Cuando ellos eran niños, la voz de su padre era ley en la casa. Hoy, que son padres, no quieren repetir ese modelo autoritario, pero muchos no saben cómo controlar a sus hijos. Es el dilema de los hombres de hoy: construir un nuevo modelo de autoridad matizando reglas con afectos, sin dejar de ser padre para convertirse en amigo.
Por José Miguel Jaque, La Tercera.
Si hay una lección que Raimundo (38) creyó aprender bien es que cuando fuera padre, no sería igual al suyo. "Usted sabe que yo no transo", le repetían en su infancia. El juró no pronunciar esas palabras y, menos, ponerlas en práctica.
Pero cada vez que su hijo Andrés (7) se vuelve intratable, se angustia e intenta controlarlo. ¿Cómo? Con implacable autoridad. Entonces, se mira a sí mismo, siendo el padre que no quiere ser.
Es el dilema de los padres de hoy. ¿Por qué? Porque el modelo tradicional de autoridad parental está a la baja. La disciplina emocionalmente distante y físicamente coercitiva está cada vez más desestimada culturalmente.
Así lo refleja la Encuesta Bicentenario de la UC-Adimark: cuando se pregunta quién pone la disciplina en la casa, las respuestas están distribuidas así: 31% el padre, 30% la madre y 37% los dos por igual.
Pero al detenerse en los grupos de edad, se observa que la mención del padre como el encargado de poner la disciplina en el hogar desciende de 43% en la generación más adulta (de 65 años y más) a 27% en la generación entre 18 y 34 años. No es todo: la mención de la madre sube de 19% a 43%.
"Hoy está en declive el ejercicio de cualquier forma de autoridad, no sólo la paternal", dice Eduardo Valenzuela, profesor de Sociología de la UC, quien analizó el fenómeno en el libro Mirada a la Familia en el 2025.
En una primera lectura, Valenzuela explica que la autoridad discrecional y arbitraria tiene cada vez menor aceptación y menos personas dispuestas a ejercerla y recibirla. Y eso, tradicionalmente, toca a los padres.
Una segunda hipótesis del sociólogo de la UC apunta a la devaluación cultural de la paternidad. "Hay más padres ausentes y, tal vez, eso demuestra que es una figura más prescindible", explica.
A eso suma el fenómeno -nada recomendable- de los que no quieren ser padres, sino amigos de sus hijos y les cuesta ejercer un rol asociado a la autoridad, a la protección, a la responsabilidad.
"Si bien se observa más relajo y menos normas como aspecto negativo en el rol parental, ha habido ganancias en lo afectivo, vincular y comunicacional a nivel de padre-hijo", complementa Juan Pablo Westphal, sicólogo de Clínica Santa María.
EN RODAJE
En este escenario se encuentran los padres. "Están entrampados entre los desafíos actuales y el modelo con el que fueron criados. Se ven exigidos a desarrollar nuevas construcciones parentales.
Hoy no basta con decirle al hijo 'arréglatelas solo' o 'pégale de vuelta al niño que te pegó'", explica Edmundo Campusano, sicólogo de la U. Central, quien está desarrollando un estudio cualitativo sobre masculinidad y ha registrado este dilema en la actual generación de padres entre los 35 y 45 años.
Hoy no pueden ser el padre autoritario, machista y distante de antes. Deben manejar la dicotomía de poner las reglas a los hijos y ser cariñosos. Y muchas veces son los hijos quienes manejan mejor los afectos que ellos.
"Los hijos de hoy exigen explicaciones, porque saben que hay una diversidad de modelos. Saben que no basta que se les dicte una regla. Saben que los padres no les pueden pegar. Saben que la opinión de la madre también cuenta", explica Campusano.
NO AL EXTREMO RELAJO
Entonces, la situación exige crear un nuevo orden y organizarse de otra manera. No desde el autoritarismo ni de la excesiva libertad, porque las reglas claras son las que finalmente crean la identidad del niño.
De hecho, hoy se ven padres que se fueron al relajo extremo. "Hay casos donde la madre tiende a ejercer la autoridad y es el padre con quien se juega y se pasa bien.
Ocurre con los padres de fin de semana, por ejemplo. Y se produce un cambio de roles y un declive de la autoridad parental", dice Valenzuela.
