Eran preadolescentes cuando J.K. Rowling creó a un personaje con anteojos, tímido y tan común y corriente que todos se identificaron con él. Fue un fenómeno literario y de taquilla, pero su impacto fue mucho más profundo.
Por José Miguel Jaque y Luis Gajardo, La Tercera
Sofía Krebs estaba de vacaciones en Caburga cuando llegó a sus manos Harry Potter y la piedra filosofal, el primer libro de la saga. Tenía 11 años. Es la menor de cuatro. Siempre tuvo como ejemplo los hábitos de lectura de sus padres y hermanas.
Recuerda con claridad a su familia leyendo, mientras tomaban sol. "Veía a mi hermana tan enviciada con el libro que apenas lo terminó, lo tomé. Enganché con Harry, porque era un niño de mi edad viviendo cosas mágicas. Fue empatizar con un niñito sin papás, que tenía esta súper misión".
Sofía llegó de vacaciones con la idea de contagiar a sus compañeras, pero no tuvo éxito inmediato. Hasta que apareció el tercer libro y las aventuras de Harry, Ron y Hermoine se transformaron en un fenómeno masivo. Recuerda noches en vela leyendo.
"Llegaba a ser estresante la intensidad de leerse 300 páginas seguidas, necesitando saber qué iba a pasar". Ahora, eso se acabó. "Me da nostalgia pensar que terminó algo que empezó hace 10 años. Da pena pensar '¿en qué estará ahora?'."
Sofía habla de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2, el último capítulo de una historia que por siete libros y ocho películas, ha mantenido desde 1997 a toda una generación pendiente.
Ella ya sabe el final, lo leyó, pero aún así no puede esperar al momento de sentarse en el cine, tal como lo hizo por primera vez hace una década, para ver el final de una saga que en su totalidad ha recaudado 6.400 millones de dólares y que la encumbran, por lejos, como la más exitosa en la historia del cine.
Es, además, un fenómeno de ventas de libros del tipo de los que ocurren cada 30 años. Por estos días, esos jóvenes están repletando las salas de cine para ver el adiós a la historia de los tres amigos.
Y si bien podría tratarse de un fenómeno cultural más y sólo de números que rompen récords de taquilla y ventas en librerías, quienes estudian el fenómeno dan cuenta de algo mucho más profundo que marcó a los jóvenes que si bien son parte de la Generación Y (nacidos entre 1980 y 1994), su apego al héroe de ficción los ha llevado a ser llamados Generación Harry Potter.
Uno de los Nuestros
Para comenzar, sólo una aclaración, lo de estos preadolescentes de fines de los 90 es calificado en todo el mundo -siempre a partir de los mismos parámetros- como un fenómeno literario, cinematográfico y generacional.
Y es a partir de ahí desde donde distintos especialistas han realizado una radiografía. Así, se trata de preadolescentes que crecieron en la década de los 90 y que tenían íconos pop que lo convocaban, como Britney Spears, Christina Aguilera y Neo (personaje de Keanu Reeves en Matrix), pero ningún referente con el cual identificarse.
Y es precisamente ahí donde encaja un personaje como Harry Potter, que no es de carne y hueso, pero sí mucho más cercano que cantantes y actores: tímido y medio "perno", como muchos de ellos, se enfrenta a los mismos problemas.
Debe asumir responsabilidades, correr riesgos y ser solidario con sus amigos para que todo funcione, tal como de alguna manera hacen sus lectores a diario.
Es a partir de esta construcción que los personajes de ficción se instalan como referentes en niños de 10, 11 ó 12 años, los mismos que están en la etapa en que no son ni chicos ni grandes, que no saben dónde sentarse ni con quién conversar en las reuniones familiares, que son un poco invisibles y que con este mago adquieren notoriedad especialmente entre sus pares.
"Con Harry Potter se produce una identificación proyectiva. La edad de quienes se conectan con esta historia es en plena preadolescencia, 11 ó 12 años, porque encuentran en él un ícono con quién identificarse, a quién seguir. Uno necesita eso a esa edad, cuando se está definiendo la identidad del yo. En esos términos, Harry Potter es un personaje de transición, se puede seguir sus procesos, como un espejo cronológico", dice Maritza Bocic, siquiatra y docente de la U. Mayor, que se declara cinéfila y cuenta que para ella las series y las películas funcionan como un 'banco de datos' en sus clases.
