Lleva cerca de cuatro décadas trabajando en educación y 25 años a cargo de una fundación inglesa que se empeña en prevenir el bullying. Eminencia en el tema, estará en Chile en noviembre y entrega aquí consejos para vencer los desafíos de este tipo de violencia.
Por Daniela Mohor W., El Mercurio.
Michele Elliott recuerda perfectamente el día en que la madre de Nathan Jones entró a su oficina en la fundación Kidscape en Londres. "Ella y la tía del niño se sentaron conmigo y lloraron sin parar.
Él tenía 11 años y niños de su colegio le estaban haciendo bullying. Después de un tiempo le había contado a su madre, ella había ido al colegio a pedir que hicieran algo, pero nada pasó.
En abril de 2008, Nathan puso una cuerda alrededor de su cuello y se suicidó en su dormitorio", cuenta esta psicóloga infantil, autora del libro "Intimidación, una guía práctica para combatir el miedo en las escuelas", que se publicó en Chile en marzo pasado y ha sido traducido a 15 idiomas.
Tragedias como la de Nathan Jones son las que motivaron a Michele Elliott a crear, en 1984, la fundación Kidscape, que se dedica a luchar contra el bullying entregando asesoría práctica y psicológica a padres de familias, víctimas y colegios.
La organización ya ha atendido a tres millones de niños en Inglaterra, ha sido reconocida por el gobierno británico, que le entrega regularmente fondos para su trabajo, e incluso, el año pasado Elliott recibió la Orden del Imperio Británico por su destacada labor.
En noviembre, la fundadora de Kidscape vendrá a Chile a dar una charla invitada por la Universidad Diego Portales y el Fondo de Cultura Latinoamericano, pero aceptó entregar en exclusiva para Revista Ya un adelanto de su visión sobre el bullying.
Michele Elliott asegura que el bullying es un problema que afecta a todos los colegios y naciones.
"Ningún país debiera sentirse único porque tiene problemas de bullying; éste es un problema global que si uno detiene cuando parte, ayuda al agresor, a la víctima, a los padres y genera un ambiente más feliz que les permite a los niños contribuir a la sociedad", enfatiza.
Señala que el principal desafío es convencer a las víctimas de que lo que les pasa no es culpa suya.
"Como los agresores les dicen constantemente que son feos o tontos, que algo está mal con ellos, las víctimas empiezan a creerlo y en vez de culpar al agresor de la situación, se culpan a sí mismos. Dicen: "Debo merecer esto". Es muy triste".
- ¿Qué tipo de bullying padecen los niños con los que trabajan ustedes?
- Desde que les peguen, los empujen, los pateen, hasta que les roben cosas o les manden mensajes de texto en los que les dicen que se maten. Una de las niñas que vino a nuestros cursos se llama Eli y un agresor creó el sitio web "Haz morir a Eli". En esa página montones de otros niños hacían comentarios terribles sobre ella.
- ¿Qué se puede hacer para que las víctimas sientan que no tienen la culpa?
- Se puede hacer mucho. Lo primero es que los adultos que ven la situación deben detenerla, porque los niños no pueden. Los profesores y otros responsables debieran decirles a los niños: "En este colegio no toleramos el bullying, no están autorizados a hacer bullying y si conocen a alguien que lo hace y no lo denuncian, estarán en problemas". Es decir, le quitan poder al agresor. También los colegios deben establecer reglas como "puede que no todos les caigan bien, pero deben ser amables con todos". Además, es importante que haya consecuencias para los agresores si no respetan esas reglas. Eso puede significar que no participen en el paseo de curso o que se tengan que quedar en la sala después del final de las clases. Eso es importante, porque muchas veces lo que pasa es que el colegio permite que la víctima se quede para que se vaya después más tranquila, pero el agresor la espera en la esquina y la agrede igual. También se les puede pedir a los alumnos que participen en concursos de afiches antibullying que se pegan en las paredes del colegio. Ese tipo de cosas provoca una cambio en la manera en que los niños interactúan. Nuestra experiencia en Kidscape es que funciona el 80% de las veces.
