Por Neva Milicic, sicóloga.
Un grave error al momento de enseñar es minimizar el valor de la afectividad en el aprendizaje.
Es una verdad del tamaño de una catedral que cuando un niño o una niña tienen una actitud positiva frente al aprendizaje aprenderá más rápido y mejor.
Una actitud positiva desde el punto de vista afectivo se caracteriza por un sentimiento de autoeficacia, es decir, de sentirse capaz de aprender y por lo tanto creer que lo va a poder lograr.
Aquí se aplica el antiguo adagio “Querer es poder”. El niño que cree que puede hace su mejor y constante esfuerzo por lograr los desafíos y obligaciones que supone el aprender.
Y esta actitud de constancia y esfuerzo nos señala uno de los factores centrales para enfrentar los aprendizajes, la motivación.
La motivación, como su nombre lo indica, es el motivo por el que se hacen las cosas, por lo tanto, constituye el motor de partida de cualquier aprendizaje.
Por ejemplo, una señora de más de 70 años era muy reacia a todas las novedades tecnológicas y por supuesto a aprender computación. Además contaba con pocas habilidades espaciales, que son las que están en la base de este aprendizaje.
Sin embargo, a sus 73 años, cuando uno de sus hijos se fue a vivir al extranjero, para sorpresa de su familia, con diez clases con un profesor comprensivo y estimulante, logró aprender.
Hoy navega y se comunica por correo electrónico con una gran fluidez, y ha sido una gran herramienta para mantener sus contactos sociales.
Por supuesto, el éxito, es decir, la sensación que se está logrando aprender constituye otro factor esencial para desarrollar una actitud con signos positivos hacia el aprendizaje.
Para ello, el factor más decisivo es que los adultos aprendan a dosificar sus exigencias frente a las capacidades del niño y utilizar como medio para lograr nuevos aprendizajes aquellas vías en las que el niño tiene más competencia.
Si usted quiere que su hijo aprenda los colores en inglés y él es bueno para la música, utilice las canciones que están diseñadas para estos aprendizajes.
Usar las rimas y la música favorece el aprendizaje, pero sobre todo la memorización. Las canciones y las rimas aprendidas en la infancia se conservan en la memoria hasta edades avanzadas.
Otro factor importante en el plano afectivo es no sobresaturar al niño. Recuerde que la atención de buena calidad dura alrededor de 20 minutos, permítale descansar.
Los niños se recuperan rápidamente y cuando haya descansado, usted puede emprender nuevamente la tarea de enseñarle aquello que quiere y necesita aprender.
Otro factor afectivo esencial es la significación de lo que se aprende.
Lo que realmente sabemos lo hemos repetido muchas veces, pero no se trata de una repetición mecánica y sin sentido, sino que debe ser hecha desde lo que al niño le hace significado y desde lo que sabe.
Toda nueva sesión de aprendizaje debería partir de la pregunta ¿Qué sabes tú de...? una pregunta de esta naturaleza pone en marcha, el complejo engranaje que es el almacenamiento de información en el cerebro.
Cuanto más se sabe de algo, más fácil es que ingrese un nuevo aprendizaje.
Uno de los medios que más aporta para crear una actitud positiva frente al aprendizaje es el juego, ya que es la conducta natural que utilizan los niños para comunicarse.
Utilizar estrategias de juego educativo permite que el niño asocie aprendizaje con agrado y con sentimientos de competencia.
El juego es, para el niño, una actividad muy seria y, sin duda, un poderoso factor para el aprendizaje.
Un grave error al momento de enseñar es minimizar el valor de la afectividad en el aprendizaje.
Es una verdad del tamaño de una catedral que cuando un niño o una niña tienen una actitud positiva frente al aprendizaje aprenderá más rápido y mejor.
Una actitud positiva desde el punto de vista afectivo se caracteriza por un sentimiento de autoeficacia, es decir, de sentirse capaz de aprender y por lo tanto creer que lo va a poder lograr.
Aquí se aplica el antiguo adagio “Querer es poder”. El niño que cree que puede hace su mejor y constante esfuerzo por lograr los desafíos y obligaciones que supone el aprender.
Y esta actitud de constancia y esfuerzo nos señala uno de los factores centrales para enfrentar los aprendizajes, la motivación.
La motivación, como su nombre lo indica, es el motivo por el que se hacen las cosas, por lo tanto, constituye el motor de partida de cualquier aprendizaje.
Por ejemplo, una señora de más de 70 años era muy reacia a todas las novedades tecnológicas y por supuesto a aprender computación. Además contaba con pocas habilidades espaciales, que son las que están en la base de este aprendizaje.
Sin embargo, a sus 73 años, cuando uno de sus hijos se fue a vivir al extranjero, para sorpresa de su familia, con diez clases con un profesor comprensivo y estimulante, logró aprender.
Hoy navega y se comunica por correo electrónico con una gran fluidez, y ha sido una gran herramienta para mantener sus contactos sociales.
Por supuesto, el éxito, es decir, la sensación que se está logrando aprender constituye otro factor esencial para desarrollar una actitud con signos positivos hacia el aprendizaje.
Para ello, el factor más decisivo es que los adultos aprendan a dosificar sus exigencias frente a las capacidades del niño y utilizar como medio para lograr nuevos aprendizajes aquellas vías en las que el niño tiene más competencia.
Si usted quiere que su hijo aprenda los colores en inglés y él es bueno para la música, utilice las canciones que están diseñadas para estos aprendizajes.
Usar las rimas y la música favorece el aprendizaje, pero sobre todo la memorización. Las canciones y las rimas aprendidas en la infancia se conservan en la memoria hasta edades avanzadas.
Otro factor importante en el plano afectivo es no sobresaturar al niño. Recuerde que la atención de buena calidad dura alrededor de 20 minutos, permítale descansar.
Los niños se recuperan rápidamente y cuando haya descansado, usted puede emprender nuevamente la tarea de enseñarle aquello que quiere y necesita aprender.
Otro factor afectivo esencial es la significación de lo que se aprende.
Lo que realmente sabemos lo hemos repetido muchas veces, pero no se trata de una repetición mecánica y sin sentido, sino que debe ser hecha desde lo que al niño le hace significado y desde lo que sabe.
Toda nueva sesión de aprendizaje debería partir de la pregunta ¿Qué sabes tú de...? una pregunta de esta naturaleza pone en marcha, el complejo engranaje que es el almacenamiento de información en el cerebro.
Cuanto más se sabe de algo, más fácil es que ingrese un nuevo aprendizaje.
Uno de los medios que más aporta para crear una actitud positiva frente al aprendizaje es el juego, ya que es la conducta natural que utilizan los niños para comunicarse.
Utilizar estrategias de juego educativo permite que el niño asocie aprendizaje con agrado y con sentimientos de competencia.
El juego es, para el niño, una actividad muy seria y, sin duda, un poderoso factor para el aprendizaje.