Una investigación británica que siguió a casi 20 mil personas entre la adolescencia y la adultez, reveló una dimensión hasta ahora desconocida del hábito de leer: cuando se hace por placer, es el mejor predictor de éxito profesional.
Por Jennifer Abate, La Tercera.
Antes de irse de vacaciones, usted se compró el libro que estaban promocionando en todas partes. Prometió leerlo sobre la arena, feliz de por fin "tener tiempo". Pero es bien probable que, en pleno otoño, el libro siga ahí, todavía sin abrir.
¿La razón? A los chilenos no nos gusta leer. Tanto, que más de la mitad (53%) confiesa que nunca dedica tiempo a la lectura.
Un problema que se agudiza en la adolescencia y que ni el ejemplo de dos premios Nobel de Literatura ni maletines literarios y un sinfín de medidas de gobierno y de colegios han logrado revertir.
Las últimas estadísticas dicen que si bien a los 10 años, el 30% de los niños lee libros para entretenerse, a los 14 años esta cifra baja a un exiguo 12%.
Ahora, una extensa investigación británica revela que las consecuencias de esta carencia son mucho más profundas de lo que se pensaba. Porque la principal conclusión de este estudio es que la lectura es el más importante predictor del éxito profesional.
Durante dos décadas, científicos del departamento de Sociología de la Universidad de Oxford analizaron los hábitos, actividades e intereses de casi 20 mil jóvenes, en una investigación que dirigió el profesor Mark Taylor y que acaba de ser presentada ante la Asociación Sociológica Británica.
Cuando tenían 16 años, los adolescentes fueron consultados sobre lo que hacían en su tiempo libre. Ahora, a los 33 volvieron a ser entrevistados.
Y los resultados no dejaron lugar a dudas: las mujeres que a los 16 años leían libros sólo por gusto tenían 39% de probabilidades de alcanzar un puesto gerencial. En las que habían preferido dedicarse a otras actividades en su tiempo libre durante la adolescencia, las posibilidades bajaban a 25%.
Para los hombres, que en general, en todos los países tienen más posibilidades de llegar a altos puestos ejecutivos, la cifra pasa de un 48% entre quienes no leían a los 16 años, a un 58% entre los que sí tenían el hábito lector.
Ninguna de las otras actividades extracurriculares propias de los jóvenes que fueron evaluadas junto a la lectura, como las prácticas deportivas, socializar, ir a museos, asistir regularmente al cine, a conciertos o tomar talleres, logró generar un impacto significativo en el nivel profesional que las personas alcanzarían una vez pasada la barrera de los 30 años.
Es más, según Mark Taylor asegura a La Tercera, la lectura tiene estos efectos beneficiosos incluso cuando se aíslan factores cruciales, como el nivel educacional de los padres o la comodidad económica de las familias.
Esto concuerda con una investigación del 2002 de la OCDE, citada en un informe del Fondo Nacional de Alfabetización del Reino Unido, realizado por las investigadoras Christina Clark y Kate Rumbold, que asegura que "disfrutar de la lectura es más importante para el éxito educacional de los niños que el estatus socioeconómico de su familia". Así de claro.
¿Por qué? En palabras de la experta en Sicología de la Educación de la U. Católica, Malva Villalón, la lectura nos sitúa en el mundo de la comprensión y el manejo del lenguaje, que es el instrumento más potente del pensamiento.
"No existen procesos cognitivos separados del lenguaje, pues todas las demás operaciones y actividades se realizan gracias a éste, ya que traspasa todas las áreas: te enseña a hacer analogías y relaciones lógicas, que son útiles en todas las instancias". Es el dominio del lenguaje el que nos permite comprender todos lo demás.
Pero esta promesa de beneficio viene aparejada de una advertencia: tenemos que leer por gusto.
De hecho, la mayoría de las investigaciones que hablan sobre las ventajas de leer libros lo hacen desde la presunción de que quien realiza esta actividad, lo hace libremente y que esta predisposición relajada es la que nos vuelve capaces de absorber naturalmente todo lo que la lectura pueda traspasarnos.
En un estudio clásico sobre este tema, llamado La sicología de leer por placer: necesidades y gratificaciones, el profesor Víctor Nell, de la Universidad de Sudáfrica, establece que "la lectura por placer es una forma de juego", una forma de entretención natural que nos permite, según los especialistas, captar los contenidos, pero a la vez relacionarlos con lo placentero que nos produce una buena historia, que puede volverse neurológicamente adictiva y hacernos liberar dopamina y serotonina, ligadas a la sensación de bienestar.
Soledad Concha, doctora en educación y académica de la UDP, agrega que el "factor placer" aporta motivación por leer y comprender.
Así, mientras más placer se experimente leyendo, más se leerá y más beneficios se podrían derivar de esta actividad.