Cortar el Círculo de Violencia
Los casos que ve Michelle Elliott están entre los más dramáticos. De los tres millones de víctimas que han atendido en Kidscape, el 51% ha intentado suicidarse.
Asimismo, en el 86% de los casos, los padres aseguran que el colegio no actuó para proteger a su hijo o hija. A nivel general, dice la psicóloga, las cifras no son tan alarmantes, pero el fenómeno sí está presente.
El bullying, explica Elliott, afecta de la misma manera a niños y niñas, salvo que los hombres suelen ser violentos físicamente, mientras las mujeres ejercen una violencia más psicológica.
El matonaje, agrega, puede empezar a una edad muy temprana y se extiende hasta la adultez. "Comienza desde que un niño distingue entre lo bueno y lo malo.
Por lo tanto si un pequeño de cuatro años le pega o empuja a otro niño y lo hace a escondidas, es porque sabe que lo que está haciendo está mal. Si lo hace una vez no importa, pero si sigue haciéndolo entonces es bullying.
Y si no detenemos a los pequeños agresores, se convierten en grandes agresores. Por eso hay que ayudarles a los niños a cambiar de comportamiento".
Dice que si un niño actúa de mala manera con otros niños, lo primero que hay que hacer es no llamarlo "agresor", sino que sentarlo y decirle: "Yo sé que eres una buena persona, pero no me gusta tu comportamiento".
Por ejemplo, puede hacer un juego de roles o poner una tarjeta en el refrigerador en la que va poniendo estrellas cada vez que el niño es amoroso con otra persona o se porta bien.
Ahora, si el niño no cambia con estas técnicas positivas, entonces puede que haya que quitarle privilegios como la posibilidad de ir al cine con el resto de la familia el fin de semana. Si sigue siendo violento, entonces hay que buscar ayuda psicológica.
- ¿Cómo explica el aumento de violencia escolar?
- Creemos que se debe en parte al tipo de educación que dan los padres, que están demasiado ocupados con su trabajo y no tienen tiempo para sentarse con sus hijos y explicarles lo que está bien y lo que está mal. Y también creemos que los niños no tienen buenos modelos adultos. Están en un vacío y dicen "puedo hacer lo que quiero, no soy feliz - porque los agresores no son personas felices- , así que voy a descargar mi infelicidad sobre los demás". A veces está relacionado con que los padres son inconsistentes con sus hijos. También hay padres que transmiten a sus hijos el mensaje de que pueden hacer lo que quieren porque siempre los van a apoyar. Y hay padres que crían a sus hijos para que sean agresivos y consigan lo que quieren. Creen que es bueno que sus hijos sean agresores porque así tendrán más recursos para salir adelante. Esos son niños que crecen y les hacen la vida miserable a los demás.
Michele Elliott explica que en muchos países, una de las principales dificultades es que los padres no denuncian a los colegios que no actúan para proteger a sus hijos, porque no se atreven o simplemente porque no existe ninguna instancia para hacerlo.
'Algunos colegios se niegan a creer que tienen bullying o no quieren lidiar con el problema, entonces culpan a la víctima y la víctima termina cambiándose de colegio, pero el agresor sigue ahí", cuenta Elliott.
"Todavía tenemos colegios que culpan a los padres y les dicen que deben endurecer el carácter de sus hijos".
Ese fenómeno parece ser bastante recurrente. Una encuesta realizada por Kidscape indicó que al 84% de los padres que fueron a la fundación el colegio les habían dicho que su niño era "demasiado sensible".
De la misma manera, al 63% el colegio los acusó de ser sobreprotectores o paranoicos.
Otra dificultad está en que muchos padres temen que denunciar sólo empeore las cosas para sus hijos. "Es difícil para ellos, pero yo confío en que terminen entendiendo que pueden hacerlo.
