Paternidad de verano. Aunque puede ser una gran experiencia, es clave que el niño tenga madurez suficiente, es decir no antes de los nueve años. Y, por obvio que suene, hay que conocer a los adultos a cargo.
Por Gabriela Bade, El Mercurio.
"¿Mamá, mamá, puedo quedarme en la casa de Mateo?". Así empiezan los pedidos de los hijos cuando su socialización parte, de la mano de su vida escolar. Y con el paso de los años, los requerimientos -dicen los que ya tienen la experiencia- van sólo en aumento.
¿Qué hacer? ¿Cuándo es el momento de decir que sí y bajo qué condiciones?
"Entre los siete u ocho años es bueno que los niños interactúen. Es bueno que se visiten, que se queden hasta tarde. Incluso se pueden quedar a dormir una noche. Pero que un niño a esa edad se vaya un fin de semana, o cuatro o cinco días, puede ser angustiante", dice Juan Pablo Westphal, psicólogo de la Clínica Santa María.
Por eso, la edad en que los niños deberían iniciarse en las salidas por varios días es, según Westphal, no antes de los nueve años.
Antonia Raies, psicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, cree que deben ser aún mayores: desde los doce.
"Cuando tienen menos, me parece que no corresponde, porque son muy vulnerables. Cómo se defienden si hay un imprevisto. Me asusta que estén expuestos a una situación afectiva que los perturbe. Que se sientan desamparados o agredidos", dice.
Una vez resuelto el tema del mínimo de madurez necesaria para emprender el viaje, es clave conocer a la familia con la que sale.
"Aunque parezca muy obvio, tienes que conocer a la otra familia. No necesariamente ser amigos, pero conocer sus rutinas, su forma de ver la vida, valores y hábitos, y tienes que saber cómo tu hijo se va a insertar en ese contexto. Y no sólo por la seguridad de él, también porque él les puede dejar la escoba", sigue Westphal.
Para ambos terapeutas la situación es diferente si las vacaciones son con familiares como tíos o abuelos. "Seguramente han compartido mucho antes. Los códigos son más parecidos", dice Antonia Raies.
Aún así, hay que tener en cuenta que cada clan tiene integrantes de distintas edades. Que están los hermanos y los primos, y que es necesario entender, si hay diferencias de edad, que están en etapas distintas del desarrollo y deberían tener actividades distintas.
"No es bueno tratarlos a todos por igual. Cada hijo tiene su propia individualidad. El hermano mayor tiene atribuciones que se ha ido ganando. Por eso hay que ir constantemente marcando límites", agrega Westphal.
Frente a todos los posibles escenarios y las dudas legítimas que cualquier padre o madre podrían tener, la sugerencia profesional es "transparentar". "Prefiero ser un poco de desatinado que, por evitar 'pisar callos', exponer a mi hijo a una situación de cuidado", sigue el psicólogo.
En ese caso es muy importante tener un diálogo franco y abierto con los adultos que se harán cargo del cuidado del niño en los próximos días. Y ojalá que también se preocupen de contenerlos emocionalmente.
"Porque durante el día, mientras juegan, no pasa nada, pero cuando llega la oscuridad, empiezan a echar de menos y están lejos de la casa. En ese momento ojalá que lo contengan con cariño", explica Raies.
No obstante los temores, aprensiones y demases, la experiencia de salir con otra familia puede ser muy buena.
"Se enriquecen mucho experiencialmente. Es una aventura. Si tienen hábitos distintos, no pasa nada, porque es por poco tiempo. Lo importante es el contexto. Si está entretenido va a comer cualquier cosa, va a ayudar, en fin. Uno tiene que confiar en que los ha educado lo más consistentemente posible, para que se cuiden", termina Raies.
Conocimiento
El psicólogo Juan Pablo Westphal plantea que es esencial sumergirse en el mundo de los hijos. "Es bueno ir conociendo a los papás de los amigos. Ir a los paseos de curso. Participar e interactuar, porque es lo más seguro".
Por Gabriela Bade, El Mercurio.
"¿Mamá, mamá, puedo quedarme en la casa de Mateo?". Así empiezan los pedidos de los hijos cuando su socialización parte, de la mano de su vida escolar. Y con el paso de los años, los requerimientos -dicen los que ya tienen la experiencia- van sólo en aumento.
¿Qué hacer? ¿Cuándo es el momento de decir que sí y bajo qué condiciones?
"Entre los siete u ocho años es bueno que los niños interactúen. Es bueno que se visiten, que se queden hasta tarde. Incluso se pueden quedar a dormir una noche. Pero que un niño a esa edad se vaya un fin de semana, o cuatro o cinco días, puede ser angustiante", dice Juan Pablo Westphal, psicólogo de la Clínica Santa María.
Por eso, la edad en que los niños deberían iniciarse en las salidas por varios días es, según Westphal, no antes de los nueve años.
Antonia Raies, psicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, cree que deben ser aún mayores: desde los doce.
"Cuando tienen menos, me parece que no corresponde, porque son muy vulnerables. Cómo se defienden si hay un imprevisto. Me asusta que estén expuestos a una situación afectiva que los perturbe. Que se sientan desamparados o agredidos", dice.
Una vez resuelto el tema del mínimo de madurez necesaria para emprender el viaje, es clave conocer a la familia con la que sale.
"Aunque parezca muy obvio, tienes que conocer a la otra familia. No necesariamente ser amigos, pero conocer sus rutinas, su forma de ver la vida, valores y hábitos, y tienes que saber cómo tu hijo se va a insertar en ese contexto. Y no sólo por la seguridad de él, también porque él les puede dejar la escoba", sigue Westphal.
Para ambos terapeutas la situación es diferente si las vacaciones son con familiares como tíos o abuelos. "Seguramente han compartido mucho antes. Los códigos son más parecidos", dice Antonia Raies.
Aún así, hay que tener en cuenta que cada clan tiene integrantes de distintas edades. Que están los hermanos y los primos, y que es necesario entender, si hay diferencias de edad, que están en etapas distintas del desarrollo y deberían tener actividades distintas.
"No es bueno tratarlos a todos por igual. Cada hijo tiene su propia individualidad. El hermano mayor tiene atribuciones que se ha ido ganando. Por eso hay que ir constantemente marcando límites", agrega Westphal.
Frente a todos los posibles escenarios y las dudas legítimas que cualquier padre o madre podrían tener, la sugerencia profesional es "transparentar". "Prefiero ser un poco de desatinado que, por evitar 'pisar callos', exponer a mi hijo a una situación de cuidado", sigue el psicólogo.
En ese caso es muy importante tener un diálogo franco y abierto con los adultos que se harán cargo del cuidado del niño en los próximos días. Y ojalá que también se preocupen de contenerlos emocionalmente.
"Porque durante el día, mientras juegan, no pasa nada, pero cuando llega la oscuridad, empiezan a echar de menos y están lejos de la casa. En ese momento ojalá que lo contengan con cariño", explica Raies.
No obstante los temores, aprensiones y demases, la experiencia de salir con otra familia puede ser muy buena.
"Se enriquecen mucho experiencialmente. Es una aventura. Si tienen hábitos distintos, no pasa nada, porque es por poco tiempo. Lo importante es el contexto. Si está entretenido va a comer cualquier cosa, va a ayudar, en fin. Uno tiene que confiar en que los ha educado lo más consistentemente posible, para que se cuiden", termina Raies.
Conocimiento
El psicólogo Juan Pablo Westphal plantea que es esencial sumergirse en el mundo de los hijos. "Es bueno ir conociendo a los papás de los amigos. Ir a los paseos de curso. Participar e interactuar, porque es lo más seguro".