Por Neva Milicic, sicóloga.
Las impresiones que los niños reciben en los años de infancia y adolescencia explican en gran medida la personalidad resultante.
Las impresiones son acontecimientos que por su fuerza o porque son repetidas, dejan una huella en el psiquismo infantil y van a contribuir a formar la visión del mundo que el niño o el adolescente se forme.
A veces se provee al hijo de estímulos que los padres estiman que dejarán una impresión positiva en los niños, pero en ocasiones ellos tienen el efecto contrario, por ejemplo al regalarles libros que contienen imágenes de terror, como Barba Azul o Hansel y Gretel.
Por cierto, la huella que deje en el niño o niña dependerá de la forma en que los padres se lo cuenten a los niños, pero es necesario estar alerta a la forma en que los niños van procesando lo que les sucede.
Por ejemplo, Javiera, una pequeña de cinco años, después de ver una película tan bonita como Nemo, tuvo pesadillas durante una semana hasta que logró elaborar que no se trataba de algo verdadero, sino que pertenece al mundo de la fantasía.
Especial cuidado hay que tener con los programas de televisión, que ojalá sean vistos previamente por los padres antes de darles el visto bueno para que los niños lo vean.
No se trata sólo de cuánta televisión ven los niños, sino sobre todo de la dieta televisiva, es decir, el contenido de lo que ve.
Pero quizás, las impresiones más fuertes que los niños tienen las reciben en la convivencia familiar.
Algunas de ellas nutren de emociones positivas al niño, por ejemplo, cuando se organiza una celebración para alguna ocasión especial, como la Navidad o los cumpleaños y los niños participan de ella, preparando una cena, una dramatización o decorando el lugar.
Esto no sólo aumentará su creatividad y capacidad estética, sino que dejará un registro emocional positivo que se grabará en su memoria emocional como un recuerdo entrañable y que probablemente repetirá con sus hijos.
También beneficia el contacto con otros adultos —sean de la familia o no— con la capacidad de mostrar caminos a los niños, lo que la extraordinaria autora sobre temas de infancia Alice Miller llamó “testigo iluminador”.
Esta misma autora ha sido una defensora de los niños y es enemiga acérrima del castigo físico y obviamente de cualquier forma de maltrato infantil, a los que considera responsables del odio.
Desafortunadamente, junto con las impresiones positivas, los niños en la situación familiar están expuestos muchas veces a observar situaciones negativas que dejan indudablemente una huella en la mente infantil, por ejemplo, la violencia intrafamiliar.
Pocas cosas más dolorosas para un niño que ver pelear a sus padres o lo que es peor, verlos maltratarse mutuamente.
No es sabio minimizar el rol que las experiencias de sufrimiento dejan en los niños, y hay que darles permisos para sentir la pena y la rabia que le producen y atreverse a hablar de ellos con sus personas más queridas como una forma de poder elaborarlos.
Analice cuáles son las impresiones que está recibiendo y de que manera ellas pueden estar afectando a sus hijos. Lo que ha pasado no lo podemos arreglar.
Pero desde hoy, es decir, el presente, que se llama así porque cada nuevo día es un regalo, hay que poner nuestra energía en regalar a los hijos impresiones que sean positivas y les permitan crecer.
Las impresiones que los niños reciben en los años de infancia y adolescencia explican en gran medida la personalidad resultante.
Las impresiones son acontecimientos que por su fuerza o porque son repetidas, dejan una huella en el psiquismo infantil y van a contribuir a formar la visión del mundo que el niño o el adolescente se forme.
A veces se provee al hijo de estímulos que los padres estiman que dejarán una impresión positiva en los niños, pero en ocasiones ellos tienen el efecto contrario, por ejemplo al regalarles libros que contienen imágenes de terror, como Barba Azul o Hansel y Gretel.
Por cierto, la huella que deje en el niño o niña dependerá de la forma en que los padres se lo cuenten a los niños, pero es necesario estar alerta a la forma en que los niños van procesando lo que les sucede.
Por ejemplo, Javiera, una pequeña de cinco años, después de ver una película tan bonita como Nemo, tuvo pesadillas durante una semana hasta que logró elaborar que no se trataba de algo verdadero, sino que pertenece al mundo de la fantasía.
Especial cuidado hay que tener con los programas de televisión, que ojalá sean vistos previamente por los padres antes de darles el visto bueno para que los niños lo vean.
No se trata sólo de cuánta televisión ven los niños, sino sobre todo de la dieta televisiva, es decir, el contenido de lo que ve.
Pero quizás, las impresiones más fuertes que los niños tienen las reciben en la convivencia familiar.
Algunas de ellas nutren de emociones positivas al niño, por ejemplo, cuando se organiza una celebración para alguna ocasión especial, como la Navidad o los cumpleaños y los niños participan de ella, preparando una cena, una dramatización o decorando el lugar.
Esto no sólo aumentará su creatividad y capacidad estética, sino que dejará un registro emocional positivo que se grabará en su memoria emocional como un recuerdo entrañable y que probablemente repetirá con sus hijos.
También beneficia el contacto con otros adultos —sean de la familia o no— con la capacidad de mostrar caminos a los niños, lo que la extraordinaria autora sobre temas de infancia Alice Miller llamó “testigo iluminador”.
Esta misma autora ha sido una defensora de los niños y es enemiga acérrima del castigo físico y obviamente de cualquier forma de maltrato infantil, a los que considera responsables del odio.
Desafortunadamente, junto con las impresiones positivas, los niños en la situación familiar están expuestos muchas veces a observar situaciones negativas que dejan indudablemente una huella en la mente infantil, por ejemplo, la violencia intrafamiliar.
Pocas cosas más dolorosas para un niño que ver pelear a sus padres o lo que es peor, verlos maltratarse mutuamente.
No es sabio minimizar el rol que las experiencias de sufrimiento dejan en los niños, y hay que darles permisos para sentir la pena y la rabia que le producen y atreverse a hablar de ellos con sus personas más queridas como una forma de poder elaborarlos.
Analice cuáles son las impresiones que está recibiendo y de que manera ellas pueden estar afectando a sus hijos. Lo que ha pasado no lo podemos arreglar.
Pero desde hoy, es decir, el presente, que se llama así porque cada nuevo día es un regalo, hay que poner nuestra energía en regalar a los hijos impresiones que sean positivas y les permitan crecer.