Por Neva Milicic, psicóloga
En la mayoría de las familias está arraigada la creencia de que tener conflictos es malo, porque afecta la convivencia y existe una tendencia a reprimirlos o al menos a evitarlos o bien a imponer soluciones en forma autoritaria, sin permitir que los niños expresen sus emociones o sus opiniones y los aprendan a resolver en un contexto de buen trato.
Sin embargo, gústenos o no, el conflicto es parte inevitable de la vida de las personas, y la niñez no es una excepción.
Escuchar la postura de los niños cuando están en conflicto no es señal de debilidad, muy por el contrario, significa apertura a entender cuáles son sus creencias y sus dificultades.
Es entregarles un modelo de apertura empática frente a las diferencias, que será un elemento clave en el desarrollo de una actitud de aceptación de las diferencias.
Escucharlos es abrirse al diálogo y de esa manera modelar en ellos una actitud dialogante frente a las posiciones de los que piensan distinto.
En una apropiada resolución de los conflictos, el respeto, el buen trato y la no descalificación de la postura del otro son elementos fundamentales.
Hay que tener cuidado de no imponerles autoritariamente una solución que no tome en cuenta sus perspectivas, ya que se corre el riesgo de generar en el niño o niña una sensación de descalificación de sus opiniones.
Alberto, un oficinista de 35 años, una persona muy tímida e incapaz de defender sus derechos, se quejaba de que en su oficina siempre le entregaban los trabajos más difíciles.
En terapia relató que él atribuía su problema a la actitud de su padre ante los conflictos cuando era pequeño: "Mi padre era una persona tremendamente autoritaria, tenía a mi madre sometida por el temor, y por supuesto nosotros no podíamos expresar nuestra opinión".
No es de extrañar que con esa experiencia le tenga horror a los conflictos. Incluso, recordó en terapia que le sucedía lo mismo cuando estaba en el colegio con sus amigos.
Enseñar a evitar los conflictos no es una solución, porque más temprano que tarde las dificultades vuelven a surgir y es mejor resolverlas oportunamente, sobre todo cuando llegan las primeras señales.
Dejarlo pasar, hace que el problema se agrave siendo más difícil solucionarlo, como le sucedía a Alberto quien, como no puso límites oportunamente, era víctima de explotación.
Ayudar a nuestros hijos a reflexionar en una situación de conflicto, a buscar acuerdos, a escuchar los argumentos de los demás, pero atreviéndose a exponer los propios, privilegiando la relación y el respeto, evitando meterse en una lógica del ganar y el perder, que conduce a la ruptura, es una tarea ineludible.
Cuando se escucha, es posible tomar en cuenta la perspectiva del otro, negociar y tomar decisiones de manera responsable, anticipando las consecuencias de los actos, y actuar asertivamente sin ofender y sin defenderse innecesariamente.