Un estudio de Junji, Unicef y Unesco revela que muy pocos padres comparten cotidianamente con sus hijos menores de seis años.
Por Leyla Ramírez, La Tercera.
El juego es el primer motor de aprendizaje y socialización en los niños. Pero también un espacio de valoración, pues al jugar con sus padres sienten que éstos los ven y aceptan.
"El juego sirve al niño para mejorar su capacidad motora, de aprendizaje y, por ende, es fundamental para su desarrollo. Pero si juega en familia, vale por dos", explica Francisca Morales, sicóloga y consultora en desarrollo infantil temprano de Unicef.
Pese a eso y a los innumerables estudios que dan cuenta de la importancia de realizar actividades lúdicas, deportivas y culturales con los más pequeños de la casa, apenas un 10% de los padres chilenos dedica regularmente tiempo libre para compartirlas con ellos, según consigna la Encuesta Nacional de Primera Infancia (Enpi) que realizaron Junji, Unicef y Unesco.
El resto declara hacerlo nunca o algunas veces (una o dos veces por semana). Al desglosar las cifras, la situación es reveladora: un 40% nunca les lee ni cuenta historias, un 27% nunca les canta o toca un instrumento, un 36% nunca pinta o escribe con ellos, y un 70% nunca realiza actividades culturales con ellos ni menos deportivas (57%).
¿Las razones? Las jornadas laborales, la incapacidad de los adultos de adecuar parte de sus espacios y tiempos de relajo a las necesidades de los niños y el desigual acceso, sobre todo, a bienes culturales, como libros.
Pero las cifras también revelan el traspaso de los malos hábitos de los adultos. "No es de extrañar que el 40% de los padres no practique actividad física con sus hijos, no les lean cuentos o que un 70% no practique actividades culturales (porque ellos tampoco lo hacen). Existe una alta reproducción de los estilos de vida que los padres traspasamos a nuestros hijos", dice María José Becerra, economista y encargada de Enpi.
Padres Cansados
Francisca Morales dice que los propios niños revelaron en una encuesta realizada por Unicef que la imagen que tenían de sus padres era que "vivían cansados", lo que se explica porque muchos padres "viven más para trabajar que para ejercer parentalidad".
Eso se agrava cuando el escaso tiempo libre se usa para saciar sólo las necesidades de los padres.
"Es importante construir una relación donde no siempre sea el niño el que deba acomodarse a los panoramas de los papás. También los padres deben adaptarse a las necesidades del niño y aunque no siempre se pueda, es importante hacerse espacios. Una hora al día o incluso minutos bastan", dice Morales.
Es que si jugar es importante, hacerlo en familia es fundamental, ya que además de fortalecer al grupo, se genera un espacio de valoración para los niños. "Sienten que sus padres lo ven, los valoran y aceptan", remata.
A eso se suma el rol socializador de aprendizaje que tiene el juego.
"Es el principal motor del desarrollo de los niños, el que constituye los procesos del conocimiento por el cual ellos empiezan a ampliar su inteligencia y con ello potencian sus procesos de sociabilización", agrega Becerra.
La economista entrega otro dato: "Hay evidencia que nos demuestra que países en los cuales los padres y las madres les leen cuentos, juegan o simplemente comparten espacios de calidad con sus hijos, proveen de cohortes (futuras generaciones) más estimuladas, menos agresivas, más educadas y con mayor potencial de desarrollo para los países", afirma.
Y aunque en el acceso a juguetes lúdicos y libros hay diferencias importantes por nivel socioeconómico (85,6% en el ABC1 contra 31,7% en E) y que el fomento de bibliotecas y ludotecas públicas son más que necesarias, querer siempre es poder.
"Ir a jugar a una plaza a la pelota, caminar, ir a museos o recorrer la ciudad contando historias de esos lugares no es algo costoso, como tampoco buscar juegos para compartir con toda la familia dentro del hogar", concluye Morales.
De hecho, cosas tan simples como aprovechar el momento del baño para hacer burbujas o jugar a los títeres, puede hacer la diferencia.
