Por Neva Milicic, psicóloga.
En forma no consciente, a veces atiborramos a nuestros hijos con información y preguntas, pero no siempre nos damos el tiempo necesario para conversar con ellos y averiguar qué les preocupa, cuáles son sus interrogantes, qué les gustaría saber y qué nos quisieran preguntar.
Los niños tienen derecho a preguntar, a cuestionarse y a plantearse problemas que deben ser atendidos por los adultos.
A veces, esta ayuda consistirá en una respuesta concreta, en otras ocasiones será una oportunidad para estimularlos a que ellos reflexionen o nos cuenten lo que ellos mismos han hipotetizado.
El libro de J. Muth "Las tres preguntas", publicado por la editorial Scholastic, es un buen abrepuertas para conversar con su hijo el tema de por qué es tan importante preguntar y preguntarse.
El relato está basado en un cuento maravilloso de León Tolstoi en que un niño, Nicolás, busca encontrar respuestas a las preguntas que se hace.
Éstas son: ¿Cuál es el mejor momento para hacer las cosas? ¿Quién es el más importante? ¿Qué debería hacer?
La búsqueda de respuestas lleva al niño por diferentes caminos, hasta que descubre que la respuesta está en sí mismo.
Podríamos mirar el desarrollo infantil como las distintas interrogantes que se hacen los niños en cada etapa de su vida. En muchas ocasiones, estas interrogantes pasan inadvertidas.
Para los niños, que no se visibilicen sus preocupaciones, es lastimoso ya que las inquietudes que ellos se plantean son fundamentales para su equilibrio emocional y para su contacto con el mundo.
Lo que se preguntan y cómo lo preguntan da cuenta del nivel de sus preocupaciones, de los temas que están procesando y de su estado de desarrollo. Y están insertas en un contexto.
Por eso, hay que detenerse, y antes de contestar, indagar más el por qué de las preguntas, para no contestar en la forma equivocada.
No preguntar es una limitación para el desarrollo infantil y debe alertar a los padres a crear un ambiente propicio para que el niño pregunte.
Cuando un niño no pregunta a sus padres puede buscar las respuestas en personas poco apropiadas, como suele suceder con la curiosidad sexual de los hijos.
Por eso una buena pregunta para los padres es: ¿Qué se están preguntando nuestros hijos(as)? ¿Tienen el espacio suficiente para preguntarnos en un clima de confianza y honestidad?.
En forma no consciente, a veces atiborramos a nuestros hijos con información y preguntas, pero no siempre nos damos el tiempo necesario para conversar con ellos y averiguar qué les preocupa, cuáles son sus interrogantes, qué les gustaría saber y qué nos quisieran preguntar.
Los niños tienen derecho a preguntar, a cuestionarse y a plantearse problemas que deben ser atendidos por los adultos.
A veces, esta ayuda consistirá en una respuesta concreta, en otras ocasiones será una oportunidad para estimularlos a que ellos reflexionen o nos cuenten lo que ellos mismos han hipotetizado.
El libro de J. Muth "Las tres preguntas", publicado por la editorial Scholastic, es un buen abrepuertas para conversar con su hijo el tema de por qué es tan importante preguntar y preguntarse.
El relato está basado en un cuento maravilloso de León Tolstoi en que un niño, Nicolás, busca encontrar respuestas a las preguntas que se hace.
Éstas son: ¿Cuál es el mejor momento para hacer las cosas? ¿Quién es el más importante? ¿Qué debería hacer?
La búsqueda de respuestas lleva al niño por diferentes caminos, hasta que descubre que la respuesta está en sí mismo.
Podríamos mirar el desarrollo infantil como las distintas interrogantes que se hacen los niños en cada etapa de su vida. En muchas ocasiones, estas interrogantes pasan inadvertidas.
Para los niños, que no se visibilicen sus preocupaciones, es lastimoso ya que las inquietudes que ellos se plantean son fundamentales para su equilibrio emocional y para su contacto con el mundo.
Lo que se preguntan y cómo lo preguntan da cuenta del nivel de sus preocupaciones, de los temas que están procesando y de su estado de desarrollo. Y están insertas en un contexto.
Por eso, hay que detenerse, y antes de contestar, indagar más el por qué de las preguntas, para no contestar en la forma equivocada.
No preguntar es una limitación para el desarrollo infantil y debe alertar a los padres a crear un ambiente propicio para que el niño pregunte.
Cuando un niño no pregunta a sus padres puede buscar las respuestas en personas poco apropiadas, como suele suceder con la curiosidad sexual de los hijos.
Por eso una buena pregunta para los padres es: ¿Qué se están preguntando nuestros hijos(as)? ¿Tienen el espacio suficiente para preguntarnos en un clima de confianza y honestidad?.