Benedicto XVI encabezó beatificación más multitudinaria de la historia del cristianismo. "Ya desde su muerte percibimos el perfume de su Santidad", señaló el Pontífice al explicar la rapidez del proceso.
Por Patricia Mayorga y Gustavo Villavicencio, El Mercurio.
Roma Seis años y 29 días después de su muerte, el Papa Juan Pablo II fue proclamado ayer beato por Benedicto XVI, en una homilía marcada por la emoción del millón de peregrinos que abarrotaron la Plaza de San Pedro y por los afectuosos recuerdos personales del Pontífice hacia su predecesor, de quien fue un cercano colaborador y "amigo" por 23 años.
Según la agencia católica Zenit, se trató de la beatificación más multitudinaria de la historia del cristianismo.
La celebración empezó a las 09:00 local con un Momento de Preparación, en el que se leyeron textos relacionados con el proceso de beatificación y se rezó la coronilla de la misericordia, una oración que el Papa Juan Pablo II solía rezar.
El rito de la beatificación, inserto dentro de la Misa, empezó con las palabras del cardenal Agostino Vallini, Vicario de Roma, quien recordó la vida de Karol Wojtyla desde su nacimiento, el 18 de mayo de 1920, hasta su deceso, el 2 de abril de 2005, subrayando sus principales hitos.
Posteriormente Benedicto XVI leyó, en latín, la fórmula de la beatificación, con la que Juan Pablo II ascendió un peldaño más hacia la santidad.
"Después de haber recibido el parecer de la congregación de la causa de los Santos, con nuestra autoridad apostólica, concedemos que el venerable siervo de Dios, Juan Pablo II, Papa, de ahora en adelante sea llamado beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y según las reglas establecidas por el derecho, todos los años el 22 de octubre", dijo el Pontífice, quien vestía una casulla que perteneció a su antecesor y usó el cáliz que éste utilizó en los últimos años antes de fallecer.
Un fuerte aplauso, lágrimas y gritos de "Santo Súbito" estallaron entonces en la plaza, mientras se desvelaba una enorme foto de Juan Pablo II sonriente -que data de 1995- sobre la loggia de la Basílica de San Pedro.
En otra tela se podía leer una de sus frases más conocidas: "Abrid de par en par las puertas a Cristo", mientras que sobre el altar se colocaron las reliquias del nuevo beato, entre éstas un relicario en forma de ramo de olivo que contiene una ampolla de vidrio con sangre de Juan Pablo II.
Durante la homilía, Benedicto XVI defendió la premura en declarar beato a Juan Pablo II, recordando cómo hace seis años, en su funeral, "ya percibimos el perfume de su Santidad, y el pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él".
"Por eso he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado. Ha llegado pronto porque así lo ha querido el Señor", dijo.
Para hallar un proceso de beatificación más rápido habría que remontarse más de 500 años -supera en dos semanas al de la madre Teresa de Calcuta-, y cerca de mil años para encontrar el caso de un Pontífice que haya declarado beato a su sucesor.
"Testimonio de Fe"
Al explicar los méritos, Benedicto XVI destacó que Juan Pablo II es beato por su fe y su "gran humanidad".
"Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. Ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad", señaló.
En particular, destacó cómo aplicó su lema de "abrir las puertas a Cristo" en todas las esferas.
"Él mismo lo llevó en cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible", afirmó, aludiendo a su lucha contra el comunismo.
Benedicto XVI resaltó que Wojtyla subió al trono de Pedro llevando "la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre".
"Su mensaje fue: el hombre es el camino de la Iglesia y Cristo es el camino del hombre. Con ese mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su timonel, Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios al Tercer Milenio".
El Papa indicó que su antecesor también le "devolvió a la fe la esperanza usurpada por el marxismo".
"Aquella carga de esperanza que en cierta medida se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, Juan Pablo II la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza", señaló Benedicto XVI, antes de recordar cómo en los años que le tocó ser su colaborador, pudo "venerar cada vez más su persona".
Un millón de fieles llegaron de todo el mundo a la Plaza de San Pedro. Entre éstos había 100.000 devotos polacos.
87 delegaciones oficiales, provenientes de Albania a Zimbabwe (en orden alfabético), participaron en la ceremonia de beatificación.
5 casas reales estuvieron presentes.
16 jefes de Estado y siete primeros ministros llegaron al Vaticano. Entre los latinoamericanos, estuvieron el Presidente de México, Felipe Calderón, y el de Honduras, Porfirio Lobo.
100 cardenales participaron en la beatificación. También estuvieron unos 500 obispos y 800 sacerdotes.
6 años duró el proceso de beatificación de Juan Pablo II
114 testigos declararon durante el proceso: 35 cardenales, 20 obispos, 11 sacerdotes, 5 religiosos, 3 monjas, 36 laicos, 3 no católicos y 1 judío.
“El Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una roca, como Cristo quería”.
“Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio”
“Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza”.
Doce mil Personas por Hora veneran el Cuerpo en el Altar de la Confesión
Al final de la celebración, el Papa Benedicto XVI junto a los cardenales concelebrantes entraron en la Basílica de San Pedro para el acto de veneración ante el cuerpo del nuevo beato.
Posteriormente, lo hicieron las delegaciones oficiales de todo el mundo y hasta hoy en la madrugada los fieles podían venerar los restos mortales de Juan Pablo II.
Según informó la Gendarmería vaticana, 12 mil personas por hora pasaban ante el féretro del fallecido Pontífice.
De acuerdo al vicedirector de la Sala de Prensa vaticana, el padre Ciro Benedittini, el flujo de peregrinos "es constante y sigue las cifras de los funerales de Juan Pablo II".
El féretro era custodiado por cuatro miembros de la Guardia Suiza, y encima del ataúd se colocó una copia de un Evangelio del siglo IX, llamado Evangelio de Lorsch, abierto sobre sus primeras páginas, un ejemplar donado por la Biblioteca Apostólica Vaticana.
El peregrinaje de los fieles ante el ataúd era acompañado por oraciones, en especial del rezo del Rosario, la oración "preferida" de Karol Wojtyla, como ha recordado uno de los miembros de la Sacristía Pontificia.
La cola de peregrinos se alargaba hasta la Vía de la Conciliación y recorría toda la Plaza de San Pedro, por lo que la policía de Roma creía que el peregrinaje "continuaría hasta la madrugada" de hoy.
El féretro fue sacado desde su tumba el viernes en una ceremonia privada y fue colocado durante dos días frente a la tumba de San Pedro, que se encuentra en las Grutas Vaticanas.
Ayer el ataúd fue transportado hasta el Altar de la Confesión, para que fuera venerado.
Luego será trasladado a una nueva cripta, situada bajo un altar en una capilla cercana a la estatua de La Piedad de Miguel Ángel.
La losa de mármol que cubrió su primer lugar de sepultura será enviada a Polonia.