Por Neva Milicic, sicóloga.
Cuando un niño nace y sobre todo cuando es el primogénito, los padres del recién nacido cambian en forma importante su identidad por la adquisición de su nuevo rol.
Se transforman en padres y este hecho cambia sus vidas para siempre de una manera maravillosa.
Especialmente en la madre, desde el inicio del embarazo, le ocurren además de los evidentes cambios físicos una serie de cambios psicológicos.
Winnicott, el célebre investigador británico, quien fue uno de los pioneros en señalar la importancia de los vínculos tempranos madre–hijo, describe en las madres un estado de “replegamiento interno”, que se caracteriza por una especie de desconexión del medio que permite la centración de la madre en su hijo, perdiendo para ella los otros hechos del mundo externo de alguna manera su relevancia.
Este estado es considerado por Winnicott como una especie de enfermedad normal, que es lo que a las mujeres les permite desarrollar una preocupación maternal primaria.
Esta desconexión relativa del mundo externo, le facilita el volcarse hacia su hijo. Cuando ello no sucede, el vínculo de apego se ve comprometido y eventualmente puede haber una actitud negligente hacia las necesidades del recién nacido.
El medio ambiente debiera facilitar esta centración, haciéndose cargo en la medida de lo posible de las cosas domésticas, de los otros hermanos, pero sobre todo brindándole la tranquilidad psicológica y el afecto que requiere para poder realizar esta vinculación tan primaria sin tensiones excesivas.
El sentido del permiso prenatal y posnatal tiene mucho que ver con que las madres puedan bajar las revoluciones y la actividad, para atender a ese milagroso y frágil proceso que es una vida que comienza.
En el libro ¿Dónde estás mamá? Marta Montaldo describe los problemas de la maternidad actual bajo el prisma de la teoría de Winnicott, en que las madres son requeridas por tantas demandas del mundo externo.
Ella plantea que hay costos invisibles, pero no por ello menos importantes para el desarrollo emocional de los niños, cuando las madres no se dan el tiempo para estar con sus hijos.
Ella insta a las madres para que en la medida de sus posibilidades se hagan más cargo del cuidado de sus hijos pequeños sugieren.
Es necesario asumir que la presencia de la madre tiene un valor que no puede ser remplazado fácilmente por una sala cuna.
El tiempo inmediato al nacimiento marca un período sensitivo muy especial para promover los vínculos de apego entre el niño y sus padres.
Las primeras horas después del parto, los niños están en un estado de extrema alerta, por lo que se sugieren algunas medidas para favorecer el apego, como estimularlos a estar a solas con su hijo.
Los primeros días el resto de la familia debe estar disponible y cercana, pero evitar ser una presencia invasiva, para que los padres puedan disfrutar de la necesaria intimidad de pareja, para conectarse con ese niño que les ha nacido.
Otra de las medidas consiste en incentivar el contacto corporal y ayudar al amamantamiento, que en la primerizas no siempre resulta fácil en los primeros días, pero que trae tantos beneficios para la relación madre hijo y para el sistema inmunológico del vulnerable recién nacido.
El recién nacido y sus padres requieren ser cuidados y protegidos en su intimidad para poder realizar el apego, que es el tema central en el establecimiento de los vínculos afectivos.
Un buen apego con sus padres es crítico para el desarrollo emocional de los niños y por ello el medio ambiente debe favorecer que la madre y el padre estén en las mejores condiciones para realizarlo, brindándoles un ambiente emocionalmente seguro.
Cuando un niño nace y sobre todo cuando es el primogénito, los padres del recién nacido cambian en forma importante su identidad por la adquisición de su nuevo rol.
Se transforman en padres y este hecho cambia sus vidas para siempre de una manera maravillosa.
Especialmente en la madre, desde el inicio del embarazo, le ocurren además de los evidentes cambios físicos una serie de cambios psicológicos.
Winnicott, el célebre investigador británico, quien fue uno de los pioneros en señalar la importancia de los vínculos tempranos madre–hijo, describe en las madres un estado de “replegamiento interno”, que se caracteriza por una especie de desconexión del medio que permite la centración de la madre en su hijo, perdiendo para ella los otros hechos del mundo externo de alguna manera su relevancia.
Este estado es considerado por Winnicott como una especie de enfermedad normal, que es lo que a las mujeres les permite desarrollar una preocupación maternal primaria.
Esta desconexión relativa del mundo externo, le facilita el volcarse hacia su hijo. Cuando ello no sucede, el vínculo de apego se ve comprometido y eventualmente puede haber una actitud negligente hacia las necesidades del recién nacido.
El medio ambiente debiera facilitar esta centración, haciéndose cargo en la medida de lo posible de las cosas domésticas, de los otros hermanos, pero sobre todo brindándole la tranquilidad psicológica y el afecto que requiere para poder realizar esta vinculación tan primaria sin tensiones excesivas.
El sentido del permiso prenatal y posnatal tiene mucho que ver con que las madres puedan bajar las revoluciones y la actividad, para atender a ese milagroso y frágil proceso que es una vida que comienza.
En el libro ¿Dónde estás mamá? Marta Montaldo describe los problemas de la maternidad actual bajo el prisma de la teoría de Winnicott, en que las madres son requeridas por tantas demandas del mundo externo.
Ella plantea que hay costos invisibles, pero no por ello menos importantes para el desarrollo emocional de los niños, cuando las madres no se dan el tiempo para estar con sus hijos.
Ella insta a las madres para que en la medida de sus posibilidades se hagan más cargo del cuidado de sus hijos pequeños sugieren.
Es necesario asumir que la presencia de la madre tiene un valor que no puede ser remplazado fácilmente por una sala cuna.
El tiempo inmediato al nacimiento marca un período sensitivo muy especial para promover los vínculos de apego entre el niño y sus padres.
Las primeras horas después del parto, los niños están en un estado de extrema alerta, por lo que se sugieren algunas medidas para favorecer el apego, como estimularlos a estar a solas con su hijo.
Los primeros días el resto de la familia debe estar disponible y cercana, pero evitar ser una presencia invasiva, para que los padres puedan disfrutar de la necesaria intimidad de pareja, para conectarse con ese niño que les ha nacido.
Otra de las medidas consiste en incentivar el contacto corporal y ayudar al amamantamiento, que en la primerizas no siempre resulta fácil en los primeros días, pero que trae tantos beneficios para la relación madre hijo y para el sistema inmunológico del vulnerable recién nacido.
El recién nacido y sus padres requieren ser cuidados y protegidos en su intimidad para poder realizar el apego, que es el tema central en el establecimiento de los vínculos afectivos.
Un buen apego con sus padres es crítico para el desarrollo emocional de los niños y por ello el medio ambiente debe favorecer que la madre y el padre estén en las mejores condiciones para realizarlo, brindándoles un ambiente emocionalmente seguro.