Por Neva Milicic, sicóloga.
Como planteaba en una columna anterior, para el logro de una actitud positiva sobre el aprendizaje hay múltiples factores que entran en juego.
Entre estos factores, uno de los que más influye es la valoración que los niños y los adolescentes van recibiendo por lo que aprenden. Esta valoración se debe expresar en un reconocimiento los más explícito posible de sus logros.
Un niño o una niña que está aprendiendo, lo que no siempre es una tarea fácil, necesita sentir el apoyo y estímulo de sus padres. Sentir que ellos reconocen y están orgullosos por lo que han aprendido y que se lo expresan efusivamente y generosamente.
Los reconocimientos, para que sean más efectivos y tengan un valor formador, deben hacer alusión a las virtudes, fortalezas y talentos que están detrás de los logros.
No basta con decir muy bien; es necesario reconocer las características positivas que están detrás de ese aprendizaje. Un reconocimiento hecho de esa manera tiene un impacto muy significativo en la autoestima académica.
Un buen autoconcepto académico es muy predictor del éxito de los niños en el aprendizaje.
La dosificación de las exigencias es otro de los factores afectivos de la mayor significación.
Exigencias muy bajas harán que el niño se sienta desvalorizado; por el contrario, exigencias muy altas harán que el niño sienta que la tarea es imposible de abordar con éxito teniendo como consecuencia que rechace ese aprendizaje.
En un curso sobre factores afectivos en el aprendizaje, una de las alumnas que era profesora explicaba que ella odiaba el inglés y que lo atribuía a los sentimientos de fracaso que tuvo cuando era pequeña, ya que sus padres la pusieron a aprenderlo en un curso para adultos.
La sensación de incompetencia que tuvo al estar sometida a una situación que superaba sus posibilidades de aprender, le generó una actitud fóbica frente al tema.
Otro factor que favorece el aprendizaje es la atribución que los niños y las personas en general hacen de su éxito, es decir, porque lograron lo que lograron.
Cuando un niño o una niña atribuyen sus aprendizajes a sus esfuerzos y a sus capacidades está en el buen camino para ser un buen estudiante.
Si por el contrario, cuando le va bien atribuye sus resultados a que la tarea era muy fácil o que en realidad tuvo suerte, estas atribuciones no tendrán impacto en su capacidad de hacer esfuerzos.
En relación a cuando las cosas no resultan, es decir, no se logra el nivel de aprendizaje deseado, la lógica correcta para que no se dañe la autoestima es atribuir el problema a que la tarea es muy difícil o que hubo mala suerte.
Es decir, atribuir la falta de éxito al grado de dificultad de la tarea y no a la falta de talento.
Otro factor muy importante para el aprendizaje es el modelo que tienen los niños de los adultos como personas, que continúan aprendiendo y que valoran el aprendizaje.
Este modelaje se realiza de muchas maneras, padres que toman cursos, que llevan a sus hijos a los museos, que comparten lo que han aprendido leyendo el diario, que regalan libros, que sean una preciosa invitación a leer y que están al rango de los intereses de los niños.
Actualmente hay verdaderas obras de arte en el campo de la literatura infantil.
Compartir en forma casual lo que se ha aprendido favorece en los niños el interés por aprender. Por ejemplo, la mama de Valentina le contaba a su hija que a los niños que dormían mal le costaba aprender porque le falta de sueño les afectaba la memoria.
En síntesis, para que un niño desarrolle una actitud positiva frente al aprendizaje es necesario que los espacios que compartan con sus padres en este aspecto estén marcados por la motivación el reconocimiento el afecto y el agrado.
Como planteaba en una columna anterior, para el logro de una actitud positiva sobre el aprendizaje hay múltiples factores que entran en juego.
Entre estos factores, uno de los que más influye es la valoración que los niños y los adolescentes van recibiendo por lo que aprenden. Esta valoración se debe expresar en un reconocimiento los más explícito posible de sus logros.
Un niño o una niña que está aprendiendo, lo que no siempre es una tarea fácil, necesita sentir el apoyo y estímulo de sus padres. Sentir que ellos reconocen y están orgullosos por lo que han aprendido y que se lo expresan efusivamente y generosamente.
Los reconocimientos, para que sean más efectivos y tengan un valor formador, deben hacer alusión a las virtudes, fortalezas y talentos que están detrás de los logros.
No basta con decir muy bien; es necesario reconocer las características positivas que están detrás de ese aprendizaje. Un reconocimiento hecho de esa manera tiene un impacto muy significativo en la autoestima académica.
Un buen autoconcepto académico es muy predictor del éxito de los niños en el aprendizaje.
La dosificación de las exigencias es otro de los factores afectivos de la mayor significación.
Exigencias muy bajas harán que el niño se sienta desvalorizado; por el contrario, exigencias muy altas harán que el niño sienta que la tarea es imposible de abordar con éxito teniendo como consecuencia que rechace ese aprendizaje.
En un curso sobre factores afectivos en el aprendizaje, una de las alumnas que era profesora explicaba que ella odiaba el inglés y que lo atribuía a los sentimientos de fracaso que tuvo cuando era pequeña, ya que sus padres la pusieron a aprenderlo en un curso para adultos.
La sensación de incompetencia que tuvo al estar sometida a una situación que superaba sus posibilidades de aprender, le generó una actitud fóbica frente al tema.
Otro factor que favorece el aprendizaje es la atribución que los niños y las personas en general hacen de su éxito, es decir, porque lograron lo que lograron.
Cuando un niño o una niña atribuyen sus aprendizajes a sus esfuerzos y a sus capacidades está en el buen camino para ser un buen estudiante.
Si por el contrario, cuando le va bien atribuye sus resultados a que la tarea era muy fácil o que en realidad tuvo suerte, estas atribuciones no tendrán impacto en su capacidad de hacer esfuerzos.
En relación a cuando las cosas no resultan, es decir, no se logra el nivel de aprendizaje deseado, la lógica correcta para que no se dañe la autoestima es atribuir el problema a que la tarea es muy difícil o que hubo mala suerte.
Es decir, atribuir la falta de éxito al grado de dificultad de la tarea y no a la falta de talento.
Otro factor muy importante para el aprendizaje es el modelo que tienen los niños de los adultos como personas, que continúan aprendiendo y que valoran el aprendizaje.
Este modelaje se realiza de muchas maneras, padres que toman cursos, que llevan a sus hijos a los museos, que comparten lo que han aprendido leyendo el diario, que regalan libros, que sean una preciosa invitación a leer y que están al rango de los intereses de los niños.
Actualmente hay verdaderas obras de arte en el campo de la literatura infantil.
Compartir en forma casual lo que se ha aprendido favorece en los niños el interés por aprender. Por ejemplo, la mama de Valentina le contaba a su hija que a los niños que dormían mal le costaba aprender porque le falta de sueño les afectaba la memoria.
En síntesis, para que un niño desarrolle una actitud positiva frente al aprendizaje es necesario que los espacios que compartan con sus padres en este aspecto estén marcados por la motivación el reconocimiento el afecto y el agrado.