Esa necesidad de referente que tenían los preadolescentes de fines de los 90 fue la que leyó con acierto J.K. Rowling, la mujer que convirtió a su personaje en un héroe alejado de los estereotipos que funcionaban hasta ese momento: Potter no tiene "la fuerza" de Luke Skywalker ni el protagonismo de Superman.
De hecho, es un niño con anteojos, vergonzoso, tímido con las niñas, y tan acertadamente común y corriente que el fenómeno de la proyección se hace universal: cualquier joven puede ser Harry Potter.
Y como si eso no bastara, el aspecto emocional de esa edad en que todo parece confuso e importante también está cubierto. Potter encarna un héroe vulnerable, emocional, que siente miedo, pero finalmente vence.
"Cuando uno ve una película o lee un libro, identifica y refleja sus propios conflictos y encuentra una idea de cómo resolverlos. El dolor de perder a los padres, un quiebre sentimental, el rechazo de los pares, etc. Y los que leen dicen 'si él puede resolverlos, yo también'", dice Bocic.
Y es justamente con eso con lo que enganchó a Silvia Guajardo (19), hoy estudiante de pedagogía en Inglés. Con la historia de cómo un chico común y corriente llega a donde quería llegar.
Es como la utopía de esta generación en formato multimedia sacada de los libros, el cine o internet, en vez de la realidad de carne y hueso.
"Que logre ese cambio en su vida es muy atractivo. Por eso es fácil identificarse con él. Uno puede aspirar a ser muchas cosas sin importar de dónde venga. Eso engancha", dice la universitaria.
Silvia también rescata la amistad de estos tres personajes. Un valor de la serie que los expertos destacan como otra clave del éxito, porque la adolescencia es un período donde los amigos son el primer referente.
Harry, Ron y Hermoine elevan el valor de la amistad. Porque al final de cuentas, esta no es la historia de un niño, sino de un grupo de amigos que ven en el trabajo en equipo un valor agregado.
"El sentirse solidario y generar objetivos colectivos refuerza la confianza entre los pares", dice Mario Sandoval, sociólogo y director del Centro de Estudios de Juventud de la UC Silva Henríquez.
Y el grupo, en este caso, está marcado fuertemente por el sello generacional que le entrega Hermione Granger: ella termina con el club de Toby. Una niña atractiva y angelical, muy inteligente, que resuelve problemas y nunca está bajo la sombra de sus amigos hombres. De hecho, el tema de género no existe, en el grupo se es un par más.
"La autora captó muy bien las características de esa edad. Los niños son más torpes y menos disciplinados como alumnos, tal como ocurre con los protagonistas masculinos de esta historia. Ella es más formateada y conectada al mundo adulto: se sabe las fórmulas, porque las ha estudiado. Eso es algo típico de las niñas de esa edad", explica Malva Villalón, experta en sicología de la Educación de la U. Católica.
El Paradigma Generacional
La necesidad de referente y la llegada de Harry Potter fue como juntar el hambre con el pan para una generación que, como ya se mencionó, no preveía grandes íconos, pero que, por lo visto, los necesitaba con urgencia.
Marcada por el individualismo, la búsqueda de bienestar y la necesidad de ser reconocidos, el personaje paradojalmente penetró fuerte con una serie de valores clásicos. Y no sólo eso.
Esta adhesión multitudinaria a una historia escrita en papel es llamativa para una generación de nativos digitales -personas que casi nacieron sabiendo como se prende un computador- y, por eso mismo, alejada de las páginas de los libros.
Pero la paradoja existe y de ella da cuenta Carolina de Souza -estudiante de Periodismo de 21 años-, quien cuando tenía 11 años recibió de una tía, de 15 años, el primer libro de Harry Potter. De inmediato le gustó. Y se identificó con Hermoine.
Porque, justamente, siempre estaba leyendo. En octavo ya iba en el cuarto libro, que tiene cerca de 500 páginas.
