Por Neva Milicic, sicóloga
Saber escoger constituye un elemento esencial para tener una buena calidad de vida. Una buena toma de las decisiones pasa por elegir entre varias alternativas posibles.
En su novela "Indignación", Philip Roth relata la historia de un universitario judío que termina trágicamente a raíz de una serie de pequeñas decisiones equivocadas.
El protagonista plantea que su padre, que era una persona con poca educación, le había advertido de los riesgos de las malas decisiones por pequeñas que fueran.
Dice textualmente: "La terrible, la incomprensible manera en que las elecciones más triviales, fortuitas e incluso cómicas obtienen el resultado más desproporcionado".
Ciertamente cada uno de nosotros sabe que las decisiones erróneas, especialmente en ciertas áreas, pueden tener consecuencias desastrosas.
Muchas veces se pone bastante énfasis en que los niños escojan bien las alternativas académicas, pero se enfatiza menos el peso que las decisiones afectivas puedan tener en la vida de las personas.
Una inadecuada elección de pareja puede tener repercusiones muy dolorosas para ambos miembros de la pareja y eventualmente para los hijos.
Para decidir bien hay que darse un tiempo de reflexión, ya que cuando se decide impulsivamente no se tienen en cuenta variables que pueden ser importantes y, por lo tanto, no se anticipan en forma apropiada las consecuencias de las decisiones que se toman.
Es por ello que actualmente la psicología pone énfasis en la necesidad de enseñar a reflexionar. Las técnicas de meditación en los niños y en los adolescentes pueden ser de gran utilidad.
También es importante enseñar que la toma de decisiones debe ser coherente con los códigos morales.
Por ejemplo, hoy no tengo ganas de ir a trabajar, pero no me queda más remedio que hacerlo, porque si no a mi compañera le tocaría hacer el doble de trabajo.
Las decisiones que se toman no respetando los propios principios habitualmente se vuelven en contra y tienen un enorme costo emocional.
No se trata de caer en una actitud rígida, pero sí de promover en los niños la toma de decisiones de acuerdo con sus valores.
Pensar en los efectos y en las variables externas no es obstáculo para enseñar al niño a creer en sus intuiciones, que a veces se basan en procesamientos rápidos de la información.
Sólo que hay que darle una segunda vuelta, buscar más información para tener una mayor seguridad en lo que se decide. Permita a su hijo tomar algunas decisiones.
Saber escoger constituye un elemento esencial para tener una buena calidad de vida. Una buena toma de las decisiones pasa por elegir entre varias alternativas posibles.
En su novela "Indignación", Philip Roth relata la historia de un universitario judío que termina trágicamente a raíz de una serie de pequeñas decisiones equivocadas.
El protagonista plantea que su padre, que era una persona con poca educación, le había advertido de los riesgos de las malas decisiones por pequeñas que fueran.
Dice textualmente: "La terrible, la incomprensible manera en que las elecciones más triviales, fortuitas e incluso cómicas obtienen el resultado más desproporcionado".
Ciertamente cada uno de nosotros sabe que las decisiones erróneas, especialmente en ciertas áreas, pueden tener consecuencias desastrosas.
Muchas veces se pone bastante énfasis en que los niños escojan bien las alternativas académicas, pero se enfatiza menos el peso que las decisiones afectivas puedan tener en la vida de las personas.
Una inadecuada elección de pareja puede tener repercusiones muy dolorosas para ambos miembros de la pareja y eventualmente para los hijos.
Para decidir bien hay que darse un tiempo de reflexión, ya que cuando se decide impulsivamente no se tienen en cuenta variables que pueden ser importantes y, por lo tanto, no se anticipan en forma apropiada las consecuencias de las decisiones que se toman.
Es por ello que actualmente la psicología pone énfasis en la necesidad de enseñar a reflexionar. Las técnicas de meditación en los niños y en los adolescentes pueden ser de gran utilidad.
También es importante enseñar que la toma de decisiones debe ser coherente con los códigos morales.
Por ejemplo, hoy no tengo ganas de ir a trabajar, pero no me queda más remedio que hacerlo, porque si no a mi compañera le tocaría hacer el doble de trabajo.
Las decisiones que se toman no respetando los propios principios habitualmente se vuelven en contra y tienen un enorme costo emocional.
No se trata de caer en una actitud rígida, pero sí de promover en los niños la toma de decisiones de acuerdo con sus valores.
Pensar en los efectos y en las variables externas no es obstáculo para enseñar al niño a creer en sus intuiciones, que a veces se basan en procesamientos rápidos de la información.
Sólo que hay que darle una segunda vuelta, buscar más información para tener una mayor seguridad en lo que se decide. Permita a su hijo tomar algunas decisiones.