Por Neva Milicic, psicóloga.
Diversos estudios avalan la importancia que tienen las actitudes y modelos parentales en la configuración de la identidad de los hijos, y los efectos que las carencias emocionales, por falta de competencias de los padres o por su ausencia, tienen en su personalidad.
La obra "Papá Gorrión o el complejo mapa de los afectos perdidos", del talentoso dramaturgo nacional Egon Wolff, nos plantea con una enorme fuerza dramática lo que sucede en el reencuentro entre un padre y una hija, quienes después de no verse durante 28 años, se reencuentran cuando el padre aparece sin previo aviso en casa de ella, proponiéndole un descabellado negocio.
Las marcas que esta prolongada ausencia ha dejado en ambos están magistralmente planteadas.
Está descrito lo doloroso e inexplicable que puede ser para una niña de siete años la desaparición del padre sin explicación. El vacío, la soledad, abandono y rabia que experimentan.
Ivonne, la hija, es una exitosa profesional con una enorme desconfianza en los vínculos de pareja. El padre intenta recuperar los vínculos con una actitud patéticamente infantilizada, que oculta la culpa y el dolor por haberla abandonado.
Sebastián, el novio, representa la búsqueda de una relación comprometida con Ivonne. Lamentablemente, ella no está preparada para vivirla por el daño que le dejó su historia familiar.
La falta de socialización en la importancia de una paternidad responsable es una carencia importante en la educación de nuestros jóvenes. Los hombres, como grupo, tienen más riesgo de no asumir su rol de padres.
Esta obra podría ser un excelente medio para representarla en los dos últimos cursos de la enseñanza media con una discusión sobre el tema de lo que significa ser padres, o para ir a verla con hijos adolescentes.
Una paternidad positiva tiene como características dar afecto incondicional, acompañar a los hijos, ser continente de sus ansiedades y dar seguridad.
Cuando se produce un divorcio, es necesario que los adultos a cargo y los niños estén conscientes y comprendan que cuando hay una separación, ésta es de los padres y no de los hijos, y que la educación de ellos es una responsabilidad compartida.
Si bien es comprensible el dolor y la amargura de la madre que fue abandonada, es necesario tener cuidado con no marcar la vida de los hijos con los propios fracasos ni con la desesperanza, de manera que los haga perder la confianza en la posibilidad de construir vínculos amorosos.
Muchas veces, los abandonos tienden a generar en los hijos miedo al compromiso y a interferir en su capacidad de amar.
Los niños y los jóvenes, a pesar de lo disfuncionales que puedan ser sus historias familiares, tienen derecho a tener esperanza en su capacidad de escoger buenas parejas y construir con ellas una familia nutritiva.