Nada es demasiado obvio cuando se trata de educar hijos. Muchas cosas se pueden aprender en el camino, pero las guías siempre son válidas. Cuatro expertas en educación entregan pauta sobre los errores más comunes en la formación de los niños.
Por Ignacio Bazán. El Mercurio.
1) CORREGIR Y NO JUGAR
Pensar que la crianza es sólo corregir sigue siendo un error.
La doctora Neva Milicic, académica de la escuela de psicología de la PUC y autora de varios libros sobre la paternidad, piensa que al creer que educar es corregir, los padres terminan centrándose en los déficit, con lo que se va debilitando la confianza del niño.
"Educar es enseñar cómo hacerlo, más que decir cómo no hacerlo", dice Milicic. Verónica Villarroel, directora de la facultad de psicología de la UDD y magíster en psicología educacional, dice que los padres deben ejercer un comportamiento más global: "Criar es acompañar, estar presentes realizando actividades con los hijos, que necesitan de nuestra guía. Y la mejor forma de hacerlo es practicar actividades juntos".
Para los adultos, jugar equivale a tener tiempo libre: jugar es lo que se hace afuera del trabajo. Para los niños en cambio, jugar es su trabajo.
"A diferencia de la mayoría de los adultos, a los niños les encanta trabajar y casi nunca quieren un día libre", dice Lawrence Cohen, autor de Playful Parenting (Paternidad juguetona).
Según Cohen, los niños usan el juego para comunicarse, experimentar y aprender. Al unirse a ellos se puede profundizar el proceso, aumentar su confianza, mientras se resuelven el comportamiento.
2) ASOCIAR CRIANZA CON CASTIGO
Según Verónica Villarroel, el castigo es sólo una de las técnicas para promover comportamientos deseados, siempre y cuando se apliquen antes otras estrategias posibles.
"La mejor forma de promover comportamientos esperados es utilizando el señalamiento y el refuerzo", subraya.
"Esto implica destacar de manera muy descriptiva las conductas positivas de nuestros hijos, asociándolas a las habilidades involucradas en su logro, a modo de reconocimiento social".
Un ejemplo: "Qué ordenado y limpio está tu dormitorio hoy, se nota que hiciste un gran esfuerzo para que esté así y te lo agradezco mucho. Mostrémoslo a tus hermanos para que lo vean".
3) LIMITARSE A SUPERVISAR
A los adolescentes les pasa todo el rato. A muchos no les gusta ser vistos con sus padres. La imagen de un adolescente caminando tras su madre en un mall es recurrente.
Kathleen Cushman pasó una temporada hablándole a adolescentes y reunió los testimonios en un libro: What we can't tell you (Lo que no te podemos decir).
Una de sus principales conclusiones es que los adolescentes fluctúan entre la admiración y la exasperación cuando hablan de sus padres. Pero todos están de acuerdo en algo: "Siempre les gusta volver a casa porque ahí tienen el cable a tierra para crecer".
Limitar la crianza a tareas de supervisión puede inclinar la balanza a la exasperación. "En la adolescencia, padres e hijos necesitan dialogar, compartir expectativas y negociar normas, que efectivamente los padres deben controlar.
Supervisar es la tarea final y solo adquiere sentido si los pasos anteriores se han realizado", dice Villarroel.
4) IGUALAR CRIANZA CON ÉXITO
A veces, el fin justifica los medios. Si antes los padres recriminaban a sus hijos cuando volvían con anotaciones negativas del colegio, ahora muchos padres van con la libreta al colegio para encarar a los profesores.
En un nuevo orden social, muchos padres sienten que lo hacen bien mientras sus hijos sean percibidos como exitosos. Aunque esto se escape de la realidad.
Villarroel profundiza: "Criar involucra ser capaz de iluminar las fortalezas y los talentos de nuestros hijos, ayudándolos a sentirse competentes en esas áreas.
Mientras más podamos verbalizarles sus características positivas y sus reales destrezas, podremos ayudarlos a desarrollar un autoconcepto positivo y realista de sí mismos".
5) DESCONFIAR DE OTROS APRENDIZAJES
Hace tiempo que niños y adolescentes no reciben todo el conocimiento de la escuela o de la casa.
"Los pares, las redes sociales, la ciudad, son enormes fuentes de aprendizaje, a pesar de que las instituciones tradicionales tienden a demonizar esos saberes", dice Mónica Peña, doctora en Ciencias de la Educación y académica de psicología de la U. Diego Portales.
