en general, de todas aquellas relaciones en que el cuidar y el hacer crecer al otro tienen un rol significativo.
Por ello en el lenguaje cotidiano, cuando alguien cuida en forma especial de nosotros o realiza algo importante, se suele decir: “Eres como una madre para mí”.
Y en esta preciosa expresión está implícita la tremenda valoración que tiene la función maternal en lo generativo y en el cuidado de otros.
La presencia continua, la cercanía y la disponibilidad en los momento claves marca con fuerza el apego seguro que hacen los niños con sus madres, y que será la base de seguridad con que ellos operarán después en el mundo.
Pero, sin duda, ser una buena mamá —con lo maravilloso que es— resulta muchas veces cansador por la demanda de energía constante que supone el desvalimiento inicial con que nacen los niños y de las innumerables exigencias que su educación supone.
Consciente de que ser mamá es una función demandante y compleja, Boris Cyrulnik el psiquiatra y neurólogo francés, profesor de la universidad de Var, planteaba como título de uno de los capítulos de su libro “Los patitos feos” que: “Una madre que recibe apoyo afectivo y tiene sostén social puede ofrecer mejores brazos”.
Tener redes sociales y por supuesto ser capaz de activarlas, pidiendo ayuda cuando se necesita a abuelos(as), amigos(as), tíos(as) y padrinos, para que colaboren en el cuidado de los niños y en aliviar la carga de las tareas anexas, es de una gran significación porque permite a la madre descansar y cuidarse.
En una columna anterior hablábamos que hasta las madres requieren del descanso y que tener un estilo de vida saludable es una responsabilidad personal y social para no enfermar.
El autocuidado no sólo es por usted misma, que ya sería una razón más que suficiente para hacerlo, sino que para cuidar a otros.
Estar sana y descansada permite hacerse cargo de los hijos en mejor forma y disfrutar de la maravillosa experiencia que un niño haya nacido.
En el día de la madre déjese regalonear y cuidar y disfrute de sus hijos, dejando —en la medida de lo posible— al lado la mochila de las preocupaciones y de las culpas. Feliz día de la madre.