Lo que les decimos es que al no denunciar y no sacar el problema a la luz pública se están coludiendo con los agresores, porque éstos buscan el secreto".
En Inglaterra, se han tomado medidas en ese sentido. En 1999 se adoptó una ley que obliga a todos los colegios a establecer una política antibullying.
Además, si un niño tiene que cambiarse de colegio porque está siendo victimizado, las autoridades de educación locales tienen que pagar la matrícula. "Eso ha ayudado.
Además, cuando los colegios no hacen nada, nosotros publicamos su nombre en el diario y los dejamos en vergüenza. Eso también ayuda. Y en los últimos años, varios estudiantes se han querellado contra su colegio y fueron indemnizados.
Eso ha llevado a los colegios a tomar medidas porque no quieren perder dinero".
Denunciar, sin embargo, no es la única herramienta de la cual disponen las víctimas. Michele Elliott cuenta que en Kidscape realizan cursos especiales para ayudar a los niños maltratados por sus pares a defenderse.
"Los niños que sufren de bullying generalmente son niños muy buenos que no saben cómo reaccionar, entonces les enseñamos técnicas.
Por ejemplo, les decimos que cuando los insultan se imaginen que están rodeados por una nube y que la nube recibe todos los insultos para que no los afecte.
También les enseñamos a inventar respuestas adecuadas, porque en situaciones de agresión los niños se paralizan.
Por ejemplo, tuvimos una niñita que después de trabajar con nosotros pensó en decirle a su agresora: Sabes, si fueras una mejor persona, hasta consideraría ser tu amiga. Y lo hizo mirándola a los ojos, porque también les enseñamos a mirar al agresor en los ojos para no parecer intimidado.
Les enseñamos a desarmar al agresor, a no reaccionar frente a su provocación; a decir que no con firmeza y les decimos a los padres que los lleven a clases de artes marciales, no para que aprendan a pegar, sino que para que adquieran seguridad en sí mismos.
Les entregamos a los niños herramientas y seguridad, pero eso no resuelve el problema porque los agresores siguen ahí y encontrarán a otra víctima. Por eso necesitamos que los colegios tomen medidas".
Por Daniela Mohor W., El Mercurio.
Michele Elliott recuerda perfectamente el día en que la madre de Nathan Jones entró a su oficina en la fundación Kidscape en Londres. "Ella y la tía del niño se sentaron conmigo y lloraron sin parar.
Él tenía 11 años y niños de su colegio le estaban haciendo bullying. Después de un tiempo le había contado a su madre, ella había ido al colegio a pedir que hicieran algo, pero nada pasó.
En abril de 2008, Nathan puso una cuerda alrededor de su cuello y se suicidó en su dormitorio", cuenta esta psicóloga infantil, autora del libro "Intimidación, una guía práctica para combatir el miedo en las escuelas", que se publicó en Chile en marzo pasado y ha sido traducido a 15 idiomas.
Tragedias como la de Nathan Jones son las que motivaron a Michele Elliott a crear, en 1984, la fundación Kidscape, que se dedica a luchar contra el bullying entregando asesoría práctica y psicológica a padres de familias, víctimas y colegios.
La organización ya ha atendido a tres millones de niños en Inglaterra, ha sido reconocida por el gobierno británico, que le entrega regularmente fondos para su trabajo, e incluso, el año pasado Elliott recibió la Orden del Imperio Británico por su destacada labor.
En noviembre, la fundadora de Kidscape vendrá a Chile a dar una charla invitada por la Universidad Diego Portales y el Fondo de Cultura Latinoamericano, pero aceptó entregar en exclusiva para Revista Ya un adelanto de su visión sobre el bullying.
Michele Elliott asegura que el bullying es un problema que afecta a todos los colegios y naciones.
"Ningún país debiera sentirse único porque tiene problemas de bullying; éste es un problema global que si uno detiene cuando parte, ayuda al agresor, a la víctima, a los padres y genera un ambiente más feliz que les permite a los niños contribuir a la sociedad", enfatiza.