"Está demostrado que si la escuela trabaja con los saberes previos de los estudiantes, que traen de su contacto con estos medios no tradicionales, la calidad del aprendizaje mejora.
Pensar que internet es pura pornografía es demostrar ignorancia respecto del potencial a nivel de recursos, de redes sociales, de posibilidades de expresión que la red ofrece; además que es darles el mensaje a los niños y niñas que sus intereses no son válidos".
6) CLASIFICAR EN HUMANISTAS/CIENTÍFICOS
En una entrevista, una alumna de un colegio municipalizado le dijo a la psicóloga Mónica Peña que le gustaría ser ingeniera, pero que su padre le había dicho que las mujeres no sirven como jefas.
Suena fuera de lugar, pero aún hay padres que piensa que hay habilidades que van de la mano con el género. Lo mismo pasa cuando se separan a los niños en científicos, humanistas o artistas.
Mónica Peña piensa que los padres no debieran caer en ese error: "Las habilidades para desenvolvernos en el mundo son más bien amplias que específicas.
La capacidad de abstracción, el pensamiento crítico o divergente, la creatividad, las habilidades lingüísticas son necesarias en todo orden disciplinar".
De aquí parte la creencia de que las mujeres son más humanistas y que los hombres más científicos. "No es raro especialmente si vemos que los puestos de poder están asociados con las llamadas carreras científicas", concluye Peña.
7) CULPAR SÓLO AL CEREBRO
"Es la gran discusión acerca de la causa del llamado 'síndrome de déficit atencional'", dice Mónica Peña.
Aunque muchas veces hay niños que tienen grados de inmadurez neurológica, el diagnóstico de este síndrome genera situaciones confusas; por ejemplo, diagnosticar el síndrome cuando el problema resulta en la incapacidad de operar con las normas escolares.
"Muchas veces este problema reside en la efectividad de la autoridad de los padres en los contextos familiares (por ausencia de estos, por falta de normas claras, por sentimientos de culpa a la hora de decir que no, etc.)", subraya.
Los contextos familiares no son algo que se pueda minimizar.
El doctor Paul Coleman, autor del libro How to say it to your kids (Cómo decírselo a tus hijos), dice que las familias que se hacen el tiempo para comer juntos tienen mucho menos posibilidades que sus hijos caigan en las drogas.
"Si tu familia está demasiado ocupada para comer junta", dice Coleman, "hay demasiadas cosas que son prioridad antes que la unidad".
"Un gran error de los padres (y los profesores) es descansar en diagnósticos bio-médicos, principalmente por temor a mirar cómo ellos han actuado en el ejercicio de la educación de los niños", concluye Mónica Peña.
8) NO HABLARLE A UNA GUAGUA
Según la doctora Antonia Larraín, coordinadora del área de psicología educacional de la U. A. Hurtado desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, los padres no siempre están conscientes de lo importante que es hablarle al niño desde que este es muy pequeño.
"Eso nos hace inhibirnos de designar, de hablar del pasado y futuro, de interpretar verbalmente el mundo.
Sucede que el desarrollo cognitivo del niño depende, entre otras cosas, de qué tantas oportunidades tenga un niño de participar de un mundo parlante".
9) NO LEER CUENTOS
Cada vez se hace menos, porque hay diversos estímulos que compiten con la lectura. Aun así, Antonia Larraín piensa que una actividad relevante que se debería hacer desde una edad temprana es la lectura de cuentos.
Pero con cierta estrategia. "Es común que leamos literalmente lo que está en el cuento sin desarrollar formas de leer diversas", dice.
Aunque la mera frecuencia de lectura en esta etapa no garantiza el aprendizaje de palabras "lo que hace la diferencia es la interacción verbal.
Definir las palabras que no se entienden, y hacer preguntas más allá de lo literal enfatizando las motivaciones de los personajes es fundamental para el desarrollo del lenguaje".
10) SUBESTIMAR SU INTELIGENCIA
En esto hay dos caminos: presionar demasiado a los niños para que jueguen el mejor partido de su vida o tirar la toalla, pensando que no están preparados para jugar bien. Ambos son extremos.
Según Jim Taylor, autor del libro, Positive pushing, algo así como "Presión positiva", exigirles a los niños de acuerdo con sus capacidades puede hacerlos rendir mejor en el colegio o algún deporte y hacerlos felices mientras son competitivos.
Antonia Larraín piensa que a muchos niños se les exige a edades inadecuadas, pero que también se subestima su inteligencia.
