En los últimos años ha disminuido en Chile la violencia física grave hacia los niños. Pero no por eso se ha instalado el buen trato. Hoy son cada vez más los menores víctimas de palabras insultantes, manipulación psicológica y descuido de sus necesidades afectivas por parte de sus padres.
Por Daniela Mohor, El Mercurio.
Valeria se levantaba todas las mañanas a las seis y media. Aún en pijama, despertaba primero a Andrés de 10 años y lo vestía. Luego iba al dormitorio de su hermana Alejandra de seis, la levantaba y la llevaba a la cocina para que tomara desayuno con Andrés.
A las siete, les cepillaba los dientes y los peinaba. Preparaba sus mochilas, con las colaciones y les ponía las parkas. A esa hora, Jacinta, la menor de sólo pocos meses, seguía durmiendo. Y lo hacía en la pieza de Valeria, en una amplia casa de La Dehesa.
Valeria es asesora del hogar, le gustan los niños y siempre se ha dedicado a trabajar principalmente de niñera.
Pero nunca antes de llegar a la casa de Andrés, Alejandra y Jacinta se había imaginado que su tarea implicaría estar pendiente de ellos las 24 horas del día. Aunque estuvieran sus padres.
-Ellos se levantaban sólo para salir a dejarlos al colegio y luego no llegaban hasta la noche, aunque la mamá no trabajara jornada completa.
Ella iba a buscar a los mayores a la salida de clases, pero yo me encargaba de todo el resto: de darles desayuno, almuerzo, té, comida.
Los bañaba y los acostaba a los tres. La más chica durmió conmigo durante seis meses. Sus papás salían la mayoría de las noches y si no, se encerraban a ver televisión o comían mientras yo acostaba a los niños para que no los molestaran.
A veces me ayudaban. Los niños tenían todo lo que necesitaban. Les sobraba la ropa y si querían un juguete, siempre se los compraban. Pero les faltaba cariño, afecto, estar más con los papás -dice Valeria, quien trabaja ahora en otra casa.
El mayor era el que más se quejaba. Decía que no lo tomaban en cuenta. O lanzaba frases como "mi mamá nunca está" o "siempre está ocupada".
-Los papás salían con ellos el fin de semana y compensaban con cosas materiales el tiempo que no les dedicaban -sigue Valeria.
-Lo que más pena me dio fue cuando se fueron de viaje por dos semanas y la guagua era chica. Durante ese tiempo lloró mucho. Esos niños se sentían solos.
Falta de cariño. Individualismo. Descuido. Ignorancia. Negligencia. No faltan palabras a la hora de hablar del fenómeno que se está dando en la sociedad chilena y que tiene a los especialistas en infancia en estado de alerta.
Psicólogos y psiquiatras infantiles hablan de "niños gomeros", de "niños cacho". Todo apunta a lo mismo: hoy la competitividad y el exitismo, sumado a creencias ancladas culturalmente, están dejando a los niños emocionalmente solos.
Y lo que antes era un problema casi exclusivo de los sectores más desfavorecidos, el abandono se está convirtiendo en un fenómeno masivo.
-Hoy más que nunca los padres están centrados en sus carreras, su desarrollo económico y personal y dejan a los niños en un abandono emocional. Eso es terriblemente frecuente.
En ese sentido la violencia es transversal -dice Consuelo Contreras, directora de la Corporación Opción.
En Unicef se han realizado varios estudios que dan cuenta de esta tendencia. Soledad Larraín, psicóloga de la organización, explica que, en general, los niños no piden las cosas que los papás les están dando -computadores, juguetes, actividades extraprogramáticas- sino que tengan tiempo para ellos.
-Quieren salir juntos, que los escuchen. Esa es la gran demanda de los niños de los sectores más altos.
Tienen el problema de que las figuras de protección están ausentes y eso se cambia por necesidades que no son propias de ellos. Toda la justificación de la ausencia es algo que los niños no perciben como propia.
Cuando les dicen "yo trabajo para que tú puedas ir a la universidad" o "para cambiar el auto", eso para un niño de cinco o seis años no tiene ningún sentido.
Entonces se crían con frustración, con necesidades de afecto insatisfechas y terminan buscando otras figuras para satisfacer su ansia de afecto. Y eso los hace más vulnerable al maltrato, al abuso y todo eso -dice la experta.
