Investigadores de la U. de Duke analizaron a 482 adultos cuyas madres habían sido evaluadas cuando ellos tenían ocho meses de edad. Los expertos hallaron que aquellos que recibieron mayor afecto cuando bebés, hoy tenían menos estrés y depresión.
Por Francisco Rodríguez, La Tercera.
El apego es definido como un vínculo afectivo entre dos personas que les proporciona a ambos seguridad, protección y confianza emocional.
¿El apego más común? El de una madre y su hijo, que aunque puede decaer en el tiempo, tiene efectos positivos en las personas que pueden ser más duraderos y fuertes de lo que se piensa.
Así lo comprobó una investigación de la U. de Duke, en EE.UU., que evaluó a 482 personas, cuyas madres habían sido analizadas cuando ellos tenían apenas ocho meses de vida. Es decir, 34 años atrás.
¿Los resultados? Los adultos cuyas madres habían reportado un mayor apego con ellos en su temprana infancia sufrían menos estrés, ansiedad, hostilidad y depresión.
"Existe un creciente consenso de que los niveles de calidez y el afecto, especialmente entre madre e hijo, parecen moderar la respuesta al estrés, haciendo a los niños más resistentes a la frustración, angustia y otras dificultades", concluyen los investigadores de Duke, liderados por Joanna Maselko, cuyo trabajo aparece publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health.
Las diferencias entre los adultos que habían recibido mucho afecto en su niñez con aquellos que habían recibido poco era casi de siete puntos en la tabla de evaluación, que, según Mónica Kimelman docente de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, es "considerable" para ese tipo de test sicológicos.
¿Qué se entiende como un alto nivel de apego? Para Kimelman es cuando la madre tiene la capacidad de detectar y contener los problemas de los niños de forma rápida y eficaz.
"Con el tiempo, las mamás se dan cuenta que el llanto de comida es diferente que al del frío y saben solucionarlo lo mejor posible. Por lo que hay que aprender y estar disponible sicológicamente para ello", dice.
Pues no todas lo están. De hecho, las madres con depresión posparto tienen niños más retraídos, muchas veces por falta de apego.
Lister Rosell, psiquiatra de Clínica Las Condes, dice que cuando hay un buen apego los niños captan y aprenden generando confianza y un vínculo más fuerte y que la lactancia es un primer paso.
"La lactancia durante seis meses es más que nutrición. Es protección. Para los niños, conectarse al pecho es un alivio al malestar de los miedos y un puente afectivo hacia la madre".
Por Francisco Rodríguez, La Tercera.
El apego es definido como un vínculo afectivo entre dos personas que les proporciona a ambos seguridad, protección y confianza emocional.
¿El apego más común? El de una madre y su hijo, que aunque puede decaer en el tiempo, tiene efectos positivos en las personas que pueden ser más duraderos y fuertes de lo que se piensa.
Así lo comprobó una investigación de la U. de Duke, en EE.UU., que evaluó a 482 personas, cuyas madres habían sido analizadas cuando ellos tenían apenas ocho meses de vida. Es decir, 34 años atrás.
¿Los resultados? Los adultos cuyas madres habían reportado un mayor apego con ellos en su temprana infancia sufrían menos estrés, ansiedad, hostilidad y depresión.
"Existe un creciente consenso de que los niveles de calidez y el afecto, especialmente entre madre e hijo, parecen moderar la respuesta al estrés, haciendo a los niños más resistentes a la frustración, angustia y otras dificultades", concluyen los investigadores de Duke, liderados por Joanna Maselko, cuyo trabajo aparece publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health.
Las diferencias entre los adultos que habían recibido mucho afecto en su niñez con aquellos que habían recibido poco era casi de siete puntos en la tabla de evaluación, que, según Mónica Kimelman docente de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, es "considerable" para ese tipo de test sicológicos.
¿Qué se entiende como un alto nivel de apego? Para Kimelman es cuando la madre tiene la capacidad de detectar y contener los problemas de los niños de forma rápida y eficaz.
"Con el tiempo, las mamás se dan cuenta que el llanto de comida es diferente que al del frío y saben solucionarlo lo mejor posible. Por lo que hay que aprender y estar disponible sicológicamente para ello", dice.
Pues no todas lo están. De hecho, las madres con depresión posparto tienen niños más retraídos, muchas veces por falta de apego.
Lister Rosell, psiquiatra de Clínica Las Condes, dice que cuando hay un buen apego los niños captan y aprenden generando confianza y un vínculo más fuerte y que la lactancia es un primer paso.
"La lactancia durante seis meses es más que nutrición. Es protección. Para los niños, conectarse al pecho es un alivio al malestar de los miedos y un puente afectivo hacia la madre".