Por Neva Milicic, psicóloga
Por muy bien manejada que sea una separación, ésta constituye para los niños un evento crítico y, por supuesto, doloroso. Para los niños, sus padres biológicos o adoptivos serán siempre su familia de origen.
Independiente de cuán válidas sean las razones que sus padres tengan para separarse, para los niños es una pérdida.
Por ello, en la medida de lo posible es necesario prepararlos y darles una explicación, que sea compartida por ambos padres, de tal manera de no aumentar su natural confusión.
Por herido que se encuentre uno de los miembros de la pareja o los dos, ello no puede dar pie a aprovechar la situación para agredirse a través del hijo.
Los hijos no son las armas. Cuando se daña la imagen de uno de los padres se socava el concepto de autoridad.
Se dice que en el proceso de divorcio hay al menos tres tareas que la pareja debe enfrentar. La primera es reconstruirse, ya que siempre hay una pérdida que obliga a recomponerse y a adquirir -al menos parcialmente- una nueva identidad. Muchas veces es necesario pedir ayuda terapéutica.
María del Carmen, de ocho años, decía: "No sólo se fue mi papá de la casa, sino que la mamá se pasa en cama, llora mucho y nos reta por todo. Ya no me gusta estar en mi casa y muchas veces cuando estoy en el colegio pienso: ¿cómo estará mi mamá?".
Para reconfortar, contener y consolar a los niños, que es la segunda tarea, los padres deben estar en las mejores condiciones posibles y ello supone poder vaciar y depositar las angustias, la tristeza, las rabias y la incertidumbre en otro lugar que no sean los hijos.
De otra manera, ellos están más atentos a los problemas y necesidades de sus padres, que éstos a las de sus hijos.
Contener a los hijos significa escucharlos, contestar sus preguntas, pero junto con ello hay que darles la sensación de que la vida continúa, que permanece una vida en familia.
Comer juntos, contarles cuentos cuando son pequeños, ver una película o salir de paseo son espacios sanos que deben mantenerse.
En esta etapa es muy importante clarificarles a los niños que la separación es de los padres, no de los hijos, y que ellos estarán siempre atentos y disponibles a atender sus necesidades y sus requerimientos.
Un punto que es esencial señalar enfáticamente es que la separación es un problema de los padres, y que los niños no tienen culpa ni responsabilidad alguna.
La tercera tarea, no menor, es establecer un nuevo tipo de vínculo con el ex cónyuge. No hay que olvidar que se deja de ser pareja conyugal pero se sigue siendo "para siempre pareja parental".
Por lo que es necesario lograr acuerdos razonables centrados en el bienestar esencial del niño, así como mantener una actitud de respeto mutuo.
Los niños deben experimentar un reaseguramiento de su amenazada seguridad y percibir que aunque sus padres estén separados, los siguen queriendo y cuidando igual que antes de separarse.
Por muy bien manejada que sea una separación, ésta constituye para los niños un evento crítico y, por supuesto, doloroso. Para los niños, sus padres biológicos o adoptivos serán siempre su familia de origen.
Independiente de cuán válidas sean las razones que sus padres tengan para separarse, para los niños es una pérdida.
Por ello, en la medida de lo posible es necesario prepararlos y darles una explicación, que sea compartida por ambos padres, de tal manera de no aumentar su natural confusión.
Por herido que se encuentre uno de los miembros de la pareja o los dos, ello no puede dar pie a aprovechar la situación para agredirse a través del hijo.
Los hijos no son las armas. Cuando se daña la imagen de uno de los padres se socava el concepto de autoridad.
Se dice que en el proceso de divorcio hay al menos tres tareas que la pareja debe enfrentar. La primera es reconstruirse, ya que siempre hay una pérdida que obliga a recomponerse y a adquirir -al menos parcialmente- una nueva identidad. Muchas veces es necesario pedir ayuda terapéutica.
María del Carmen, de ocho años, decía: "No sólo se fue mi papá de la casa, sino que la mamá se pasa en cama, llora mucho y nos reta por todo. Ya no me gusta estar en mi casa y muchas veces cuando estoy en el colegio pienso: ¿cómo estará mi mamá?".
Para reconfortar, contener y consolar a los niños, que es la segunda tarea, los padres deben estar en las mejores condiciones posibles y ello supone poder vaciar y depositar las angustias, la tristeza, las rabias y la incertidumbre en otro lugar que no sean los hijos.
De otra manera, ellos están más atentos a los problemas y necesidades de sus padres, que éstos a las de sus hijos.
Contener a los hijos significa escucharlos, contestar sus preguntas, pero junto con ello hay que darles la sensación de que la vida continúa, que permanece una vida en familia.
Comer juntos, contarles cuentos cuando son pequeños, ver una película o salir de paseo son espacios sanos que deben mantenerse.
En esta etapa es muy importante clarificarles a los niños que la separación es de los padres, no de los hijos, y que ellos estarán siempre atentos y disponibles a atender sus necesidades y sus requerimientos.
Un punto que es esencial señalar enfáticamente es que la separación es un problema de los padres, y que los niños no tienen culpa ni responsabilidad alguna.
La tercera tarea, no menor, es establecer un nuevo tipo de vínculo con el ex cónyuge. No hay que olvidar que se deja de ser pareja conyugal pero se sigue siendo "para siempre pareja parental".
Por lo que es necesario lograr acuerdos razonables centrados en el bienestar esencial del niño, así como mantener una actitud de respeto mutuo.
Los niños deben experimentar un reaseguramiento de su amenazada seguridad y percibir que aunque sus padres estén separados, los siguen queriendo y cuidando igual que antes de separarse.