"Me miraban raro, porque chocaba ver a una niña tan chica con un libro tan grande", cuenta. "Harry Potter fue un buen training para empezar a leer", dice Carolina, que una vez que comenzó a leer nunca lo dejó.
Existen estudios que advierten que los niños pierden el interés por la lectura cuando pasan a la adolescencia.
¿Por qué Harry Potter rompe ese paradigma? Porque J.K. Rowling puso el foco en un grupo que, en términos literarios, recibe menos atención de la literatura especializada, que suele dividirse en infantil, juvenil y de adultos.
"Esta autora arma una historia a través de varios episodios que coinciden con el ciclo educativo que se inicia en Inglaterra a los 11 años", explica Malva Villalón.
Después de hacer ese foco, la autora tuvo la capacidad de "apropiarse" de ese grupo: las novelas lo siguen a través de distintos períodos de sus vidas, de manera que los lectores no sólo comparten las aventuras de los protagonistas, sino que crecen con ellos.
Es una relación que se prolonga en el tiempo y que favorece el interés y la vinculación con su historia escrita.
Esta fiebre lectora se refleja en las librerías. "Hasta antes de Harry Potter no había en editorial Planeta un título que provocara tanto interés en ese segmento", apunta Bartolo Ortiz, gerente comercial de Planeta Chile. ¿Cuánto vendió? La cuarta y quinta entrega de la saga se anotaron 40 mil ejemplares en un año.
El fenómeno de ventas de Harry Potter ocurre cada 30 años, agrega. ¿Qué ocurre con los lectores una vez que se acaba? Se van distribuyendo en distintas sagas de varias editoriales a la vez. En la editorial Océano dicen que la última entrega -Harry Potter y las reliquias de la muerte- ha vendido más de 51 mil ejemplares en Chile y la saga suma alrededor de 300.000 en el país. En el mundo ha vendido más de 400 millones.
La Despedida
La generación Harry Potter creció al ritmo de los personajes. Fueron más de 10 años de historia común, pero lo debe haber intuido la autora, ya es hora de abandonar los personajes.
Y la película que se estrenó este miércoles llegó justo a tiempo: los que tenían 10, 11 ó 12 años cuando salió el primer libro ahora están en la universidad y no hay mucho tiempo para tramas de mago. Eso hace que el fin de la historia sea menos dramático, más cotidiano.
Francisca Solar, periodista y autora del mundialmente famoso fan fic Harry Potter y el ocaso de los altos elfos (subgénero literario de relatos basados en otras obras), aporta su visión con respecto a la etapa final del fenómeno.
"Mi duelo fue el 2007, ahí me la llore toda, quedé viuda de Harry. Pero cuando eres un fan vives la experiencia de manera integral. Cuando te gusta tanto algo y le queda una patita, te aferras con uñas y dientes. Y es un desconsuelo tremendo, porque ahora no queda nada más. Obviamente, con la película lloré con hipo, reviviendo lo que viví leyendo el último libro". Sofía Krebs complementa esa idea: "Para mí el verdadero duelo fue cuando terminé el último libro".
Para la siquiatra Maritza Bocic, el fin de una saga como esta tiene elementos similares a los de un duelo: "Lo natural es sentir un shock inicial y volver a ver las películas, leer los libros, etc. Luego viene la pena de aceptar que se acabó y finalmente la resolución, que es seguir adelante y guardar el recuerdo”.
Carolina de Souza, sin embargo, lo asume como algo natural: "El fin de la historia de Harry Potter es como cerrar un ciclo. Es despedirse para siempre de un grupo de amigos, pero con calma, no te deja esperando una siguiente aventura, porque ya todas se vivieron. Igual uno sabe el final, pero necesita verlo".
Diego Pinto (19) está viviendo este final sin complejos. El pasado miércoles llegó a las seis de la tarde al cine para ver el final de la saga que empezaba a las 22.30. Una especie de rito de despedida.
"Sé que la historia se acaba acá, aunque quedan los libros, las películas y los recuerdos de todos esos años. Harry Potter tiene lo mejor de nuestra infancia y que se acabe es como una señal que nos empuja a madurar y crecer".