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Inmadurez y Presión Excesiva Marcan Último Año de Colegio

Cuarto medio se ha ido transformando en una etapa de transición a los estudios superiores, más que en el último de doce años de escolaridad. Eso aumenta las exigencias sobre los adolescentes, en un período marcado por un fuerte impacto emocional. Los colegios prueban estrategias para aminorar los efectos.

Por K. Pavez y E. Simonsen, La Tercera.

En una verdadera guerra de barro. Así terminaba el último día de colegio en un tradicional colegio de la capital, recuerda uno de sus ex alumnos y actual director del ciclo medio del plantel.

"Había una cancha de tierra, que usábamos para hacer barro y tirábamos a todo el que pasara". Hoy, en cambio, en tiempos de especial sensibilización con respecto al bullying, hay que tomar ciertos resguardos.

Están prohibidas las guerras de agua y toda manifestación que se pueda prestar para molestar al más débil o alterar el normal funcionamiento del colegio.

A cambio, los alumnos son invitados a un asado con piscina, en un recinto fuera de la comunidad escolar, donde pueden descargar energías.

Una iniciativa que han imitado varios establecimientos, conscientes de que los ritos son necesarios en cuarto medio.

Porque es un período donde los alumnos deben enfrentar cada vez más presión y tomar decisiones justo cuando, si bien han alcanzado un desarrollo cognitivo óptimo, aún son inmaduros en lo emocional.

Después de todo, están en plena adolescencia.

EL CAMINO DE IDA Y VUELTA

Dos procesos se viven en paralelo en este período: la adolescencia y la culminación de la etapa de desarrollo del pensamiento formal.

Los jóvenes son más autónomos, buscan participar activamente de la toma de decisiones y son capaces de inferir, relacionar ideas y llegar a conclusiones válidas a partir de premisas, dice la sicopedagoga Lucía Casanova.

Sin embargo, esto mismo los hace cuestionar más la autoridad, ya que aún mantienen ciertos rasgos de inmadurez emocional.

"Esto los hace centrarse en sí mismos y sus necesidades sin ver el contexto ni mirar en perspectiva sus problemas", explica Verónica Villarroel, directora de Psicología de la UDD, sede Concepción.

Agrega: "Si un profesor exige puntualidad y llega tarde, el alumno juzga el atraso. Son argumentativos y desafiantes".

A ello hay que agregar un elemento adicional: el cuarto medio se ha vuelto más un camino a la universidad que una despedida del colegio.

"Hay una sensación de que lo mejor que le puede pasar al joven es que vaya en línea recta ascendente, sin devolverse", dice Cecilia Guzmán, sicóloga del Colegio San Ignacio Alonso Ovalle.

Un sentimiento que se da en todos los sectores sociales. "Mientras unos están angustiados por exceso de expectativas, otros están nerviosos por entrar a lo que puedan y que de eso dependa su futuro", dice Bernarda Pérez, de la UDP.

A ello contribuyen los propios colegios, que transforman el último año casi en un preuniversitario: quitan las clases de educación física, los talleres extraprogramáticos y reemplazan las horas de clases por preparación para la PSU.

Aquí suelen aparecer la ansiedad, los trastornos del ánimo y la desmotivación. "Sienten que se acabó el año, dejan los talleres, se demoran en entregar los trabajos", dice Mariel Marfil, sicóloga del colegio Redland.

Ante esto, el rol de los adultos es clave. "Padres y profesores deben respetar ambos mundos, el de la PSU y el del adiós a los amigos, y orientar sobre el tiempo dado a cada uno", agrega Villarroel.

Algo que algunos colegios ya han entendido, por lo que mantienen la rutina escolar hasta poco antes de rendir la PSU.

"Si se cambia el horario, les quitamos la contención necesaria. Eso los desordena y no saben cómo responder", agrega Tulio Barrios, subdirector académico del Cumbres.

En el San Ignacio, en el segundo semestre se alivia la carga académica, bajan las tareas y se intenta que las evaluaciones se hagan en clases. En ese colegio, al igual que en otros, este viernes se despidió a los cuartos medios.

No hubo guerra de agua, pero sí una llena de ritos: Los padres fueron a dejar a sus hijos, tal como lo hicieron 12 años antes, cuando iniciaron el camino escolar.

CÓMO TRATARLOS

El "no" sin justificación genera frustraciones. Lo ideal es abrirse al diálogo y a la negociación.

De esta manera, el adolescente se sentirá escuchado y estará menos reacio a acatar lo que ya se ha impuesto de parte de la autoridad.

- Los adolescentes valoran más las experiencias de sus pares que las que los adultos. Por eso, es necesario que padres y profesores legitimen las experiencias personales del adolescente y no las comparen con las que ellos vivieron cuando jóvenes.

- Los jóvenes se sienten exigidos por el círculo social, por lo que se debe evitar que la conversación familiar gire en torno a la PSU y que no se "acose" al adolescente al respecto de cuál va a ser su decisión vocacional, ya que la incertidumbre que ya existe puede derivar en un sentimiento de angustia.