Señala que el principal desafío es convencer a las víctimas de que lo que les pasa no es culpa suya.
"Como los agresores les dicen constantemente que son feos o tontos, que algo está mal con ellos, las víctimas empiezan a creerlo y en vez de culpar al agresor de la situación, se culpan a sí mismos. Dicen: "Debo merecer esto". Es muy triste".
- ¿Qué tipo de bullying padecen los niños con los que trabajan ustedes?
- Desde que les peguen, los empujen, los pateen, hasta que les roben cosas o les manden mensajes de texto en los que les dicen que se maten. Una de las niñas que vino a nuestros cursos se llama Eli y un agresor creó el sitio web "Haz morir a Eli". En esa página montones de otros niños hacían comentarios terribles sobre ella.
- ¿Qué se puede hacer para que las víctimas sientan que no tienen la culpa?
- Se puede hacer mucho. Lo primero es que los adultos que ven la situación deben detenerla, porque los niños no pueden. Los profesores y otros responsables debieran decirles a los niños: "En este colegio no toleramos el bullying, no están autorizados a hacer bullying y si conocen a alguien que lo hace y no lo denuncian, estarán en problemas". Es decir, le quitan poder al agresor. También los colegios deben establecer reglas como "puede que no todos les caigan bien, pero deben ser amables con todos". Además, es importante que haya consecuencias para los agresores si no respetan esas reglas. Eso puede significar que no participen en el paseo de curso o que se tengan que quedar en la sala después del final de las clases. Eso es importante, porque muchas veces lo que pasa es que el colegio permite que la víctima se quede para que se vaya después más tranquila, pero el agresor la espera en la esquina y la agrede igual. También se les puede pedir a los alumnos que participen en concursos de afiches antibullying que se pegan en las paredes del colegio. Ese tipo de cosas provoca una cambio en la manera en que los niños interactúan. Nuestra experiencia en Kidscape es que funciona el 80% de las veces.
Cortar el Círculo de Violencia
Los casos que ve Michelle Elliott están entre los más dramáticos. De los tres millones de víctimas que han atendido en Kidscape, el 51% ha intentado suicidarse.
Asimismo, en el 86% de los casos, los padres aseguran que el colegio no actuó para proteger a su hijo o hija. A nivel general, dice la psicóloga, las cifras no son tan alarmantes, pero el fenómeno sí está presente.
El bullying, explica Elliott, afecta de la misma manera a niños y niñas, salvo que los hombres suelen ser violentos físicamente, mientras las mujeres ejercen una violencia más psicológica.
El matonaje, agrega, puede empezar a una edad muy temprana y se extiende hasta la adultez. "Comienza desde que un niño distingue entre lo bueno y lo malo.
Por lo tanto si un pequeño de cuatro años le pega o empuja a otro niño y lo hace a escondidas, es porque sabe que lo que está haciendo está mal. Si lo hace una vez no importa, pero si sigue haciéndolo entonces es bullying.
Y si no detenemos a los pequeños agresores, se convierten en grandes agresores. Por eso hay que ayudarles a los niños a cambiar de comportamiento".
Dice que si un niño actúa de mala manera con otros niños, lo primero que hay que hacer es no llamarlo "agresor", sino que sentarlo y decirle: "Yo sé que eres una buena persona, pero no me gusta tu comportamiento".
Por ejemplo, puede hacer un juego de roles o poner una tarjeta en el refrigerador en la que va poniendo estrellas cada vez que el niño es amoroso con otra persona o se porta bien.
Ahora, si el niño no cambia con estas técnicas positivas, entonces puede que haya que quitarle privilegios como la posibilidad de ir al cine con el resto de la familia el fin de semana. Si sigue siendo violento, entonces hay que buscar ayuda psicológica.
- ¿Cómo explica el aumento de violencia escolar?