Para que la autoridad de hoy tenga validez, debe ser consensuada. "Hay que ponerse de acuerdo, coordinarse y lograr puntos intermedios que permitan poner reglas", concluye Campusano.
Por José Miguel Jaque, La Tercera.
Si hay una lección que Raimundo (38) creyó aprender bien es que cuando fuera padre, no sería igual al suyo. "Usted sabe que yo no transo", le repetían en su infancia. El juró no pronunciar esas palabras y, menos, ponerlas en práctica.
Pero cada vez que su hijo Andrés (7) se vuelve intratable, se angustia e intenta controlarlo. ¿Cómo? Con implacable autoridad. Entonces, se mira a sí mismo, siendo el padre que no quiere ser.
Es el dilema de los padres de hoy. ¿Por qué? Porque el modelo tradicional de autoridad parental está a la baja. La disciplina emocionalmente distante y físicamente coercitiva está cada vez más desestimada culturalmente.
Así lo refleja la Encuesta Bicentenario de la UC-Adimark: cuando se pregunta quién pone la disciplina en la casa, las respuestas están distribuidas así: 31% el padre, 30% la madre y 37% los dos por igual.
Pero al detenerse en los grupos de edad, se observa que la mención del padre como el encargado de poner la disciplina en el hogar desciende de 43% en la generación más adulta (de 65 años y más) a 27% en la generación entre 18 y 34 años. No es todo: la mención de la madre sube de 19% a 43%.
"Hoy está en declive el ejercicio de cualquier forma de autoridad, no sólo la paternal", dice Eduardo Valenzuela, profesor de Sociología de la UC, quien analizó el fenómeno en el libro Mirada a la Familia en el 2025.
En una primera lectura, Valenzuela explica que la autoridad discrecional y arbitraria tiene cada vez menor aceptación y menos personas dispuestas a ejercerla y recibirla. Y eso, tradicionalmente, toca a los padres.
Una segunda hipótesis del sociólogo de la UC apunta a la devaluación cultural de la paternidad. "Hay más padres ausentes y, tal vez, eso demuestra que es una figura más prescindible", explica.
A eso suma el fenómeno -nada recomendable- de los que no quieren ser padres, sino amigos de sus hijos y les cuesta ejercer un rol asociado a la autoridad, a la protección, a la responsabilidad.
"Si bien se observa más relajo y menos normas como aspecto negativo en el rol parental, ha habido ganancias en lo afectivo, vincular y comunicacional a nivel de padre-hijo", complementa Juan Pablo Westphal, sicólogo de Clínica Santa María.
EN RODAJE
En este escenario se encuentran los padres. "Están entrampados entre los desafíos actuales y el modelo con el que fueron criados. Se ven exigidos a desarrollar nuevas construcciones parentales.
Hoy no basta con decirle al hijo 'arréglatelas solo' o 'pégale de vuelta al niño que te pegó'", explica Edmundo Campusano, sicólogo de la U. Central, quien está desarrollando un estudio cualitativo sobre masculinidad y ha registrado este dilema en la actual generación de padres entre los 35 y 45 años.
Hoy no pueden ser el padre autoritario, machista y distante de antes. Deben manejar la dicotomía de poner las reglas a los hijos y ser cariñosos. Y muchas veces son los hijos quienes manejan mejor los afectos que ellos.
"Los hijos de hoy exigen explicaciones, porque saben que hay una diversidad de modelos. Saben que no basta que se les dicte una regla. Saben que los padres no les pueden pegar. Saben que la opinión de la madre también cuenta", explica Campusano.
NO AL EXTREMO RELAJO
Entonces, la situación exige crear un nuevo orden y organizarse de otra manera. No desde el autoritarismo ni de la excesiva libertad, porque las reglas claras son las que finalmente crean la identidad del niño.
De hecho, hoy se ven padres que se fueron al relajo extremo. "Hay casos donde la madre tiende a ejercer la autoridad y es el padre con quien se juega y se pasa bien.
Ocurre con los padres de fin de semana, por ejemplo. Y se produce un cambio de roles y un declive de la autoridad parental", dice Valenzuela.
Para que la autoridad de hoy tenga validez, debe ser consensuada. "Hay que ponerse de acuerdo, coordinarse y lograr puntos intermedios que permitan poner reglas", concluye Campusano.