El "Niño Cacho"
Cynthia Adlerstein-Grimberg es jefa de carrera de educación de párvulos en la Universidad Católica y también doctora en ciencias sociales.
Según ella, la difícil realidad de los niños chilenos, en todos sus aspectos, está directamente vinculada con la manera en que culturalmente miramos a los menores de edad.
-Hay una violencia simbólica con los niños que está muy naturalizada. Y ese es el principal problema que tenemos en el trato con ellos. Culturalmente el niño es un problema que hay que resolver, desplazar.
No es un otro, no es una persona con la cual yo pueda conversar, compartir. No es un ciudadano que se merezca tener un espacio y ser reconocido. Culturalmente el niño es un cacho -dice.
La experta da ejemplos concretos: los videos que mostraban los malos tratos en el jardín infantil de Quilicura y la imagen de un niño en un columpio al que todos los adultos le daban la espalda.
-Nadie le hablaba, nadie le preguntaba nada. Era invisible. Y solemos hacer eso. De manera concreta, cuando les hablamos a los niños, lo hacemos desde arriba, físicamente. No nos agachamos para estar a su nivel, sino que lo obligamos a mirar para arriba.
Y hay mitos: que cuando lloran los niños pequeños hay que dejarlos, para que no se acostumbren a estar en brazos, que los niños manipulan. Todas esas son creencias sociales que configuran una forma de relacionarnos con ellos que es muy violenta.
Soledad Larraín tiene una visión similar. Argentina y Uruguay, asegura, son países con sociedades donde el niño juega un rol más central. Donde participan de más actividades con los padres e interactúan con ellos.
Existe una mayor cotidianidad con los hijos, los proyectos familiares son pensados incluyéndolos de manera más integral.
Cita estudios realizados por Unicef que revelan, por ejemplo, que en Chile las dos actividades que los niños más hacen junto a sus padres son ver televisión e ir al mall.
-Eso es bastante decidor. No son actividades de niños que requieren interacción, sino que cosas que se hacen cuando no se tiene con quien dejarlos.
Aquí en los niveles medios y altos, los niños son como gomeros, son plantas de interior, no se los saca mucho de la casa.
Hay una cultura muy adulto-céntrica en que en general se piensa más en el niño en función de las necesidades de los adultos, que los adultos en función de las necesidades de los niños.
De esa invisibilización del niño al maltrato hay sólo un paso, dicen los expertos.
-Existen diversas formas de maltrato infantil y a pesar de que éste se asocia generalmente sólo con sus expresiones agudas como la violencia física, la explotación o el abuso sexual, existe un maltrato avalado socialmente que se encarna en el trato cotidiano que se les da a los niños al interior de las familias, en las escuelas, en los medios de comunicación y que tienen un alto impacto en la salud emocional de los niños -dice Rolando Melo, director nacional del Sename.
Niños que No Sirven
Damián tiene nueve años y nunca ha vivido con su madre. Es un niño de baja estatura, robusto, de pelo oscuro y ojos tristes. Habla con un vocabulario que no corresponde a su edad, con modismos, palabras mal pronunciadas y un tono rabioso.
Entra a una de las salas de atención del Programa de Intervención Breve de Lo Prado, donde va cada semana a ver a una piscóloga y la abraza. Luego se sienta en una silla, con mala postura, las piernas estiradas y echado para atrás.
Llegó a ese programa, de la Corporación Opción (subvencionado por el Sename), por problemas de mala conducta en el colegio.
Y los profesionales de ese lugar no tardaron en darse cuenta de que el niño era víctima de maltrato psicológico por parte de su abuela, que lo cuida desde el mes de vida, cuando su madre lo abandonó.
-Mi abuela no me quiere, porque soy flojo, desordenado, me va mal en el colegio, soy peleador y sin respeto -le ha dicho Damián a los psicólogos-. Ella siempre me mira con rabia y odio y dice que me parezco a mi madre.
Y eso me da rabia. Ya no quiero seguir viviendo con ella. La abuela de Damián es feriante. Trabaja para mantener a otra nieta también, que no vive con ellos. Hace un año, cuenta, la relación con su nieto se le hizo difícil, y no sabe cómo manejarla.
