Por Neva Milicic, psicóloga.
La felicidad o tristeza de los padres afecta, sin duda, el estado de ánimo de los niños, y cuando se trata de estados más permanentes, el efecto sobre es más poderoso.
Cuando las personas están felices, se ponen optimistas, sus relaciones con los demás -y los hijos no son una excepción- se desenvuelven mejor.
Cuando los padres le sonríen a un niño pequeño, éste devuelve en forma casi automática la sonrisa; en cambio, se preocupa cuando los ve tristes, sobre todo por cosas que no puede solucionar.
Ser feliz no es necesariamente una experiencia intensa, sino una sensación de bienestar que se relaciona con valorar positivamente lo que se tiene y con aceptar aquello que no se puede lograr.
Por ejemplo, si a una mamá le hubiera gustado ir a un lugar lejano por vacaciones, pero no puede. Si tiene una actitud positiva, buscará la felicidad en las cosas pequeñas.
Carolina, que consultó por estar triste y aislada de sus compañeros, al preguntársele qué le pasaba, respondió: "Mi mamá anda siempre triste, y eso me preocupa, no sé cómo quitarle la pena".
Ciertamente es una pesada mochila para una niña tan pequeña. A veces, los niños ven y escuchan más a los adultos que los adultos a ellos.
Es legítima la pregunta que usted probablemente se está haciendo: ¿Y cómo lo hago si no estoy feliz? No es necesario estar eufórico(a) las 24 horas del día, pero debería primar un ánimo positivo.
Es posible ayudarse para estar un poco mejor: buscar lugares, actividades y personas que permitan recuperar esa sensación de bienestar psicológico que se ha perdido por alguna pena o un contratiempo.
Nadie puede pedirle que esté exultante de felicidad si tiene un problema grave, pero sí es posible no dejarse abrumar por las pequeñas dificultades cotidianas.
A veces, hay en los padres una tendencia a comunicar más los problemas que destacar las cosas que han resultado bien.
Es positivo que sus hijos vean a sus padres construyendo situaciones que les dan felicidad y expresar lo bueno que esto es.
Por ejemplo, decir: "Hoy, voy a invitar a mi amiga a la casa, me encanta verla". Dar un mensaje optimista es poner énfasis en comunicarnos cuando estamos contentos y revertir el exceso de energía negativa, que se desprende de los contratiempos de la vida cotidiana.
Entre las actividades que ayudan a registrar en la memoria emocional los momentos positivos está el mirar las fotos familiares con los niños, porque les ayuda a conectarse con acontecimientos felices.
Los niños aprenden de sus padres muchas cosas; entre ellas, la forma de enfrentar la vida y las adversidades.
Por esto es que los niños tienen derecho a tener padres felices.
La felicidad o tristeza de los padres afecta, sin duda, el estado de ánimo de los niños, y cuando se trata de estados más permanentes, el efecto sobre es más poderoso.
Cuando las personas están felices, se ponen optimistas, sus relaciones con los demás -y los hijos no son una excepción- se desenvuelven mejor.
Cuando los padres le sonríen a un niño pequeño, éste devuelve en forma casi automática la sonrisa; en cambio, se preocupa cuando los ve tristes, sobre todo por cosas que no puede solucionar.
Ser feliz no es necesariamente una experiencia intensa, sino una sensación de bienestar que se relaciona con valorar positivamente lo que se tiene y con aceptar aquello que no se puede lograr.
Por ejemplo, si a una mamá le hubiera gustado ir a un lugar lejano por vacaciones, pero no puede. Si tiene una actitud positiva, buscará la felicidad en las cosas pequeñas.
Carolina, que consultó por estar triste y aislada de sus compañeros, al preguntársele qué le pasaba, respondió: "Mi mamá anda siempre triste, y eso me preocupa, no sé cómo quitarle la pena".
Ciertamente es una pesada mochila para una niña tan pequeña. A veces, los niños ven y escuchan más a los adultos que los adultos a ellos.
Es legítima la pregunta que usted probablemente se está haciendo: ¿Y cómo lo hago si no estoy feliz? No es necesario estar eufórico(a) las 24 horas del día, pero debería primar un ánimo positivo.
Es posible ayudarse para estar un poco mejor: buscar lugares, actividades y personas que permitan recuperar esa sensación de bienestar psicológico que se ha perdido por alguna pena o un contratiempo.
Nadie puede pedirle que esté exultante de felicidad si tiene un problema grave, pero sí es posible no dejarse abrumar por las pequeñas dificultades cotidianas.
A veces, hay en los padres una tendencia a comunicar más los problemas que destacar las cosas que han resultado bien.
Es positivo que sus hijos vean a sus padres construyendo situaciones que les dan felicidad y expresar lo bueno que esto es.
Por ejemplo, decir: "Hoy, voy a invitar a mi amiga a la casa, me encanta verla". Dar un mensaje optimista es poner énfasis en comunicarnos cuando estamos contentos y revertir el exceso de energía negativa, que se desprende de los contratiempos de la vida cotidiana.
Entre las actividades que ayudan a registrar en la memoria emocional los momentos positivos está el mirar las fotos familiares con los niños, porque les ayuda a conectarse con acontecimientos felices.
Los niños aprenden de sus padres muchas cosas; entre ellas, la forma de enfrentar la vida y las adversidades.
Por esto es que los niños tienen derecho a tener padres felices.