Por Neva Milicic, psicóloga
Ciertamente, los niños pasivos dan menos problemas de conducta y son "más fáciles" de educar porque son mas obedientes, pero eso puede traerles problemas personales importantes.
Los papás de Martín estaban muy contentos porque él era un niño tranquilo, que obedecía y hacía todo lo que le pedían.
Por ello quedaron muy extrañados cuando la profesora de tercero básico los llamó para decirles que le preocupaba su pasividad.
Nunca habíamos tenido ninguna queja del colegio, argumentaron los padres, pero sí les llamaba la atención que nunca se opusiera a lo que le pedían.
Los niños y adolescentes pasivos suelen ser tímidos y dejan que sus compañeros sean los que tomen las iniciativas en juegos y programas, no manifestando su opinión.
Detrás de la actitud pasiva de los niños puede existir un temor a fracasar.
Si bien algunas veces detrás de su actitud hay factores de temperamento, padres y educadores deben estar alertas a incentivarlos a una actitud más activa.
Los niños pasivos tienen el riesgo de ser invisibilizados por los adultos a cargo y por sus compañeros.
Es necesario estar atentos a incentivar, sin presionarlos, a que se involucren en las actividades.
Si ve que está sentado(a) mirando el techo, pregúntele ¿qué te gustaría hacer? No se desanime si recibe un "no sé" por respuesta.
Propóngale dos actividades diferentes, por ejemplo: ¿Te parece que vayamos a andar en bicicleta? o ¿prefieres que armemos un rompecabezas? Ello tiene el sentido que el niño decida por alguna actividad y que no se limite sólo a obedecer instrucciones.
Durante la ejecución intente que se involucre: ¿Qué rompecabezas prefieres armar? o ¿Adónde te gustaría ir?
Los niños pasivos, en general, suelen hablar poco, con un tono de voz bajo, y sus opiniones aparecen ante los otros como sin fuerza.
Por ello es importante darse el tiempo para conversar en una relación uno a uno. Otra forma es invitarle a un amigo(a) que lo estimule a jugar y a conversar.
Habitualmente en sus espacios familiares se sienten más seguros.
No caiga en la tentación de calificarlo de pasivo, ya que las etiquetas no ayudan al niño(a); por el contrario, los estigmatizan.
En el caso de Martín, los padres se propusieron ayudarlo a tener una actitud más activa, Martín fue segurizándose y atreviéndose a tomar iniciativas.
Ciertamente, los niños pasivos dan menos problemas de conducta y son "más fáciles" de educar porque son mas obedientes, pero eso puede traerles problemas personales importantes.
Los papás de Martín estaban muy contentos porque él era un niño tranquilo, que obedecía y hacía todo lo que le pedían.
Por ello quedaron muy extrañados cuando la profesora de tercero básico los llamó para decirles que le preocupaba su pasividad.
Nunca habíamos tenido ninguna queja del colegio, argumentaron los padres, pero sí les llamaba la atención que nunca se opusiera a lo que le pedían.
Los niños y adolescentes pasivos suelen ser tímidos y dejan que sus compañeros sean los que tomen las iniciativas en juegos y programas, no manifestando su opinión.
Detrás de la actitud pasiva de los niños puede existir un temor a fracasar.
Si bien algunas veces detrás de su actitud hay factores de temperamento, padres y educadores deben estar alertas a incentivarlos a una actitud más activa.
Los niños pasivos tienen el riesgo de ser invisibilizados por los adultos a cargo y por sus compañeros.
Es necesario estar atentos a incentivar, sin presionarlos, a que se involucren en las actividades.
Si ve que está sentado(a) mirando el techo, pregúntele ¿qué te gustaría hacer? No se desanime si recibe un "no sé" por respuesta.
Propóngale dos actividades diferentes, por ejemplo: ¿Te parece que vayamos a andar en bicicleta? o ¿prefieres que armemos un rompecabezas? Ello tiene el sentido que el niño decida por alguna actividad y que no se limite sólo a obedecer instrucciones.
Durante la ejecución intente que se involucre: ¿Qué rompecabezas prefieres armar? o ¿Adónde te gustaría ir?
Los niños pasivos, en general, suelen hablar poco, con un tono de voz bajo, y sus opiniones aparecen ante los otros como sin fuerza.
Por ello es importante darse el tiempo para conversar en una relación uno a uno. Otra forma es invitarle a un amigo(a) que lo estimule a jugar y a conversar.
Habitualmente en sus espacios familiares se sienten más seguros.
No caiga en la tentación de calificarlo de pasivo, ya que las etiquetas no ayudan al niño(a); por el contrario, los estigmatizan.
En el caso de Martín, los padres se propusieron ayudarlo a tener una actitud más activa, Martín fue segurizándose y atreviéndose a tomar iniciativas.