Por Neva Milicic, sicóloga.
Cada vez con más semanas de adelanto el comercio nos inunda con sus ofertas navideñas, que fomentan un consumismo a veces sin límites.
La Navidad incita a los padres a veces a endeudarse sin evaluar las posibilidades y los riesgos que ello implica.
Cuando esto sucede, pareciera que no sólo se desvirtúa el sentido de la Navidad, sino que también el sentido de regalar.
En el significado más amplio, regalar es ofrecer en un ánimo positivo, un obsequio que le informa al que lo recibe que te has acordado de él, y que lo quieres.
Los regalos en sí mismos entregan un mensaje de ternura y valoración. Saber regalar es un don que está muy vinculado al desarrollo de la empatía.
Quien sabe regalar se conecta con las necesidades, intereses y pasiones de los otros, y además es generoso.
Para quien no es empático el regalar se transforma en un mero trámite, para salir del paso, buscando aquello que lo haga quedar bien, sin trabajar ni pensar demasiado y con poca conexión con lo que al otro le gustaría.
Un regalo que está muy lejos de las necesidades, y de los gustos, es reflejo de egocentrismo.
Recuerdo una antigua obra de teatro del ICTUS, en la cual uno de los personajes era una persona muy pobre que necesitaba con urgencia un cinturón o al menos un alfiler de gancho, porque se le caían los pantalones.
No recibía nada que lo ayudara en la complicada tarea de sujetarse los pantalones como obsequio.
En cambio recibía una elegante sombrilla de parte de las señoras conservadoras de Chépica.
Raramente se llega a estos extremos, pero sí hemos oído en más de una ocasión decir: pero mira qué desenchufe este regalo de mi cuñado a mi marido, sabiendo que está en tratamiento para el alcoholismo, le regaló tres botellas de vino...
Probablemente esto no era una agresión, sino que se trataba simplemente de aquellos regalos que circulan de mano en mano.
A la persona en cuestión le llegaron las botellas de vino y las volvió a regalar para su cuñado, sin siquiera reflexionar que en razón de su tratamiento eso era justo el regalo menos apropiado.
Como la empatía es la piedra de la inteligencia emocional, aproveche esta oportunidad que da la Navidad para desarrollar en sus hijos, además de la virtud de la generosidad, la capacidad de empatizar con los otros, con sus sentimientos y con sus aptitudes.
Entiendo que la Navidad y el fin de año son fechas especialmente demandantes para las madres y los padres, pero en la medida de lo posible, incorpore a sus hijos(as) a la hora de elegir algunos de los regalos, preguntando por ejemplo: ¿Qué podríamos regalarle al tío Sebastián? No descalifique las respuestas de los niños, pero pregúnteles por qué creen que le gustaría.
Enséñeles a hacer regalos con contenido emocional de manera que vayan aprendiendo a ser generosos emocionalmente.
Sugiérales por ejemplo escribir al abuelo lo que nos gusta de él o démosle las gracias a la abuela por lo recibido durante el año.
Escribir en una carta o en una tarjeta, estos sentimientos puede ser un maravilloso regalo que permita recuperar el verdadero sentido de la Navidad.
La Navidad es también una época para pensar en los que, por diversas razones, están pasando por tiempos difíciles, situaciones de pobreza, enfermedades, duelos, cesantía.
Aquí la generosidad es clave y aprender a conectarse para estar abiertos a quien más lo necesita es una enseñanza ética de la mayor relevancia para hacer de su hijo una buena persona.
Es bueno que los niños aprendan a ver la Navidad, no en forma egocéntrica esperando recibir muchos regalos, sino que se transforme en una oportunidad para dar y para crecer emocionalmente.
Feliz Navidad.
Cada vez con más semanas de adelanto el comercio nos inunda con sus ofertas navideñas, que fomentan un consumismo a veces sin límites.
La Navidad incita a los padres a veces a endeudarse sin evaluar las posibilidades y los riesgos que ello implica.
Cuando esto sucede, pareciera que no sólo se desvirtúa el sentido de la Navidad, sino que también el sentido de regalar.
En el significado más amplio, regalar es ofrecer en un ánimo positivo, un obsequio que le informa al que lo recibe que te has acordado de él, y que lo quieres.
Los regalos en sí mismos entregan un mensaje de ternura y valoración. Saber regalar es un don que está muy vinculado al desarrollo de la empatía.
Quien sabe regalar se conecta con las necesidades, intereses y pasiones de los otros, y además es generoso.
Para quien no es empático el regalar se transforma en un mero trámite, para salir del paso, buscando aquello que lo haga quedar bien, sin trabajar ni pensar demasiado y con poca conexión con lo que al otro le gustaría.
Un regalo que está muy lejos de las necesidades, y de los gustos, es reflejo de egocentrismo.
Recuerdo una antigua obra de teatro del ICTUS, en la cual uno de los personajes era una persona muy pobre que necesitaba con urgencia un cinturón o al menos un alfiler de gancho, porque se le caían los pantalones.
No recibía nada que lo ayudara en la complicada tarea de sujetarse los pantalones como obsequio.
En cambio recibía una elegante sombrilla de parte de las señoras conservadoras de Chépica.
Raramente se llega a estos extremos, pero sí hemos oído en más de una ocasión decir: pero mira qué desenchufe este regalo de mi cuñado a mi marido, sabiendo que está en tratamiento para el alcoholismo, le regaló tres botellas de vino...
Probablemente esto no era una agresión, sino que se trataba simplemente de aquellos regalos que circulan de mano en mano.
A la persona en cuestión le llegaron las botellas de vino y las volvió a regalar para su cuñado, sin siquiera reflexionar que en razón de su tratamiento eso era justo el regalo menos apropiado.
Como la empatía es la piedra de la inteligencia emocional, aproveche esta oportunidad que da la Navidad para desarrollar en sus hijos, además de la virtud de la generosidad, la capacidad de empatizar con los otros, con sus sentimientos y con sus aptitudes.
Entiendo que la Navidad y el fin de año son fechas especialmente demandantes para las madres y los padres, pero en la medida de lo posible, incorpore a sus hijos(as) a la hora de elegir algunos de los regalos, preguntando por ejemplo: ¿Qué podríamos regalarle al tío Sebastián? No descalifique las respuestas de los niños, pero pregúnteles por qué creen que le gustaría.
Enséñeles a hacer regalos con contenido emocional de manera que vayan aprendiendo a ser generosos emocionalmente.
Sugiérales por ejemplo escribir al abuelo lo que nos gusta de él o démosle las gracias a la abuela por lo recibido durante el año.
Escribir en una carta o en una tarjeta, estos sentimientos puede ser un maravilloso regalo que permita recuperar el verdadero sentido de la Navidad.
La Navidad es también una época para pensar en los que, por diversas razones, están pasando por tiempos difíciles, situaciones de pobreza, enfermedades, duelos, cesantía.
Aquí la generosidad es clave y aprender a conectarse para estar abiertos a quien más lo necesita es una enseñanza ética de la mayor relevancia para hacer de su hijo una buena persona.
Es bueno que los niños aprendan a ver la Navidad, no en forma egocéntrica esperando recibir muchos regalos, sino que se transforme en una oportunidad para dar y para crecer emocionalmente.
Feliz Navidad.