Blanca Vidaurre, la psicóloga que atiende este caso, cuenta que el vínculo entre ambos se funda en la descalificación, que la abuela se siente sobrepasada y lo critica a permanencia porque "no le ayuda" o "no le hace caso".
-Me dice "se la pasa sentado o se va con los amigos. Me hace rabiar, porque no obedece y molesta a los otros niños. Es un problema, me tiene harta"-dice la especialista.
Sigue: -Este es un caso como muchos de los que vemos, en que los padres o el adulto responsable no son capaces de satisfacer la necesidades afectivas del niño. Muchas veces son niños que no han sido planificados, entonces les atribuyen muchas características negativas.
Son tontos, no obedecen, no hacen las cosas de la casa, no los ayudan. Creen que es una obligación para los niños responsabilizarse de los quehaceres del hogar.
Los descalifican diciéndoles que "no sirven" como hijos y cuando uno les pregunta qué es no servir, dicen que ellos trabajan y que los hijos no sirven para cuidar a sus hermanos.
En general, son niños cargados de las culpas y las responsabilidades que los padres no asumieron.
Cada seis años, Unicef realiza un estudio de maltrato infantil en Chile. El más reciente fue en 2006. Éste indicó que el 75,3 por ciento de los niños recibe algún tipo de violencia. De ellos el 53,8 por ciento es víctima de violencia física y el 21,4 por ciento de violencia psicológica.
Esta última categoría, dice Soledad Larraín, psicóloga de la organización, corresponde a niños a quienes les dicen que "no los quieren, los encierran, los insultan, les hacen burla frente a terceros o los amenazan con golpearlos".
-Lo que llama la atención es que entre el primer estudio, que fue en 1994, y el segundo, que fue en el año 2000, disminuyó el maltrato físico grave, pero aumentó el psicológico.
Entonces no es que aumente el buen trato, sino que se reprime el maltrato severo, lo cual es importante porque es el que más daño provoca, pero aumenta el otro -dice.
El problema es real. Las cifras de atención registradas por el Sename el año pasado y en lo que va de éste indican que la tercera causa de atención en los servicios de esta institución pública es por maltrato psicológico de niños desde un año de vida.
La primera es negligencia y la segunda, por ser testigos de violencia intrafamiliar.
Carmen Gloria Greve sabe que es así. Psicóloga de la Universidad de Chile, trabaja parte de su tiempo en el Centro Comunitario de Salud Mental Familiar (Cosam) de Pudahuel, donde le ha tocado atender a numerosos niños maltratados.
En un comienzo, dice, se impresionó mucho: veía a mamás que reconocían sin tapujo no querer a sus hijos.
Padres que no se daban cuenta de cómo al hablar de sus niños, los culpaban de sus problemas conyugales o de trabajo y los descalificaban permanentemente.
-Generalmente hay mucho insulto, el no tomar en consideración la opinión del niño, el criticarlo y ridiculizarlo por todo.
Es "eres tonto, eres porfiado" y lo que me llama la atención es que los padres hablan como si el niño hiciera las cosas porque es malo o tiene malas intenciones.
No es porque puede pensar distinto, estar en otra etapa del desarrollo o tener otras necesidades.
Lo hace para molestar, entonces los padres lo tiran para abajo. No saben manejarlo, no ven que puede tener necesidades emocionales -dice.
El problema es real. Las cifras de atención registradas por el Sename el año pasado y en lo que va de éste indican que la tercera causa de atención en los servicios de esta institución pública es por maltrato psicológico de niños desde un año de vida. La primera es negligencia y la segunda, por ser testigos de violencia intrafamiliar.
Carmen Gloria Greve sabe que es así. Psicóloga de la Universidad de Chile, trabaja parte de su tiempo en el Centro Comunitario de Salud Mental Familiar (Cosam) de Pudahuel, donde le ha tocado atender a numerosos niños maltratados.
En un comienzo, dice, se impresionó mucho: veía a mamás que reconocían sin tapujo no querer a sus hijos. Padres que no se daban cuenta de cómo al hablar de sus niños, los culpaban de sus problemas conyugales o de trabajo y los descalificaban permanentemente.
-Generalmente hay mucho insulto, el no tomar en consideración la opinión del niño, el criticarlo y ridiculizarlo por todo.