"Quien lee por placer está atento a la lectura, quiere entender, lo que es un factor imprescindible para la comprensión", dice.
Y la evidencia sigue. En el informe realizado por el Fondo Nacional de Alfabetización del Reino Unido, titulado “Leer por Placer”, el doctor Stephen D. Krashen, autor del libro “El Poder de la Lectura”, asegura que cuando los niños leen por gusto, cuando quedan atrapados en los libros, adquieren, involuntariamente y sin hacer esfuerzos conscientes, casi todas las llamadas habilidades de lenguaje.
"Se volverán lectores apropiados, adquirirán un gran vocabulario, desarrollarán la habilidad de comprender y usar construcciones gramaticales complejas y desarrollarán un buen estilo de escritura. Aunque la voluntad de leer libremente, por sí misma, no asegura el logro de los más altos niveles de alfabetización, al menos asegurará un nivel aceptable. Sin ésta, sospecho que los niños ni siquiera tienen una oportunidad de alcanzarla", agrega.
Algo muy diferente a lo que ocurre cuando se lee por obligación. Malva Villalón plantea que cuando los niños leen, por ejemplo, para una prueba, lo hacen estratégicamente, buscando aquellos elementos de la historia por cuya comprensión saben que serán evaluados, de modo que no se entregan al libro, no lo disfrutan y no extraen, por tanto, todos sus beneficios. Por supuesto, terminan aburriéndose.
Según el estudio “Escuela y Familia: Su Influencia en la Formación para Lectores del Mañana”, de Fundación La Fuente, cuando se les pregunta a los niños qué es lo que menos les gusta de leer, la respuesta mayoritaria es "sentirme obligado a hacerlo", que alcanza a un 41% de las respuestas, con un 23% de los encuestados que dice que le disgustan los temas.
No Importa Cuánto
Si ya ha leído acerca de todas estas ventajas y en este momento se está lamentando por no ser un ávido lector, no se aflija tanto.
Diversos especialistas consideran que se puede comenzar a formar el hábito a cualquier edad y desde ahí comenzar a beneficiarse.
Más encima, el esfuerzo que tendrá que dedicarle a este proceso probablemente sea menor de lo que usted espera.
Una de las principales conclusiones que plantea la investigación del sociólogo Mark Taylor es que no es tan relevante si se lee todos los días o unas pocas veces al mes.
"La magnitud de los efectos (de generación de éxito en la vida laboral) no varía de acuerdo a cuánto leen los niños. Estos son semejantes en niños que leen libros más de una vez por semana y en aquellos que lo hacen sólo poco más de una vez al mes. La única diferencia, en este sentido, se da entre los niños que leen y los que no leen nunca", dice el académico, lo que lo lleva a afirmar que "no importa cuánto lo hagas, mientras lo hagas": el éxito vendrá igual, tarde o temprano.
Por supuesto, con esto no se intenta negar los beneficios de todas las posibilidades de entretención o aprendizaje que pueda tener una persona, en el corto y largo plazo.
Nadie duda de que ser exitoso depende no sólo del manejo intelectual, sino de su interrelación con otras capacidades sociales, como son las de liderazgo y socialización.
De hecho, Taylor asegura que leer libros en la adolescencia es un antecedente crucial para llegar a la universidad, pero que si a eso se le agrega la participación en una actividad cultural, como tocar un instrumento o ir a los museos, esa probabilidad aumenta.
Por ejemplo, en el caso de los hijos de padres que trabajan en administración o ventas, su posibilidad de entrar a la universidad pasa de un 24% (que alcanzan quienes sólo leen libros) a un 54%, en el caso de los hombres que se comprometen con otra actividad extracurricular, una cifra que cambia desde el 20% al 48% en las mujeres.
Sin embargo, incluso esas "habilidades blandas" pueden conseguirse a través de la lectura.
Hasta ahora, se pensaba que los ávidos lectores eran una suerte de ratones de biblioteca que no se comunicaban con el mundo, mientras que los deportistas o los del club de teatro del colegio eran los populares que controlaban los recreos y, de paso, todas las situaciones de vinculación social.
Nada más equivocado, pues si por una parte la lectura es la única actividad que, por sí misma, asegura mayor éxito laboral en la vida, por otra, también ayuda a fomentar las relaciones sociales.
Malva Villalón asegura que quienes leen más, manejan un mejor vocabulario y se sienten más seguros de los contenidos que manejan, lo que los lleva a ser personas que hablan más. "Esas personas suelen ser vistas por los otros como líderes potenciales".
Además, por lo mismo, les va mejor cuando buscan trabajo, asegura Villalón, pues "la gente que lee más, tiene más temas de los que hablar y está más familiarizada con las formas del discurso, por lo que comprende bien las instrucciones, entabla un buen diálogo, plantea puntos de vista y toma la iniciativa".