Por Neva Milicic, psicóloga
¿Se ha detenido a pensar qué le está comunicando a su hijo a través de su lenguaje cotidiano? La mayor parte de las veces nos relacionamos con nuestros hijos en forma espontánea, lo que, por supuesto, es bueno pero a lo mejor, las palabras, que son muy poderosas en la formación de la mente infantil, no reflejan lo que de verdad queremos decir.
Cada familia tiene un mundo de conceptos, de valores y de creencias que entrega a sus hijos.
A veces, no nos damos cuenta de que este lenguaje entrega al niño una versión de mundo que puede ser un poco sesgada o la mejor limitada.
El maravilloso libro de la argentina Gabriela Kesselman "Si tienes un papá mago" cuenta de un modo metafórico cómo son los lenguajes de los padres con sus hijos.
El protagonista del cuento tenía un papá mago que cuando el niño partía al colegio, le daba como regalo unas palabras que tenían las características de ser mágicas.
Los amigos estaban muy intrigados acerca de cuáles serían estas palabras.
Y luego él pasaba a buscar a un amigo que era hijo de una dentista, al que su mamá le daba mensajes como: "Lávate los dientes antes y después de comer".
Más allá se juntaban con el hijo de un campeón de deportes, al que le decían "llega primero", "no pierdas tiempo".
Esto, que parece una caricatura, señala una realidad; el lenguaje usado en la comunicación padres-hijos, refleja muchas veces las preocupaciones prioritarias de los padres, sus temores y las virtudes que quisieran inculcar a sus hijos.
Valdría la pena detenerse a reflexionar: ¿Cuáles son los mensajes que damos a los niños acerca de sí mismos? ¿Qué les transmitimos acerca de cómo es el mundo que los rodea?, ¿cómo deben comportarse en diferentes situaciones? Es posible que este ejercicio nos ayude a ampliar los horizontes.
Algunas de las preguntas que podrían formularse son: ¿Les expresamos cuánto los queremos? ¿Les preguntamos cariñosamente en que están? ¿Les preguntamos su opinión? ¿Los estimulamos a ser cooperativos o competitivos? ¿Somos descalificatorios de otras personas? ¿Les hablamos de emociones?
Las respuestas a las preguntas acerca de los contenidos de la comunicación podrían ser un indicador para, sin perder la identidad como familia, entregar a los hijos una imagen de sí mismos y del mundo que les permita sentirse competentes en un mundo que tiene espacio y oportunidades para ellos.
Y quizás, finalmente, podría ser útil pensar: ¿Qué palabras podríamos disminuir? y ¿qué palabras podríamos agregar?, ya que las palabras son un poderoso instrumento para generar los vínculos emocionales con nuestros hijos.
¿Se ha detenido a pensar qué le está comunicando a su hijo a través de su lenguaje cotidiano? La mayor parte de las veces nos relacionamos con nuestros hijos en forma espontánea, lo que, por supuesto, es bueno pero a lo mejor, las palabras, que son muy poderosas en la formación de la mente infantil, no reflejan lo que de verdad queremos decir.
Cada familia tiene un mundo de conceptos, de valores y de creencias que entrega a sus hijos.
A veces, no nos damos cuenta de que este lenguaje entrega al niño una versión de mundo que puede ser un poco sesgada o la mejor limitada.
El maravilloso libro de la argentina Gabriela Kesselman "Si tienes un papá mago" cuenta de un modo metafórico cómo son los lenguajes de los padres con sus hijos.
El protagonista del cuento tenía un papá mago que cuando el niño partía al colegio, le daba como regalo unas palabras que tenían las características de ser mágicas.
Los amigos estaban muy intrigados acerca de cuáles serían estas palabras.
Y luego él pasaba a buscar a un amigo que era hijo de una dentista, al que su mamá le daba mensajes como: "Lávate los dientes antes y después de comer".
Más allá se juntaban con el hijo de un campeón de deportes, al que le decían "llega primero", "no pierdas tiempo".
Esto, que parece una caricatura, señala una realidad; el lenguaje usado en la comunicación padres-hijos, refleja muchas veces las preocupaciones prioritarias de los padres, sus temores y las virtudes que quisieran inculcar a sus hijos.
Valdría la pena detenerse a reflexionar: ¿Cuáles son los mensajes que damos a los niños acerca de sí mismos? ¿Qué les transmitimos acerca de cómo es el mundo que los rodea?, ¿cómo deben comportarse en diferentes situaciones? Es posible que este ejercicio nos ayude a ampliar los horizontes.
Algunas de las preguntas que podrían formularse son: ¿Les expresamos cuánto los queremos? ¿Les preguntamos cariñosamente en que están? ¿Les preguntamos su opinión? ¿Los estimulamos a ser cooperativos o competitivos? ¿Somos descalificatorios de otras personas? ¿Les hablamos de emociones?
Las respuestas a las preguntas acerca de los contenidos de la comunicación podrían ser un indicador para, sin perder la identidad como familia, entregar a los hijos una imagen de sí mismos y del mundo que les permita sentirse competentes en un mundo que tiene espacio y oportunidades para ellos.
Y quizás, finalmente, podría ser útil pensar: ¿Qué palabras podríamos disminuir? y ¿qué palabras podríamos agregar?, ya que las palabras son un poderoso instrumento para generar los vínculos emocionales con nuestros hijos.