Por Neva Milicic, psicóloga
El cuidado de los niños en su dimensión más profunda supone la disponibilidad y la cercanía afectiva permanente.
Es una exigencia diaria para los adultos proveer la necesaria atención que supone la satisfacción de necesidades que garanticen el bienestar físico y emocional de los niños.
A lo largo de la historia de la humanidad ha sido una tarea realizada preferentemente por las mujeres, y no siempre se le ha reconocido su valor social.
En la medida que las mujeres, en un alto porcentaje, han salido a trabajar en forma remunerada fuera del hogar, esta importante función de cuidar a los hijos ha sido delegada parcialmente en otras personas.
En Chile actualmente hay numerosos hogares que cuentan con la ayuda externa para el cuidado de sus hijos.
En estos días, precisamente el 21 de noviembre, se celebra el día de la trabajadora de casa particular.
Sin duda, ellas merecen un homenaje por su colaboración cotidiana al cuidado de nuestros hijos y de la familia.
En Chile el CEM (Centro de estudios de la mujer) ha realizado estudios en este ámbito en la búsqueda de un trato digno y justo para las trabajadoras de casa particular.
Sin duda, la mayor parte de las mujeres es consciente de la importante función que cumplen y la abnegación que lleva implícita, cuando es cumplida a cabalidad.
Se dan cuenta y valoran lo significativa que son estas personas para los niños como fuente de afecto y protección.
Cuando se da un buen vínculo entre los padres y las personas que ayudan en el cuidado de los niños, esto se verá reflejado en ese cuidado.
Actualmente, muchas veces esta función es realizada por mujeres que han inmigrado en busca de mejores condiciones económicas.
Así ellas tienen una doble responsabilidad de cuidado; los niños que les han sido encomendados y sus propios hijos, cuidado que ejercen desde lejos.
Las mujeres que en casi todas las culturas se han preocupado del cuidado de los otros, tienen una enorme capacidad de amar y proteger.
Es posible que la presencia de oxitocina sea la que favorece la actitud de hacerse cargo de la función de cuidar y de establecer vínculos de cercanía y afecto con los que cuidan.
Quienes nos acompañan cotidianamente en la crianza de los hijos merecen nuestra gratitud y respeto, posiblemente sin su colaboración muchas de las funciones que las mujeres y los hombres desempeñan fuera del ámbito doméstico, no existirían o serían muchísimo menos eficiente.
Educar a los hijos en la gratitud y el respeto hacia quienes los cuidan, no sólo es una obligación moral, sino que los hace mejores personas.
Es necesario, entonces, empatizar con sus emociones y que nuestros hijos perciban una actitud de reconocimiento de parte de nosotros a la importante labor que realizan.
El cuidado de los niños en su dimensión más profunda supone la disponibilidad y la cercanía afectiva permanente.
Es una exigencia diaria para los adultos proveer la necesaria atención que supone la satisfacción de necesidades que garanticen el bienestar físico y emocional de los niños.
A lo largo de la historia de la humanidad ha sido una tarea realizada preferentemente por las mujeres, y no siempre se le ha reconocido su valor social.
En la medida que las mujeres, en un alto porcentaje, han salido a trabajar en forma remunerada fuera del hogar, esta importante función de cuidar a los hijos ha sido delegada parcialmente en otras personas.
En Chile actualmente hay numerosos hogares que cuentan con la ayuda externa para el cuidado de sus hijos.
En estos días, precisamente el 21 de noviembre, se celebra el día de la trabajadora de casa particular.
Sin duda, ellas merecen un homenaje por su colaboración cotidiana al cuidado de nuestros hijos y de la familia.
En Chile el CEM (Centro de estudios de la mujer) ha realizado estudios en este ámbito en la búsqueda de un trato digno y justo para las trabajadoras de casa particular.
Sin duda, la mayor parte de las mujeres es consciente de la importante función que cumplen y la abnegación que lleva implícita, cuando es cumplida a cabalidad.
Se dan cuenta y valoran lo significativa que son estas personas para los niños como fuente de afecto y protección.
Cuando se da un buen vínculo entre los padres y las personas que ayudan en el cuidado de los niños, esto se verá reflejado en ese cuidado.
Actualmente, muchas veces esta función es realizada por mujeres que han inmigrado en busca de mejores condiciones económicas.
Así ellas tienen una doble responsabilidad de cuidado; los niños que les han sido encomendados y sus propios hijos, cuidado que ejercen desde lejos.
Las mujeres que en casi todas las culturas se han preocupado del cuidado de los otros, tienen una enorme capacidad de amar y proteger.
Es posible que la presencia de oxitocina sea la que favorece la actitud de hacerse cargo de la función de cuidar y de establecer vínculos de cercanía y afecto con los que cuidan.
Quienes nos acompañan cotidianamente en la crianza de los hijos merecen nuestra gratitud y respeto, posiblemente sin su colaboración muchas de las funciones que las mujeres y los hombres desempeñan fuera del ámbito doméstico, no existirían o serían muchísimo menos eficiente.
Educar a los hijos en la gratitud y el respeto hacia quienes los cuidan, no sólo es una obligación moral, sino que los hace mejores personas.
Es necesario, entonces, empatizar con sus emociones y que nuestros hijos perciban una actitud de reconocimiento de parte de nosotros a la importante labor que realizan.