Por Neva Milicic, sicóloga.
La forma en que las personas enfrentan los problemas es muy decisiva en su calidad de vida.
Hay quienes se ahogan en una gota de agua, otros tienden a achacar toda la responsabilidad por lo que sucede a los demás externalizando el problema, y los más sabios pueden visualizar qué parte del problema puede ser de su responsabilidad.
Por ejemplo, cuando los niños(as) obtienen una mala nota se abren a la posibilidad de que en la generación de la situación que los aproblema, haya una parte que puede ser de su responsabilidad.
Pueden asumir, por ejemplo, que a lo mejor no sólo se trata de que la prueba fuera muy difícil, sino que el mal resultado pudiera ser producto de no haber prestado suficiente atención en clases cuando el profesor explicaba, por lo que la comprensión de la materia resultó insuficiente.
Ciertamente lograr entender que una parte del problema pudiera ser de propia responsabilidad es un proceso largo y difícil que algunas personas nunca logran, ya que es tanto más fácil —pero menos iluminador— atribuir toda la responsabilidad a otros o a las circunstancias externas porque ello nos evita hacer el esfuerzo de cambiar las circunstancias externas.
Cada día trae para niños y adolescentes nuevas situaciones que eventualmente pueden convertirse en problemas.
Algunos niños, ante las dificultades, tienden a paralizarse y a esperar que otros les busquen soluciones para resolverlas, en tanto que otros asumen una actitud más positiva, que consiste en esforzarse en encontrar caminos para resolver las problemáticas que van surgiendo.
Una actitud pasiva es señal que pueden estar desarrollando sentimientos de incompetencia para enfrentar las situaciones difíciles.
Algunos niños(as) tienen actitudes que constituyen en sí mismas problemas, porque se han habituado a reaccionar de una manera que es poco funcional, por ejemplo, aquellos que pierden con frecuencia las cosas, porque no han adquirido el hábito dejarlas siempre en el mismo lugar.
No se trata de inculparlos, pero sí de ayudarlos a buscar soluciones. Así sucedió con Cecilia, que en las mañana se atrasaba porque no encontraba sus zapatos o porque perdía tiempo buscando su mochila.
Estos retrasos llevaban a la desesperación al papá, que era el encargado de llevarla al colegio. Él perdía la paciencia y la retaba estigmatizándola con el rótulo “Doña Desorden”.
A pesar de que ella odiaba este sobrenombre, no se hacía por ello más ordenada y, por el contrario, en una actitud fatalista nada hacía por remediar la situación. Cada vez que se le perdía algo, le echaba la culpa a los otros y se ponía a llorar.
Los papás decidieron ayudar a Cecilia buscando enfrentar el problema con una actitud de solución y no de inculpación, eligiendo para la búsqueda un momento en que todos los involucrados estaban de un ánimo positivo.
Partieron por las pérdidas de las cosas en la mañana, porque era lo que más alteraba la convivencia familiar.
Las preguntas orientadas a solucionar el problema fueron: ¿Cómo puedo hacer para ganarle al desorden? ¿Qué necesito llevar en la mañana? ¿Qué problemas me acarrea no dejar las cosas en su lugar? ¿Dónde puedo dejarlos en la noche, para no perder tiempo?
Contrariamente a lo que solemos hacer los adultos, los papás de Cecilia incentivaron que fuera ella quien encontrara las soluciones y la hicieron sentir que ella era capaz de encontrarlas, y lo más importante, era capaz de cumplir con lo que se proponía.
Con esta actitud frente a la solución del problema del desorden de Cecilia, sus padres no sólo favorecieron la solución del problema que surgía en las mañanas, sino que promovieron una actitud de búsqueda activa de soluciones, asumiendo que al cambiar ella, se puede producir un cambio positivo en el ambiente.
La forma en que las personas enfrentan los problemas es muy decisiva en su calidad de vida.
Hay quienes se ahogan en una gota de agua, otros tienden a achacar toda la responsabilidad por lo que sucede a los demás externalizando el problema, y los más sabios pueden visualizar qué parte del problema puede ser de su responsabilidad.
Por ejemplo, cuando los niños(as) obtienen una mala nota se abren a la posibilidad de que en la generación de la situación que los aproblema, haya una parte que puede ser de su responsabilidad.
Pueden asumir, por ejemplo, que a lo mejor no sólo se trata de que la prueba fuera muy difícil, sino que el mal resultado pudiera ser producto de no haber prestado suficiente atención en clases cuando el profesor explicaba, por lo que la comprensión de la materia resultó insuficiente.
Ciertamente lograr entender que una parte del problema pudiera ser de propia responsabilidad es un proceso largo y difícil que algunas personas nunca logran, ya que es tanto más fácil —pero menos iluminador— atribuir toda la responsabilidad a otros o a las circunstancias externas porque ello nos evita hacer el esfuerzo de cambiar las circunstancias externas.
Cada día trae para niños y adolescentes nuevas situaciones que eventualmente pueden convertirse en problemas.
Algunos niños, ante las dificultades, tienden a paralizarse y a esperar que otros les busquen soluciones para resolverlas, en tanto que otros asumen una actitud más positiva, que consiste en esforzarse en encontrar caminos para resolver las problemáticas que van surgiendo.
Una actitud pasiva es señal que pueden estar desarrollando sentimientos de incompetencia para enfrentar las situaciones difíciles.
Algunos niños(as) tienen actitudes que constituyen en sí mismas problemas, porque se han habituado a reaccionar de una manera que es poco funcional, por ejemplo, aquellos que pierden con frecuencia las cosas, porque no han adquirido el hábito dejarlas siempre en el mismo lugar.
No se trata de inculparlos, pero sí de ayudarlos a buscar soluciones. Así sucedió con Cecilia, que en las mañana se atrasaba porque no encontraba sus zapatos o porque perdía tiempo buscando su mochila.
Estos retrasos llevaban a la desesperación al papá, que era el encargado de llevarla al colegio. Él perdía la paciencia y la retaba estigmatizándola con el rótulo “Doña Desorden”.
A pesar de que ella odiaba este sobrenombre, no se hacía por ello más ordenada y, por el contrario, en una actitud fatalista nada hacía por remediar la situación. Cada vez que se le perdía algo, le echaba la culpa a los otros y se ponía a llorar.
Los papás decidieron ayudar a Cecilia buscando enfrentar el problema con una actitud de solución y no de inculpación, eligiendo para la búsqueda un momento en que todos los involucrados estaban de un ánimo positivo.
Partieron por las pérdidas de las cosas en la mañana, porque era lo que más alteraba la convivencia familiar.
Las preguntas orientadas a solucionar el problema fueron: ¿Cómo puedo hacer para ganarle al desorden? ¿Qué necesito llevar en la mañana? ¿Qué problemas me acarrea no dejar las cosas en su lugar? ¿Dónde puedo dejarlos en la noche, para no perder tiempo?
Contrariamente a lo que solemos hacer los adultos, los papás de Cecilia incentivaron que fuera ella quien encontrara las soluciones y la hicieron sentir que ella era capaz de encontrarlas, y lo más importante, era capaz de cumplir con lo que se proponía.
Con esta actitud frente a la solución del problema del desorden de Cecilia, sus padres no sólo favorecieron la solución del problema que surgía en las mañanas, sino que promovieron una actitud de búsqueda activa de soluciones, asumiendo que al cambiar ella, se puede producir un cambio positivo en el ambiente.