Por Neva Milicic, sicóloga.
La pregunta acerca de los riesgos y los beneficios de utilizar los premios como mecanismo educativo encierra una duda legítima, que muchos padres que están realmente preocupados por educar bien a sus hijos se han hecho en más de una ocasión.
¿Por qué debiera premiar a un niño por hacer algo que le corresponde hacer?
La respuesta es compleja y depende de las características del niño, pero un premio ocasionalmente no pareciera ser una actitud negativa.
No se trata de dar un gran premio por levantarse en la mañana y todas las mañanas, pero si cuando hace un esfuerzo mayor que lo habitual, reconocerlo a través de un estímulo puede hacer sentir al niño que lo que hace es valorado por sus padres.
Cuando usted prepara el desayuno, no espera un gran reconocimiento, pero sí al menos un gracias, o un comentario amable, como “rico te quedó”, que sea una señal que los demás se han dado cuenta del esfuerzo que ha puesto en prepararlo, sobre todo si se esmeró especialmente y agregó un jugo de naranja recién exprimido.
Así como les enseñamos a los niños el valor de las palabras mágicas por favor y gracias, los padres debemos acostumbrarlos a reconocer los esfuerzos y los logros de los niños.
Basta quizás con decir, “eso te ha quedado muy bien, debe haberte costado mucho esfuerzo hacerlo” o “esta pieza así de ordenada sí que merece un premio”.
Siempre se ha sostenido y es de sentido común, que las personas deben aprender por sus consecuencias, pero ello no tendría por qué limitarse a situaciones en que niños se han equivocado o han hecho mal.
Si llegó con una anotación negativa, parece razonable que pueda ser sancionado sin ver televisión.
¿Por qué tendría que ser negativo el opuesto? Si llega con una excelente nota en lectura, ¿por qué no regalarle un libro como premio?
Los niños necesitan de la atención y el cuidado de sus padres. Desafortunadamente, de manera no consciente suele dárseles más atención a los hijos cuando se han equivocado y lo han hecho mal que cuando se han esforzado y lo han hecho bien.
Con frecuencia, algunos niños presentan conductas disruptivas, como una forma inconsciente de atraer la atención de sus padres, aunque sea en forma negativa.
Si somos más generosos, reconocemos y eventualmente premiamos sus logros, es probable que los niños les aumenten la motivación y con ello encuentren formas positivas para conseguir que sus padres les atiendan y visibilicen.
Es distinto dar un premio que ofrecer un premio. Darlo significa que se es capaz de reconocer lo que el otro ha hecho por conseguir algo bien, por organizarse y a lo mejor por aplazar o renunciar a algo que hubiera sido placentero hacer, por cumplir con un deber.
No se trata de ofrecer un viaje para pasar de curso, pero si ha aprendido a leer, no sería nada malo que el abuelo le regalara esa caja de lápices con que el nieto o la nieta soñaban.
Tenga cuidado de no pertenecer a esa categoría de padres cuyos hijos se quejan “Nunca me encuentra nada bueno, sólo se fija en lo que he hecho mal”.
No es que estos padres quieran ser malos padres, sino que simplemente tienen la creencia errónea que educar es corregir, y no que es enseñar.
Todas las personas necesitan ser reconocidos y visibilizados en sus aspectos positivos por las personas que les son significativas.
Sea generoso. Un reconocimiento o un premio de vez en cuando les facilitan a los niños el cumplimiento de sus obligaciones, les fortalece una autoestima positiva y por supuesto mejora el vínculo afectivo con usted.
La pregunta acerca de los riesgos y los beneficios de utilizar los premios como mecanismo educativo encierra una duda legítima, que muchos padres que están realmente preocupados por educar bien a sus hijos se han hecho en más de una ocasión.
¿Por qué debiera premiar a un niño por hacer algo que le corresponde hacer?
La respuesta es compleja y depende de las características del niño, pero un premio ocasionalmente no pareciera ser una actitud negativa.
No se trata de dar un gran premio por levantarse en la mañana y todas las mañanas, pero si cuando hace un esfuerzo mayor que lo habitual, reconocerlo a través de un estímulo puede hacer sentir al niño que lo que hace es valorado por sus padres.
Cuando usted prepara el desayuno, no espera un gran reconocimiento, pero sí al menos un gracias, o un comentario amable, como “rico te quedó”, que sea una señal que los demás se han dado cuenta del esfuerzo que ha puesto en prepararlo, sobre todo si se esmeró especialmente y agregó un jugo de naranja recién exprimido.
Así como les enseñamos a los niños el valor de las palabras mágicas por favor y gracias, los padres debemos acostumbrarlos a reconocer los esfuerzos y los logros de los niños.
Basta quizás con decir, “eso te ha quedado muy bien, debe haberte costado mucho esfuerzo hacerlo” o “esta pieza así de ordenada sí que merece un premio”.
Siempre se ha sostenido y es de sentido común, que las personas deben aprender por sus consecuencias, pero ello no tendría por qué limitarse a situaciones en que niños se han equivocado o han hecho mal.
Si llegó con una anotación negativa, parece razonable que pueda ser sancionado sin ver televisión.
¿Por qué tendría que ser negativo el opuesto? Si llega con una excelente nota en lectura, ¿por qué no regalarle un libro como premio?
Los niños necesitan de la atención y el cuidado de sus padres. Desafortunadamente, de manera no consciente suele dárseles más atención a los hijos cuando se han equivocado y lo han hecho mal que cuando se han esforzado y lo han hecho bien.
Con frecuencia, algunos niños presentan conductas disruptivas, como una forma inconsciente de atraer la atención de sus padres, aunque sea en forma negativa.
Si somos más generosos, reconocemos y eventualmente premiamos sus logros, es probable que los niños les aumenten la motivación y con ello encuentren formas positivas para conseguir que sus padres les atiendan y visibilicen.
Es distinto dar un premio que ofrecer un premio. Darlo significa que se es capaz de reconocer lo que el otro ha hecho por conseguir algo bien, por organizarse y a lo mejor por aplazar o renunciar a algo que hubiera sido placentero hacer, por cumplir con un deber.
No se trata de ofrecer un viaje para pasar de curso, pero si ha aprendido a leer, no sería nada malo que el abuelo le regalara esa caja de lápices con que el nieto o la nieta soñaban.
Tenga cuidado de no pertenecer a esa categoría de padres cuyos hijos se quejan “Nunca me encuentra nada bueno, sólo se fija en lo que he hecho mal”.
No es que estos padres quieran ser malos padres, sino que simplemente tienen la creencia errónea que educar es corregir, y no que es enseñar.
Todas las personas necesitan ser reconocidos y visibilizados en sus aspectos positivos por las personas que les son significativas.
Sea generoso. Un reconocimiento o un premio de vez en cuando les facilitan a los niños el cumplimiento de sus obligaciones, les fortalece una autoestima positiva y por supuesto mejora el vínculo afectivo con usted.