- Creemos que se debe en parte al tipo de educación que dan los padres, que están demasiado ocupados con su trabajo y no tienen tiempo para sentarse con sus hijos y explicarles lo que está bien y lo que está mal. Y también creemos que los niños no tienen buenos modelos adultos. Están en un vacío y dicen "puedo hacer lo que quiero, no soy feliz - porque los agresores no son personas felices- , así que voy a descargar mi infelicidad sobre los demás". A veces está relacionado con que los padres son inconsistentes con sus hijos. También hay padres que transmiten a sus hijos el mensaje de que pueden hacer lo que quieren porque siempre los van a apoyar. Y hay padres que crían a sus hijos para que sean agresivos y consigan lo que quieren. Creen que es bueno que sus hijos sean agresores porque así tendrán más recursos para salir adelante. Esos son niños que crecen y les hacen la vida miserable a los demás.
Michele Elliott explica que en muchos países, una de las principales dificultades es que los padres no denuncian a los colegios que no actúan para proteger a sus hijos, porque no se atreven o simplemente porque no existe ninguna instancia para hacerlo.
'Algunos colegios se niegan a creer que tienen bullying o no quieren lidiar con el problema, entonces culpan a la víctima y la víctima termina cambiándose de colegio, pero el agresor sigue ahí", cuenta Elliott.
"Todavía tenemos colegios que culpan a los padres y les dicen que deben endurecer el carácter de sus hijos".
Ese fenómeno parece ser bastante recurrente. Una encuesta realizada por Kidscape indicó que al 84% de los padres que fueron a la fundación el colegio les habían dicho que su niño era "demasiado sensible".
De la misma manera, al 63% el colegio los acusó de ser sobreprotectores o paranoicos.
Otra dificultad está en que muchos padres temen que denunciar sólo empeore las cosas para sus hijos. "Es difícil para ellos, pero yo confío en que terminen entendiendo que pueden hacerlo.
Lo que les decimos es que al no denunciar y no sacar el problema a la luz pública se están coludiendo con los agresores, porque éstos buscan el secreto".
En Inglaterra, se han tomado medidas en ese sentido. En 1999 se adoptó una ley que obliga a todos los colegios a establecer una política antibullying.
Además, si un niño tiene que cambiarse de colegio porque está siendo victimizado, las autoridades de educación locales tienen que pagar la matrícula. "Eso ha ayudado.
Además, cuando los colegios no hacen nada, nosotros publicamos su nombre en el diario y los dejamos en vergüenza. Eso también ayuda. Y en los últimos años, varios estudiantes se han querellado contra su colegio y fueron indemnizados.
Eso ha llevado a los colegios a tomar medidas porque no quieren perder dinero".
Denunciar, sin embargo, no es la única herramienta de la cual disponen las víctimas. Michele Elliott cuenta que en Kidscape realizan cursos especiales para ayudar a los niños maltratados por sus pares a defenderse.
"Los niños que sufren de bullying generalmente son niños muy buenos que no saben cómo reaccionar, entonces les enseñamos técnicas.
Por ejemplo, les decimos que cuando los insultan se imaginen que están rodeados por una nube y que la nube recibe todos los insultos para que no los afecte.
También les enseñamos a inventar respuestas adecuadas, porque en situaciones de agresión los niños se paralizan.
Por ejemplo, tuvimos una niñita que después de trabajar con nosotros pensó en decirle a su agresora: Sabes, si fueras una mejor persona, hasta consideraría ser tu amiga. Y lo hizo mirándola a los ojos, porque también les enseñamos a mirar al agresor en los ojos para no parecer intimidado.
Les enseñamos a desarmar al agresor, a no reaccionar frente a su provocación; a decir que no con firmeza y les decimos a los padres que los lleven a clases de artes marciales, no para que aprendan a pegar, sino que para que adquieran seguridad en sí mismos.
Les entregamos a los niños herramientas y seguridad, pero eso no resuelve el problema porque los agresores siguen ahí y encontrarán a otra víctima. Por eso necesitamos que los colegios tomen medidas".