Es "eres tonto, eres porfiado" y lo que me llama la atención es que los padres hablan como si el niño hiciera las cosas porque es malo o tiene malas intenciones. No es porque puede pensar distinto, estar en otra etapa del desarrollo o tener otras necesidades.
Lo hace para molestar, entonces los padres lo tiran para abajo. No saben manejarlo, no ven que puede tener necesidades emocionales -dice.
La Era del Canje
A diferencia de lo que muchos creen, el problema del maltrato psicológico no es exclusivo de los sectores más desfavorecidos. Al contrario.
Las estadísticas indican que habitualmente, mientras la violencia física grave es más común en esos grupos socioeconómicos, lo que más prevalece en los sectores de más recursos es justamente el maltrato sin golpes (17,4 por ciento en los sectores bajos, versus 23,7 por ciento en los medios y 25 por ciento en los altos, según el último estudio de Unicef).
La psiquiatra infantil Lisette Lavanchy trabaja en Las Condes y atiende a niños entre los más favorecidos en términos de oportunidades económicas y de educación del país. Asegura que en la población que ve, el maltrato puede tomar muchos matices.
-En las familias con mayores recursos económicos se da mucho el abandono emocional y el canje: no estoy contigo, entonces compenso comprándote o adquiriendo cosas.
"Me voy de viaje, pero te traigo muchos regalos", lo que estaría bien si además esto fuera acompañado de una comunicación más permanente, a pesar de los viajes, e incluso que éstos pudieran suspenderse o posponerse para acompañar a los hijos en momentos importantes como cuando están aprendiendo a caminar, entrando al colegio, de cumpleaños, o tienen su primera fiesta.
Hay una cierta indolencia hacia el aspecto psicológico, una mirada un poco simplista de los papás sobre los niños, que creen que basta con la contención material para que todo esté bien -dice la doctora Lavanchy
También se da la manipulación, que la psicóloga considera una forma de maltrato.
-Lo veo mucho con los papás separados que con esto de "no te veo" obligan a los niños a venir tal día a tal hora, sin contemplar sus necesidades. Tratan de hacer calzar sus propios horarios o intereses que muchas veces distan de los de los hijos.
El maltrato tiene que ver con que hacen sentirse culpable al niño si no cumple con esas "visitas".
Alfonso Correa, jefe de la unidad de psiquiatría infantil de la Clínica Alemana prefiere no hablar de maltrato para referirse a este fenómeno. Pero sí coincide en que existe una tendencia a no responder a las necesidades emocionales de los hijos, lo que genera un daño importante.
-Tiene que ver con el tema de los papás desbordados por la realidad que viven. Entre el trabajo, hacer gimnasia, el espacio para los amigos, empiezan a creer que la crianza es un estorbo o algo que se puede comprar y delegar a otra persona.
Por un lado, hay una falta de tiempo para hacerse cargo por el exitismo y el individualismo, entonces dicen "que los niños aprendan solos" o delegan, pero por otro lado también hay una falta de habilidades para comunicarse.
Como no sé cómo jugar con mi hijo, porque nunca me enseñaron ni lo hicieron conmigo, entonces creo que otra persona lo va a hacer mejor, y me olvido del lazo afectivo que es importante expresar en lo cotidiano.
La falta de límites es otro problema entrelazado con el abandono emocional. El doctor Correa explica que la ausencia virtual o real de los padres en la relación con sus hijos los lleva a no ponerles normas de manera consecuente y se crea entonces un círculo vicioso.
-Al estar con mis hijos veo que paso sólo ratos desagradables, porque como no he puesto normas, no he sido un buen modelo con ellos y eso no es satisfactorio para mí, así que mejor pago a otros para que los cuiden. Uno se va metiendo en esa patología sin darse cuenta, sin querer ser mal padre.
La consecuencia: niños con problemas para crear vínculos con los demás, que se convierten en adultos desconfiados. Niños con problemas de autoestima que se aíslan. Niños angustiados.
-La falta de límites genera mucha angustia en los niños y adolescentes. Es también un maltrato disfrazado porque es no hacer la tarea de padres -dice Lisette Lavanchy. -Hoy hay un cierto desconocimiento del mundo infantil que genera descuido y confusión, pero este mundo sigue siendo el mismo y requiere protección. Luego, exige adaptarse a él y no al revés.