"Lo importante es confiar en que los niños pueden aprender y que nuestra propuesta de interacción actúa como un motor de desarrollo importantísimo".
Por Ignacio Bazán. El Mercurio.
1) CORREGIR Y NO JUGAR
Pensar que la crianza es sólo corregir sigue siendo un error.
La doctora Neva Milicic, académica de la escuela de psicología de la PUC y autora de varios libros sobre la paternidad, piensa que al creer que educar es corregir, los padres terminan centrándose en los déficit, con lo que se va debilitando la confianza del niño.
"Educar es enseñar cómo hacerlo, más que decir cómo no hacerlo", dice Milicic. Verónica Villarroel, directora de la facultad de psicología de la UDD y magíster en psicología educacional, dice que los padres deben ejercer un comportamiento más global: "Criar es acompañar, estar presentes realizando actividades con los hijos, que necesitan de nuestra guía. Y la mejor forma de hacerlo es practicar actividades juntos".
Para los adultos, jugar equivale a tener tiempo libre: jugar es lo que se hace afuera del trabajo. Para los niños en cambio, jugar es su trabajo.
"A diferencia de la mayoría de los adultos, a los niños les encanta trabajar y casi nunca quieren un día libre", dice Lawrence Cohen, autor de Playful Parenting (Paternidad juguetona).
Según Cohen, los niños usan el juego para comunicarse, experimentar y aprender. Al unirse a ellos se puede profundizar el proceso, aumentar su confianza, mientras se resuelven el comportamiento.
2) ASOCIAR CRIANZA CON CASTIGO
Según Verónica Villarroel, el castigo es sólo una de las técnicas para promover comportamientos deseados, siempre y cuando se apliquen antes otras estrategias posibles.
"La mejor forma de promover comportamientos esperados es utilizando el señalamiento y el refuerzo", subraya.
"Esto implica destacar de manera muy descriptiva las conductas positivas de nuestros hijos, asociándolas a las habilidades involucradas en su logro, a modo de reconocimiento social".
Un ejemplo: "Qué ordenado y limpio está tu dormitorio hoy, se nota que hiciste un gran esfuerzo para que esté así y te lo agradezco mucho. Mostrémoslo a tus hermanos para que lo vean".
3) LIMITARSE A SUPERVISAR
A los adolescentes les pasa todo el rato. A muchos no les gusta ser vistos con sus padres. La imagen de un adolescente caminando tras su madre en un mall es recurrente.
Kathleen Cushman pasó una temporada hablándole a adolescentes y reunió los testimonios en un libro: What we can't tell you (Lo que no te podemos decir).
Una de sus principales conclusiones es que los adolescentes fluctúan entre la admiración y la exasperación cuando hablan de sus padres. Pero todos están de acuerdo en algo: "Siempre les gusta volver a casa porque ahí tienen el cable a tierra para crecer".
Limitar la crianza a tareas de supervisión puede inclinar la balanza a la exasperación. "En la adolescencia, padres e hijos necesitan dialogar, compartir expectativas y negociar normas, que efectivamente los padres deben controlar.
Supervisar es la tarea final y solo adquiere sentido si los pasos anteriores se han realizado", dice Villarroel.
4) IGUALAR CRIANZA CON ÉXITO
A veces, el fin justifica los medios. Si antes los padres recriminaban a sus hijos cuando volvían con anotaciones negativas del colegio, ahora muchos padres van con la libreta al colegio para encarar a los profesores.
En un nuevo orden social, muchos padres sienten que lo hacen bien mientras sus hijos sean percibidos como exitosos. Aunque esto se escape de la realidad.
Villarroel profundiza: "Criar involucra ser capaz de iluminar las fortalezas y los talentos de nuestros hijos, ayudándolos a sentirse competentes en esas áreas.
Mientras más podamos verbalizarles sus características positivas y sus reales destrezas, podremos ayudarlos a desarrollar un autoconcepto positivo y realista de sí mismos".
5) DESCONFIAR DE OTROS APRENDIZAJES
Hace tiempo que niños y adolescentes no reciben todo el conocimiento de la escuela o de la casa.
"Los pares, las redes sociales, la ciudad, son enormes fuentes de aprendizaje, a pesar de que las instituciones tradicionales tienden a demonizar esos saberes", dice Mónica Peña, doctora en Ciencias de la Educación y académica de psicología de la U. Diego Portales.
"Está demostrado que si la escuela trabaja con los saberes previos de los estudiantes, que traen de su contacto con estos medios no tradicionales, la calidad del aprendizaje mejora.