Por Leyla Ramírez, La Tercera.
El juego es el primer motor de aprendizaje y socialización en los niños. Pero también un espacio de valoración, pues al jugar con sus padres sienten que éstos los ven y aceptan.
"El juego sirve al niño para mejorar su capacidad motora, de aprendizaje y, por ende, es fundamental para su desarrollo. Pero si juega en familia, vale por dos", explica Francisca Morales, sicóloga y consultora en desarrollo infantil temprano de Unicef.
Pese a eso y a los innumerables estudios que dan cuenta de la importancia de realizar actividades lúdicas, deportivas y culturales con los más pequeños de la casa, apenas un 10% de los padres chilenos dedica regularmente tiempo libre para compartirlas con ellos, según consigna la Encuesta Nacional de Primera Infancia (Enpi) que realizaron Junji, Unicef y Unesco.
El resto declara hacerlo nunca o algunas veces (una o dos veces por semana). Al desglosar las cifras, la situación es reveladora: un 40% nunca les lee ni cuenta historias, un 27% nunca les canta o toca un instrumento, un 36% nunca pinta o escribe con ellos, y un 70% nunca realiza actividades culturales con ellos ni menos deportivas (57%).
¿Las razones? Las jornadas laborales, la incapacidad de los adultos de adecuar parte de sus espacios y tiempos de relajo a las necesidades de los niños y el desigual acceso, sobre todo, a bienes culturales, como libros.
Pero las cifras también revelan el traspaso de los malos hábitos de los adultos. "No es de extrañar que el 40% de los padres no practique actividad física con sus hijos, no les lean cuentos o que un 70% no practique actividades culturales (porque ellos tampoco lo hacen). Existe una alta reproducción de los estilos de vida que los padres traspasamos a nuestros hijos", dice María José Becerra, economista y encargada de Enpi.
Padres Cansados
Francisca Morales dice que los propios niños revelaron en una encuesta realizada por Unicef que la imagen que tenían de sus padres era que "vivían cansados", lo que se explica porque muchos padres "viven más para trabajar que para ejercer parentalidad".
Eso se agrava cuando el escaso tiempo libre se usa para saciar sólo las necesidades de los padres.
"Es importante construir una relación donde no siempre sea el niño el que deba acomodarse a los panoramas de los papás. También los padres deben adaptarse a las necesidades del niño y aunque no siempre se pueda, es importante hacerse espacios. Una hora al día o incluso minutos bastan", dice Morales.
Es que si jugar es importante, hacerlo en familia es fundamental, ya que además de fortalecer al grupo, se genera un espacio de valoración para los niños. "Sienten que sus padres lo ven, los valoran y aceptan", remata.
A eso se suma el rol socializador de aprendizaje que tiene el juego.
"Es el principal motor del desarrollo de los niños, el que constituye los procesos del conocimiento por el cual ellos empiezan a ampliar su inteligencia y con ello potencian sus procesos de sociabilización", agrega Becerra.
La economista entrega otro dato: "Hay evidencia que nos demuestra que países en los cuales los padres y las madres les leen cuentos, juegan o simplemente comparten espacios de calidad con sus hijos, proveen de cohortes (futuras generaciones) más estimuladas, menos agresivas, más educadas y con mayor potencial de desarrollo para los países", afirma.
Y aunque en el acceso a juguetes lúdicos y libros hay diferencias importantes por nivel socioeconómico (85,6% en el ABC1 contra 31,7% en E) y que el fomento de bibliotecas y ludotecas públicas son más que necesarias, querer siempre es poder.
"Ir a jugar a una plaza a la pelota, caminar, ir a museos o recorrer la ciudad contando historias de esos lugares no es algo costoso, como tampoco buscar juegos para compartir con toda la familia dentro del hogar", concluye Morales.
De hecho, cosas tan simples como aprovechar el momento del baño para hacer burbujas o jugar a los títeres, puede hacer la diferencia.