Por Neva Milicic, sicóloga.
Tener muchos conflictos es muy desgastante, pero no tener ninguno tampoco es tan bueno.
En toda relación humana la presencia de conflictos es inevitable, y no sería deseable que no existieran.
Cuando eso sucede de algún modo significa que hay alguien que para evitar el conflicto, está silenciando sus opiniones o sus necesidades.
Si Mateo de doce años obedece y no expresa ninguna divergencia con sus padres, sería igualmente preocupante que el caso de Carmencita, otra pre-adolescente, a la que le cuesta mucho aceptar la autoridad y que contesta en forma insolente y agresiva, cada vez que sus padres intentan poner algún límite por mínimo que sea.
Entre ceder siempre y ser confrontacional, hay un espacio para resolver pacíficamente los conflictos.
Es claro que la humanidad ha progresado en forma abismante, en el área científica y tecnológica, pero es evidente que falta mucho por aprender en la forma de resolver los conflictos.
Por supuesto debemos preocuparnos sinceramente si los conflictos familiares o los del niño con sus amistades son frecuentes y/o muy intensos.
También es preocupante si no logra solucionar pacíficamente los problemas, que no sea capaz de entender o ponerse en la posición del otro.
Si usted en los conflictos que tiene con sus hijos(as), se deja un espacio para calmarse y para enfrentarlo apropiadamente, desde la serenidad cuando haya recuperado la calma, le habrá enseñado por modelo lo importante que es la autorregulación.
Está comprobado que los cinco o diez minutos posteriores al inicio de las dificultades, se está en riesgo de hacer o decir cosas de las que se puede arrepentir.
Un conflicto con el niño puede significar una situación que la familia aprovecha para que el niño aprenda a resolver conflictos, y no la ve como una situación en la que hay que lograr que él niño ceda a cualquier precio.
Por supuesto que siempre que las personas entran en un conflicto es porque, explícitamente o en su fuero interno, creen tener la razón absoluta y, por lo tanto, les cuesta detenerse por algunos momentos a pensar cuáles son los motivos que mueven a los hijos a estar en una posición diferente o cuáles son los orígenes de los conflictos.
Enseñar a resolver conflictos con sabiduría y tranquilidad es de la mayor importancia para la convivencia social. Saber resolver conflictos es señal de un buen ajuste emocional.
Cuando las personas dicen o hacen aquello de lo que después se arrepienten, no lo pueden borrar y queda marcando negativamente la relación.
Aprender a calmarse antes, garantiza por sí solo una solución más pacífica de los conflictos.
Una de las cosas que se favorece cuando la gente aprende a resolver los conflictos, es el aprender a negociar.
Y esto no significa buscar siempre ganar, sino que también aprender a entender y respetar los derechos de los otros y expresar los propios.
En una buena solución de conflictos, hay siempre una búsqueda de la comprensión mutua.
Recuerde que en los conflictos no es el único objetivo disminuir el comportamiento problemático del niño, sino que es una real oportunidad de desarrollar en él la capacidad de resolver los conflictos, desde una perspectiva serena.
Tener muchos conflictos es muy desgastante, pero no tener ninguno tampoco es tan bueno.
En toda relación humana la presencia de conflictos es inevitable, y no sería deseable que no existieran.
Cuando eso sucede de algún modo significa que hay alguien que para evitar el conflicto, está silenciando sus opiniones o sus necesidades.
Si Mateo de doce años obedece y no expresa ninguna divergencia con sus padres, sería igualmente preocupante que el caso de Carmencita, otra pre-adolescente, a la que le cuesta mucho aceptar la autoridad y que contesta en forma insolente y agresiva, cada vez que sus padres intentan poner algún límite por mínimo que sea.
Entre ceder siempre y ser confrontacional, hay un espacio para resolver pacíficamente los conflictos.
Es claro que la humanidad ha progresado en forma abismante, en el área científica y tecnológica, pero es evidente que falta mucho por aprender en la forma de resolver los conflictos.
Por supuesto debemos preocuparnos sinceramente si los conflictos familiares o los del niño con sus amistades son frecuentes y/o muy intensos.
También es preocupante si no logra solucionar pacíficamente los problemas, que no sea capaz de entender o ponerse en la posición del otro.
Si usted en los conflictos que tiene con sus hijos(as), se deja un espacio para calmarse y para enfrentarlo apropiadamente, desde la serenidad cuando haya recuperado la calma, le habrá enseñado por modelo lo importante que es la autorregulación.
Está comprobado que los cinco o diez minutos posteriores al inicio de las dificultades, se está en riesgo de hacer o decir cosas de las que se puede arrepentir.
Un conflicto con el niño puede significar una situación que la familia aprovecha para que el niño aprenda a resolver conflictos, y no la ve como una situación en la que hay que lograr que él niño ceda a cualquier precio.
Por supuesto que siempre que las personas entran en un conflicto es porque, explícitamente o en su fuero interno, creen tener la razón absoluta y, por lo tanto, les cuesta detenerse por algunos momentos a pensar cuáles son los motivos que mueven a los hijos a estar en una posición diferente o cuáles son los orígenes de los conflictos.
Enseñar a resolver conflictos con sabiduría y tranquilidad es de la mayor importancia para la convivencia social. Saber resolver conflictos es señal de un buen ajuste emocional.
Cuando las personas dicen o hacen aquello de lo que después se arrepienten, no lo pueden borrar y queda marcando negativamente la relación.
Aprender a calmarse antes, garantiza por sí solo una solución más pacífica de los conflictos.
Una de las cosas que se favorece cuando la gente aprende a resolver los conflictos, es el aprender a negociar.
Y esto no significa buscar siempre ganar, sino que también aprender a entender y respetar los derechos de los otros y expresar los propios.
En una buena solución de conflictos, hay siempre una búsqueda de la comprensión mutua.
Recuerde que en los conflictos no es el único objetivo disminuir el comportamiento problemático del niño, sino que es una real oportunidad de desarrollar en él la capacidad de resolver los conflictos, desde una perspectiva serena.