Un estudio realizado en EEUU revela que si una madre tiene una marcada preferencia por uno de sus hijos, estos tendrán un menor bienestar emocional en la adultez.
Por Alexis de Ponson, La Tercera.
No importa si se es el hijo preferido o la oveja negra de la familia.
Si una madre tiene una marcada preferencia por uno de sus descendientes, estos tendrán un menor bienestar emocional durante la niñez y la adolescencia, dicen diversos estudios.
Sin embargo, una nueva investigación realizada por la U. Cornell en EE.UU. revela que estos se efectos se extienden incluso cuando los hijos ya han alcanzado la adultez y no comparten el hogar con sus progenitoras.
Los investigadores entrevistaron a 275 madres, de entre 60 y 70 años, un 70% de las cuales mencionó a un hijo con quien tienen mayor cercanía emocional, un 79% nombró al que preferiría la cuidara si estuviera enferma y un 73% identificó conflictos con uno de sus descendientes.
En la otra vereda, fueron entrevistados 671 hijos -de más de 43 años- cuya percepción de favoritismo fue mayor que lo reconocido por sus madres.
Un 85% reportó favoritismo de sus madres por uno de sus hijos, un 91% dijo que ellas preferían más los cuidados de un hijo que de otros y el 92% afirmó que tienen conflictos recurrentes con uno de sus hijos.
TODOS LOS HIJOS PIERDEN
¿El impacto de este trato desigual? Según los investigadores, el análisis reveló que "los registros de depresión en los hijos (favoritos y no favoritos) son más altos cuando ellos perciben que sus madres hacen diferencias entre ellos, es decir, cuando creen que sus madres son más cercanas a un hijo en particular", dicen en el estudio publicado en la revista Journal of Marriage and Family.
El sentido común indica que el hijo favorito tendría un mejor bienestar sicológico al gozar del apoyo de su madre, sin embargo, no es así.
Cuando la mamá expresa su preferencia por uno de sus hijos, al final todos pierden.
"El hijo menos favorecido podría desarrollar rencor hacia su madre o hacia el hermano preferido, mientras que el ser preferido no sólo atrae la animadversión de los hermanos, sino el gran peso de las expectativas maternas", como que se hagan cargo de ellas en la vejez, indica Karl Pillimer, investigador de la U. Cornell.
ADULTOS CONFLICTUADOS
La respuesta que dan los expertos es que cuando una madre expresa abiertamente su favoritismo por uno de sus hijos, el hogar deja de ser un espacio de acogida y se convierte en uno de competencia, lo que tendrá profundas consecuencias en el desarrollo posterior de los niños.
Los hijos no favoritos tienden a tener una mala imagen de sí mismos, falta de identidad y confianza en sus habilidades.
"Eso impactará en su funcionamiento adulto, cuando necesitará constantemente chequear con otros cuán superior es y cuán válidas son sus habilidades", dice Cecilia López, sicóloga de la U. Andrés Bello.
Otro tanto ocurre con el hijo favorito, quien deberá responder constantemente a las expectativas de sus padres en diversos ámbitos.
Esto los determinará como adultos muy egocéntricos, pero al mismo tiempo con fuertes problemas de identidad, pues constantemente debieron responder a los deseos de su madre y no a los propios.
"Esto puede generar una rebeldía tardía frente a su madre o padres, quienes los situaron en un lugar donde no querían estar. Es una actitud rabiosa por no haber sido tratado como los otros hermanos", dice.
Por Alexis de Ponson, La Tercera.
No importa si se es el hijo preferido o la oveja negra de la familia.
Si una madre tiene una marcada preferencia por uno de sus descendientes, estos tendrán un menor bienestar emocional durante la niñez y la adolescencia, dicen diversos estudios.
Sin embargo, una nueva investigación realizada por la U. Cornell en EE.UU. revela que estos se efectos se extienden incluso cuando los hijos ya han alcanzado la adultez y no comparten el hogar con sus progenitoras.
Los investigadores entrevistaron a 275 madres, de entre 60 y 70 años, un 70% de las cuales mencionó a un hijo con quien tienen mayor cercanía emocional, un 79% nombró al que preferiría la cuidara si estuviera enferma y un 73% identificó conflictos con uno de sus descendientes.
En la otra vereda, fueron entrevistados 671 hijos -de más de 43 años- cuya percepción de favoritismo fue mayor que lo reconocido por sus madres.
Un 85% reportó favoritismo de sus madres por uno de sus hijos, un 91% dijo que ellas preferían más los cuidados de un hijo que de otros y el 92% afirmó que tienen conflictos recurrentes con uno de sus hijos.
TODOS LOS HIJOS PIERDEN
¿El impacto de este trato desigual? Según los investigadores, el análisis reveló que "los registros de depresión en los hijos (favoritos y no favoritos) son más altos cuando ellos perciben que sus madres hacen diferencias entre ellos, es decir, cuando creen que sus madres son más cercanas a un hijo en particular", dicen en el estudio publicado en la revista Journal of Marriage and Family.
El sentido común indica que el hijo favorito tendría un mejor bienestar sicológico al gozar del apoyo de su madre, sin embargo, no es así.
Cuando la mamá expresa su preferencia por uno de sus hijos, al final todos pierden.
"El hijo menos favorecido podría desarrollar rencor hacia su madre o hacia el hermano preferido, mientras que el ser preferido no sólo atrae la animadversión de los hermanos, sino el gran peso de las expectativas maternas", como que se hagan cargo de ellas en la vejez, indica Karl Pillimer, investigador de la U. Cornell.
ADULTOS CONFLICTUADOS
La respuesta que dan los expertos es que cuando una madre expresa abiertamente su favoritismo por uno de sus hijos, el hogar deja de ser un espacio de acogida y se convierte en uno de competencia, lo que tendrá profundas consecuencias en el desarrollo posterior de los niños.
Los hijos no favoritos tienden a tener una mala imagen de sí mismos, falta de identidad y confianza en sus habilidades.
"Eso impactará en su funcionamiento adulto, cuando necesitará constantemente chequear con otros cuán superior es y cuán válidas son sus habilidades", dice Cecilia López, sicóloga de la U. Andrés Bello.
Otro tanto ocurre con el hijo favorito, quien deberá responder constantemente a las expectativas de sus padres en diversos ámbitos.
Esto los determinará como adultos muy egocéntricos, pero al mismo tiempo con fuertes problemas de identidad, pues constantemente debieron responder a los deseos de su madre y no a los propios.
"Esto puede generar una rebeldía tardía frente a su madre o padres, quienes los situaron en un lugar donde no querían estar. Es una actitud rabiosa por no haber sido tratado como los otros hermanos", dice.