"Así como los niños se apegan a las personas, eligen lugares que perciben como su lugar".
Por Neva Milicic, psicóloga.
¿Recuerda usted un lugar durante su infancia o adolescencia en el cual se sintiera especialmente tranquilo(a) y seguro(a) cuando estaba a solas?
Probablemente su respuesta sea afirmativa, ya que la mayoría de los niños y los adolescentes tienen necesidad de un lugar que tenga el sello de lo propio, para vivir su intimidad, para meditar o simplemente para estar en paz.
Los lugares se cargan de significados, según las experiencias vividas en ellos.
La pieza de los niños puede constituir ese espacio propio; dependerá de con quién la comparta, de la libertad que tenga para decorarla, y si es adolescente, del permiso que tenga para cerrar sus puertas y estar a solas cuando lo desee.
Estar debajo de un árbol puede constituir un espacio en que el niño se reencuentre con sus recuerdos y fantasías.
Un lugar que da seguridad. Si es así, déjele tiempo para disfrutarlo. Así como los niños se apegan a las personas y establecen vínculos con ellas, se relacionan con su entorno físico y eligen lugares que perciben como "su lugar".
Hablan de ellos como "mi pieza", "mi plaza". Es un tema de territorialidad. El niño también atribuye la posesión de "espacios únicos" a otros: "Este es el sillón de mi papá".
Estos lugares les ayudan a "segurizarse" y a reabastecerse emocionalmente. Los sienten como algo muy íntimo.
Es muy fácil identificarlos con una pregunta tan simple como: ¿Cuál es tu lugar preferido? La respuesta es muy iluminadora para saber en qué espacio al niño se le activarán emociones positivas y le favorecerá su equilibrio emocional.
Por ejemplo, Christian, de 6 años, dijo: "Mi lugar favorito son los columpios de la plaza".
Conversando más en profundidad, se vio que el niño vive en una casa pequeña con cuatro hermanos y se siente muy agobiado por el hacinamiento.
El columpio le proporciona una enorme sensación de libertad y de tener espacio, que lo hace muy feliz.
Los lugares se cargan de significado según las experiencias, y al lugar propio siempre se podrá volver en la imaginación, para buscar seguridad.
Quizás para entender esta necesidad de sus hijos sería bueno que usted se preguntara: "¿Cuál era mi espacio preferido cuando era pequeño?", y cuál es el lugar en que usted ahora puede encontrarse consigo mismo, en una atmósfera de tranquilidad.
Los lugares preferidos van cambiando; para un niño en edad preescolar la plaza donde juega con sus amigos puede ser el lugar preferido, en tanto que para un adolescente sentarse al atardecer en la terraza puede transformar un día opaco y aburrido en algo maravilloso.
Porque definitivamente hay lugares que ponen bien y lugares que ponen mal.
Hay padres que logran entregar a sus hijos la vivencia de un espacio mágico muy propio, aunque vivan en condiciones muy reducidas, en cambio otros que tienen más medios no logran conectar a sus hijos con la sensación de un espacio propio, donde les sea posible encontrarse consigo mismo.
Por Neva Milicic, psicóloga.
¿Recuerda usted un lugar durante su infancia o adolescencia en el cual se sintiera especialmente tranquilo(a) y seguro(a) cuando estaba a solas?
Probablemente su respuesta sea afirmativa, ya que la mayoría de los niños y los adolescentes tienen necesidad de un lugar que tenga el sello de lo propio, para vivir su intimidad, para meditar o simplemente para estar en paz.
Los lugares se cargan de significados, según las experiencias vividas en ellos.
La pieza de los niños puede constituir ese espacio propio; dependerá de con quién la comparta, de la libertad que tenga para decorarla, y si es adolescente, del permiso que tenga para cerrar sus puertas y estar a solas cuando lo desee.
Estar debajo de un árbol puede constituir un espacio en que el niño se reencuentre con sus recuerdos y fantasías.
Un lugar que da seguridad. Si es así, déjele tiempo para disfrutarlo. Así como los niños se apegan a las personas y establecen vínculos con ellas, se relacionan con su entorno físico y eligen lugares que perciben como "su lugar".
Hablan de ellos como "mi pieza", "mi plaza". Es un tema de territorialidad. El niño también atribuye la posesión de "espacios únicos" a otros: "Este es el sillón de mi papá".
Estos lugares les ayudan a "segurizarse" y a reabastecerse emocionalmente. Los sienten como algo muy íntimo.
Es muy fácil identificarlos con una pregunta tan simple como: ¿Cuál es tu lugar preferido? La respuesta es muy iluminadora para saber en qué espacio al niño se le activarán emociones positivas y le favorecerá su equilibrio emocional.
Por ejemplo, Christian, de 6 años, dijo: "Mi lugar favorito son los columpios de la plaza".
Conversando más en profundidad, se vio que el niño vive en una casa pequeña con cuatro hermanos y se siente muy agobiado por el hacinamiento.
El columpio le proporciona una enorme sensación de libertad y de tener espacio, que lo hace muy feliz.
Los lugares se cargan de significado según las experiencias, y al lugar propio siempre se podrá volver en la imaginación, para buscar seguridad.
Quizás para entender esta necesidad de sus hijos sería bueno que usted se preguntara: "¿Cuál era mi espacio preferido cuando era pequeño?", y cuál es el lugar en que usted ahora puede encontrarse consigo mismo, en una atmósfera de tranquilidad.
Los lugares preferidos van cambiando; para un niño en edad preescolar la plaza donde juega con sus amigos puede ser el lugar preferido, en tanto que para un adolescente sentarse al atardecer en la terraza puede transformar un día opaco y aburrido en algo maravilloso.
Porque definitivamente hay lugares que ponen bien y lugares que ponen mal.
Hay padres que logran entregar a sus hijos la vivencia de un espacio mágico muy propio, aunque vivan en condiciones muy reducidas, en cambio otros que tienen más medios no logran conectar a sus hijos con la sensación de un espacio propio, donde les sea posible encontrarse consigo mismo.