Por Neva Milicic, sicóloga.
Todos quisiéramos que nuestros hijos fueran buenas personas. Ningún éxito académico reemplaza el objetivo principal de la mayoría de los padres, que es formar personas responsables, bondadosas y honestas.
La pregunta sobre cómo lograr ser una mejor persona es válida en cualquier etapa de la vida, porque es una pregunta orientada no sólo al crecimiento personal, sino que tiene una connotación ética, y es de la mayor significación cuando se está viviendo una etapa formativa.
Una respuesta apropiada a esta pregunta, sin duda, favorecerá la convivencia social y va a ayudar a los niños a construir mejores mundos para sí mismos y para los otros.
En el plano moral, hay estándares mínimos que se relacionan con los principios y normas que regulan la convivencia.
Los niños tienen que aprender no sólo a no hacer daño a los otros, sino que a respetar a los demás en sus particularidades.
El respeto a los otros constituye una actitud positiva de aceptación de la diversidad. Los estándares éticos mínimos están definidos por los principios y las reglas que la familia y el contexto escolar entregan a los niños como parte del proceso de socialización.
Estas regulaciones ayudan a los niños y a los adolescentes en su etapa de formación a definir lo que hay que hacer y lo que no debe hacerse, además de regular el tipo de sanción que existe cuando se produce una transgresión.
La sanción que debe dirigirse a la conducta no implica un rechazo al niño, sino que supone un deseo de enseñar.
Ser una buena persona es actuar por motivación intrínseca y no por temor al castigo.
Así como hay estándares mínimos, hay estándares máximos, que tienen que ver con ser mejores personas para el mundo y con ser solidarios y altruistas, como por ejemplo en Chile fue San Alberto Hurtado.
Desarrollar esta actitud supone que el niño tenga la oportunidad de involucrarse en actividades solidarias y en programas en beneficios de otros, sin mediar en ello ningún interés personal.
A estos estándares éticos máximos nadie está obligado; sin embargo todos debieran ser invitados, sin generar culpas.
Es aconsejable sembrar en la mente infantil la posibilidad de ser mejores a través de diferentes formas.
Un ejercicio que resulta eficiente y además entretenido para los niños y para los adultos, consiste en escribir el nombre propio hacia abajo, en forma de acróstico.
A continuación, se le pide al niño que a partir de cada letra escriba algo que podría ayudarlo a ser una mejor persona.
Antes de proponérselo a su hijo, hágalo usted con su propio nombre. Por ejemplo, si se llama León, podrá ser algo así:
Leerle un libro a mi vecino chico que no sabe leer.
Envolver un regalo para un amigo.
Ordenar mi armario y regalar algunas cosas a quien pueda necesitarlo.
No descontrolarme con tanta facilidad.
Es bueno partir dándole algunos ejemplos para facilitar la ejecución del ejercicio.
El ejercicio tiene que ser hecho en una atmósfera seria y de aprobación sin juzgar al niño ni criticarlo, sino valorando lo que él percibe, como algo en que puede progresar y que lo podría ayudar para ser mejor persona.
Querer ser mejor no significa descalificar lo que se es, sino tener esperanza en que siempre es posible ser un poco mejor persona.
El mismo ejercicio descrito más arriba puede ser hecho en simplemente pensando ¿qué características mías hacen que yo sea una persona buena?.
Todos quisiéramos que nuestros hijos fueran buenas personas. Ningún éxito académico reemplaza el objetivo principal de la mayoría de los padres, que es formar personas responsables, bondadosas y honestas.
La pregunta sobre cómo lograr ser una mejor persona es válida en cualquier etapa de la vida, porque es una pregunta orientada no sólo al crecimiento personal, sino que tiene una connotación ética, y es de la mayor significación cuando se está viviendo una etapa formativa.
Una respuesta apropiada a esta pregunta, sin duda, favorecerá la convivencia social y va a ayudar a los niños a construir mejores mundos para sí mismos y para los otros.
En el plano moral, hay estándares mínimos que se relacionan con los principios y normas que regulan la convivencia.
Los niños tienen que aprender no sólo a no hacer daño a los otros, sino que a respetar a los demás en sus particularidades.
El respeto a los otros constituye una actitud positiva de aceptación de la diversidad. Los estándares éticos mínimos están definidos por los principios y las reglas que la familia y el contexto escolar entregan a los niños como parte del proceso de socialización.
Estas regulaciones ayudan a los niños y a los adolescentes en su etapa de formación a definir lo que hay que hacer y lo que no debe hacerse, además de regular el tipo de sanción que existe cuando se produce una transgresión.
La sanción que debe dirigirse a la conducta no implica un rechazo al niño, sino que supone un deseo de enseñar.
Ser una buena persona es actuar por motivación intrínseca y no por temor al castigo.
Así como hay estándares mínimos, hay estándares máximos, que tienen que ver con ser mejores personas para el mundo y con ser solidarios y altruistas, como por ejemplo en Chile fue San Alberto Hurtado.
Desarrollar esta actitud supone que el niño tenga la oportunidad de involucrarse en actividades solidarias y en programas en beneficios de otros, sin mediar en ello ningún interés personal.
A estos estándares éticos máximos nadie está obligado; sin embargo todos debieran ser invitados, sin generar culpas.
Es aconsejable sembrar en la mente infantil la posibilidad de ser mejores a través de diferentes formas.
Un ejercicio que resulta eficiente y además entretenido para los niños y para los adultos, consiste en escribir el nombre propio hacia abajo, en forma de acróstico.
A continuación, se le pide al niño que a partir de cada letra escriba algo que podría ayudarlo a ser una mejor persona.
Antes de proponérselo a su hijo, hágalo usted con su propio nombre. Por ejemplo, si se llama León, podrá ser algo así:
Leerle un libro a mi vecino chico que no sabe leer.
Envolver un regalo para un amigo.
Ordenar mi armario y regalar algunas cosas a quien pueda necesitarlo.
No descontrolarme con tanta facilidad.
Es bueno partir dándole algunos ejemplos para facilitar la ejecución del ejercicio.
El ejercicio tiene que ser hecho en una atmósfera seria y de aprobación sin juzgar al niño ni criticarlo, sino valorando lo que él percibe, como algo en que puede progresar y que lo podría ayudar para ser mejor persona.
Querer ser mejor no significa descalificar lo que se es, sino tener esperanza en que siempre es posible ser un poco mejor persona.
El mismo ejercicio descrito más arriba puede ser hecho en simplemente pensando ¿qué características mías hacen que yo sea una persona buena?.