Por Neva Milicic, psicóloga.
¿Qué van registrando los niños de su memoria afectiva en forma cotidiana? Es una pregunta que raras veces se hacen los adultos a cargo de un niño.
Sin embargo, son sus registros emocionales los que explican muchos de los problemas de conducta de los niños y su actitud ante la vida.
Sus experiencias emocionales y su relación con los adultos marcarán el recuerdo que tendrán de su infancia y que guardarán para el resto de su vida.
Las personas con las que permanecen vínculos positivos reales o en la imaginación son aquellas que han tenido el cuidado de sembrar buenos recuerdos, a partir de los pequeños gestos y de las palabras con que se dirigen a los niños.
Sin embargo, hay personas que, a pesar de que quieren mucho a los niños, mantienen una relación "tan educativa" con ellos que pueden ser poco gratificantes para los niños(as).
Ellos quedarán mal archivados en la memoria emocional, como imágenes aterrorizantes. Decía Roberto, un adulto con grandes problemas con la autoridad.
"Mi padre me quería mucho, pero era tan autoritario que, a la menor señal de desacuerdo mío, reaccionaba con una violencia que me aterrorizaba. Ahora, cuando trato de explicarme por qué tengo tanta dificultad con las personas que me mandan, se me vienen las imágenes de mi padre cuando me retaba, y tengo que confesar que en esos momentos creo que lo odiaba".
En el libro "Astrid y Verónika", de la escritora sueca Linda Olsson, Astrid es una de las protagonistas marcada por una infancia triste.
En un pasaje le dice a Verónika: "Los secretos son como los recuerdos: puedes obligarles a creer que se han borrado, pero si los buscas con atención, si deseas realmente descubrirlos, están ahí. Pero no solamente están, sino que aparecen aunque uno quiera borrarlos".
Más adelante sostiene algo muy verdadero: "Los niños tienen que construir su mundo con informaciones incompletas, pues otras personas toman las decisiones por ellos y únicamente les transmiten retazos de las razones".
Para lograr que los niños construyan una versión del mundo menos fragmentada, se necesita la comunicación y autorregulación de los padres, de manera que puedan socializarlos desde la ternura y la serenidad.
Esto favorecerá en los niños la construcción de su visión de mundo, con explicaciones adecuadas a su nivel de edad y que aumenten su comprensión de los fenómenos.
Los recuerdos de infancia no sólo son un valioso tesoro en algunos casos, y en otros, lamentablemente, son una pesada carga, sino que además explican en forma importante la personalidad resultante.
Las historias vividas con las personas significativas van a acompañar a los niños toda su vida y serán parte de su narrativa personal.