Pensar que internet es pura pornografía es demostrar ignorancia respecto del potencial a nivel de recursos, de redes sociales, de posibilidades de expresión que la red ofrece; además que es darles el mensaje a los niños y niñas que sus intereses no son válidos".
6) CLASIFICAR EN HUMANISTAS/CIENTÍFICOS
En una entrevista, una alumna de un colegio municipalizado le dijo a la psicóloga Mónica Peña que le gustaría ser ingeniera, pero que su padre le había dicho que las mujeres no sirven como jefas.
Suena fuera de lugar, pero aún hay padres que piensa que hay habilidades que van de la mano con el género. Lo mismo pasa cuando se separan a los niños en científicos, humanistas o artistas.
Mónica Peña piensa que los padres no debieran caer en ese error: "Las habilidades para desenvolvernos en el mundo son más bien amplias que específicas.
La capacidad de abstracción, el pensamiento crítico o divergente, la creatividad, las habilidades lingüísticas son necesarias en todo orden disciplinar".
De aquí parte la creencia de que las mujeres son más humanistas y que los hombres más científicos. "No es raro especialmente si vemos que los puestos de poder están asociados con las llamadas carreras científicas", concluye Peña.
7) CULPAR SÓLO AL CEREBRO
"Es la gran discusión acerca de la causa del llamado 'síndrome de déficit atencional'", dice Mónica Peña.
Aunque muchas veces hay niños que tienen grados de inmadurez neurológica, el diagnóstico de este síndrome genera situaciones confusas; por ejemplo, diagnosticar el síndrome cuando el problema resulta en la incapacidad de operar con las normas escolares.
"Muchas veces este problema reside en la efectividad de la autoridad de los padres en los contextos familiares (por ausencia de estos, por falta de normas claras, por sentimientos de culpa a la hora de decir que no, etc.)", subraya.
Los contextos familiares no son algo que se pueda minimizar.
El doctor Paul Coleman, autor del libro How to say it to your kids (Cómo decírselo a tus hijos), dice que las familias que se hacen el tiempo para comer juntos tienen mucho menos posibilidades que sus hijos caigan en las drogas.
"Si tu familia está demasiado ocupada para comer junta", dice Coleman, "hay demasiadas cosas que son prioridad antes que la unidad".
"Un gran error de los padres (y los profesores) es descansar en diagnósticos bio-médicos, principalmente por temor a mirar cómo ellos han actuado en el ejercicio de la educación de los niños", concluye Mónica Peña.
8) NO HABLARLE A UNA GUAGUA
Según la doctora Antonia Larraín, coordinadora del área de psicología educacional de la U. A. Hurtado desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, los padres no siempre están conscientes de lo importante que es hablarle al niño desde que este es muy pequeño.
"Eso nos hace inhibirnos de designar, de hablar del pasado y futuro, de interpretar verbalmente el mundo.
Sucede que el desarrollo cognitivo del niño depende, entre otras cosas, de qué tantas oportunidades tenga un niño de participar de un mundo parlante".
9) NO LEER CUENTOS
Cada vez se hace menos, porque hay diversos estímulos que compiten con la lectura. Aun así, Antonia Larraín piensa que una actividad relevante que se debería hacer desde una edad temprana es la lectura de cuentos.
Pero con cierta estrategia. "Es común que leamos literalmente lo que está en el cuento sin desarrollar formas de leer diversas", dice.
Aunque la mera frecuencia de lectura en esta etapa no garantiza el aprendizaje de palabras "lo que hace la diferencia es la interacción verbal.
Definir las palabras que no se entienden, y hacer preguntas más allá de lo literal enfatizando las motivaciones de los personajes es fundamental para el desarrollo del lenguaje".
10) SUBESTIMAR SU INTELIGENCIA
En esto hay dos caminos: presionar demasiado a los niños para que jueguen el mejor partido de su vida o tirar la toalla, pensando que no están preparados para jugar bien. Ambos son extremos.
Según Jim Taylor, autor del libro, Positive pushing, algo así como "Presión positiva", exigirles a los niños de acuerdo con sus capacidades puede hacerlos rendir mejor en el colegio o algún deporte y hacerlos felices mientras son competitivos.
Antonia Larraín piensa que a muchos niños se les exige a edades inadecuadas, pero que también se subestima su inteligencia.
"Lo importante es confiar en que los niños pueden aprender y que nuestra propuesta de interacción actúa como un motor de desarrollo importantísimo".