Por Neva Milicic, psicóloga.
Los niños de todas las edades son felices cuando están acompañados, mejor si la compañía es de alguien de su edad.
El aprendizaje de convivir con otros pasa por tener oportunidad de compartir con ellos.
Sin embargo, a medida que se van complejizando las relaciones sociales, las investigaciones muestran que las familias tienden a vivir cada vez más aisladas, disminuyendo las oportunidades de sus hijos de estar con otros pares.
Los niños, al disminuir las redes sociales de sus padres, cuentan con menos adultos que les expresen afecto y en quienes confiar, y con menos niños con los cuales compartir experiencias y jugar.
En nuestra sociedad el concepto de vecindario va desapareciendo, los barrios se perciben como más peligrosos y hay pocos lugares apropiados para la convivencia infantil.
Las personas tienen menos amigos, y se visitan y contactan poco con los que tienen, por lo que tienden a estar más solos y aislados.
El aislamiento no es sólo un problema psicológico que favorece cuadros depresivos; también afecta al sistema inmune, aumentando el riesgo de enfermedades infecciosas.
Muchas veces los padres trabajan lejos de su casa y tienen cada vez menos tiempo para acompañar a sus hijos a salir, lo que reduce su vida social.
Por otro lado, las viviendas son cada vez más pequeñas, por lo que los padres prefieren no invitar a otros niños a jugar.
Que las relaciones sociales de los niños sean cada vez más superficiales afecta su aprendizaje social.
La conexión con otros a través de internet priva a los niños del cara a cara, que es muy importante para aprender a comunicarse.
Las señales no verbales de la comunicación, las que les enseñan a ajustar su conducta emocional a las necesidades emocionales de los otros, no están presentes en internet.
En el cara a cara se activan las neuronas-espejo, lo que aumenta la empatía del niño. Cuando alguien se ríe, los otros tienden a contagiarse con la risa.
En tanto, cuando alguno está triste, se tiende a inducir tristeza en el otro, lográndose así una mejor sintonía emocional.
El derecho de los niños a estar con otros niños, no sólo en el contexto escolar, los ayuda a su desarrollo socioemocional, lo que es una fuente de enorme felicidad.
Especialmente si estos encuentros son relativamente frecuentes y permiten la creación de vínculos emocionales sólidos y no están marcados por exigencias escolares.
Estar con niños que se hallan en la misma etapa de desarrollo los ayuda a sentirse fortalecidos, por la sensación de igualdad y porque habitualmente comparten un mismo código de lenguaje e intereses.
Dentro de los más entrañables recuerdos de la infancia están los amigos con que se compartieron juegos, lecturas, aventuras y confidencias.
Intente dar a sus hijos la oportunidad de estar con otros niños en espacios en que tengan una relativa libertad para organizarse y para inventar sus actividades.
Nadie enseña a un niño más que otro niño.
Los niños de todas las edades son felices cuando están acompañados, mejor si la compañía es de alguien de su edad.
El aprendizaje de convivir con otros pasa por tener oportunidad de compartir con ellos.
Sin embargo, a medida que se van complejizando las relaciones sociales, las investigaciones muestran que las familias tienden a vivir cada vez más aisladas, disminuyendo las oportunidades de sus hijos de estar con otros pares.
Los niños, al disminuir las redes sociales de sus padres, cuentan con menos adultos que les expresen afecto y en quienes confiar, y con menos niños con los cuales compartir experiencias y jugar.
En nuestra sociedad el concepto de vecindario va desapareciendo, los barrios se perciben como más peligrosos y hay pocos lugares apropiados para la convivencia infantil.
Las personas tienen menos amigos, y se visitan y contactan poco con los que tienen, por lo que tienden a estar más solos y aislados.
El aislamiento no es sólo un problema psicológico que favorece cuadros depresivos; también afecta al sistema inmune, aumentando el riesgo de enfermedades infecciosas.
Muchas veces los padres trabajan lejos de su casa y tienen cada vez menos tiempo para acompañar a sus hijos a salir, lo que reduce su vida social.
Por otro lado, las viviendas son cada vez más pequeñas, por lo que los padres prefieren no invitar a otros niños a jugar.
Que las relaciones sociales de los niños sean cada vez más superficiales afecta su aprendizaje social.
La conexión con otros a través de internet priva a los niños del cara a cara, que es muy importante para aprender a comunicarse.
Las señales no verbales de la comunicación, las que les enseñan a ajustar su conducta emocional a las necesidades emocionales de los otros, no están presentes en internet.
En el cara a cara se activan las neuronas-espejo, lo que aumenta la empatía del niño. Cuando alguien se ríe, los otros tienden a contagiarse con la risa.
En tanto, cuando alguno está triste, se tiende a inducir tristeza en el otro, lográndose así una mejor sintonía emocional.
El derecho de los niños a estar con otros niños, no sólo en el contexto escolar, los ayuda a su desarrollo socioemocional, lo que es una fuente de enorme felicidad.
Especialmente si estos encuentros son relativamente frecuentes y permiten la creación de vínculos emocionales sólidos y no están marcados por exigencias escolares.
Estar con niños que se hallan en la misma etapa de desarrollo los ayuda a sentirse fortalecidos, por la sensación de igualdad y porque habitualmente comparten un mismo código de lenguaje e intereses.
Dentro de los más entrañables recuerdos de la infancia están los amigos con que se compartieron juegos, lecturas, aventuras y confidencias.
Intente dar a sus hijos la oportunidad de estar con otros niños en espacios en que tengan una relativa libertad para organizarse y para inventar sus actividades.
Nadie enseña a un niño más que otro niño.